Mientras el cambio climático avanza y los plásticos ahogan la vida, las empresas de petróleo y gas usan todo su poder para proteger sus ganancias a costa de medioambiente y la biodiversidad
La industria de los combustibles fósiles tiene tras de sí una larga historia de prácticas deshonestas y éticamente cuestionables Y sigue haciéndolo, como develan recientes investigaciones Cuando se trata de proteger sus intereses, sus ganancias, su poderío, vale todo. La ocultación, el ciberhackeo y la manipulación informativa están en las prácticas cotidianas de las grandes empresas y sus inversionistas.
Los orígenes de la producción petrolera se caracterizaron por prácticas brutales. Violencia, desplazamientos, daños medioambientales, violación de derechos laborales y corrupción. La honestidad no abunda en el mundo de los hidrocarburos.
A la industria de los combustibles fósiles se le puede seguir la huella por sus deshonestos métodos que han mutados con el tiempo. Investigaciones de The New York Times, Reuters y Wall Street Journal llevan un inventario de cómo manipulan a través de las redes sociales, usan el ciberespionaje y sacan provecho de las políticas de protección al medioambiente para mantener el negocio.
La industria del plástico se enfrenta a un escrutinio cada vez mayor. En demandas presentadas en California y Nueva York, se acusa a Exxon Mobil y otros conglomerados de engañar al público con la promesa del reciclaje y contribuir a la crisis de contaminación plástica. También los han llevado a los tribunales por mentir sobre el cambio climático.
Miembros del Congreso de Estados Unidos y del Parlamento Europeo han instado a los líderes mundiales a reaccionar ante la desmedida influencia de las empresas productoras de hidrocarburos en las cumbres climáticas y en las que tratan de poner coto a la producción de plásticos.
Una batalla para ocultar la gravedad de la contaminación
Empecemos por la investigación sobre la manipulación que hace la industria del plástico. Cada año, se producen alrededor de 500 millones de toneladas. El doble de cifra de hace dos décadas, pese a las advertencias de los científicos han advertido sus nocivos impactos en la naturaleza y la salud humana. Mientras, la industria del plástico desarrollaba una sofisticada campaña de desinformación orquestada para desacreditar las crecientes pruebas sobre la gravedad de su contaminación.
Fieldnotes, un grupo de vigilancia centrado en la industria del petróleo y el gas, obtuvo más de 400 páginas de memorandos internos, presentaciones y otras comunicaciones de la industria que muestran cómo se orquestó la campaña para socavar el sentimiento antiplástico y promover como inofensivos los de un solo uso entre los jóvenes preocupados por el medioambiente.
La Asociación Nacional de Recursos de Envases de PET (NAPCOR) está en el origen de la campaña. Los documentos obtenidos desvelan que los gigantes del sector (INEOS, Amcor, Dart, y Eastman Chemical Company) financiaron la operación para presentar el tereftalato de polietileno (PET) como una solución sostenible. En la batalla participaron unas setenta empresas petroquímicas, de plásticos y de reciclaje. NAPCOR trabajó para ocultar su conexión con la campaña y ordenó crear contenido que pareciera “auténtico y desde el punto de vista de los creadores».
Aunque el PET es reciclable, sigue siendo una fuente significativa de residuos y microplásticos. En 2022, más del 70% de las botellas de plástico PET no se reciclaron en Estados Unidos y tuvieron el océano como destino final.
Influencers a sueldo
NAPCOR contrató a seis influencers populares en redes sociales, figuras públicas con millones de seguidores para promocionar los beneficios del PET a través de mensajes cuidadosamente diseñados para presentar el plástico como una opción ecológica omitiendo la gravedad de su impacto ambiental.
La familia Stadler fue contratada por NAPCOR para promover los plásticos PET entre sus más de 7 millones de seguidores en TikTok e Instagram.
Serena Stadler publicó un vídeo en el que mostraba cómo mantenía a sus perros hidratados con agua en botellas de PET. Afirmaba que son «100% reciclables» (sin mencionar que la tasa real de reciclaje es mínima).
También contrataron a una farmacéutica convertida en empresaria y a una influencer de TikTok, que documenta la vida de su familia en una autocaravana y en uno de los videos patrocinados por NAPCOR afirma que «las botellas de PET son un sistema de circuito cerrado y de cero residuos». El PET no es un circuito cerrado y es una fuente de residuos plásticos y microplásticos.
Positively PET contra la marea antiplástico
Laura Stewart, directora ejecutiva de NAPCOR, declaró que el objetivo del grupo es «garantizar que cada botella de PET se recicla, manteniendo este valioso material en circulación y fuera del medioambiente». No obstante, los documentos indican una agenda diferente. Indican que la última ronda de la campaña de influencers, que se desarrolló de mayo a julio de 2024, «superó las expectativas».
Las publicaciones tuvieron 12,2 millones de impresiones, más del doble de lo esperado. Una encuesta realizada luego de la campaña demostró que había “provocado un aumento significativo” de las percepciones positivas del público hacia la industria del plástico. Pero la falta de transparencia de NAPCOR, Facebook le retiró los nueve anuncios de la campaña «Positively PET», publicados entre 2020 y 2022, por infringir las normas publicitarias de la plataforma.
En 2018, cuando un subcomité de NAPCOR, formado por el gigante petrolero BP, la empresa de envases Amcor y otros miembros, reflexionó sobre cómo combatir una «marea de sentimiento antiplástico» y decidieron emprender una campaña en las redes sociales centrada en el eslogan “Positively PET”. Entre 2019 y 2023 NAPCOR destinó1,8 millones de dólares para la campaña.
Sin embargo, la empresa de relaciones públicas Aloysius Butler & Clark recomendó que NAPCOR «no fuera el gestor general de la cuenta» y poder garantizar que los consumidores no sintieran que los estaban «sermoneando».
La estrategia multifacética estaba dirigida a desacreditar las críticas al plástico mediante asociaciones con figuras públicas, la infiltración en medios educativos y la colaboración con empresas de relaciones públicas. La industria plastiquera tejió una red de influencia que abarca desde los móviles hasta la programación de televisión. La gran oportunidad surgió con la prohibición del plástico en los juegos olímpicos de París. El debate, el cuestionamiento saturó todos los medios.
NAPCOR lanzó una campaña en redes sociales para «secuestrar las noticias» y difundir mensajes favorables al plástico. Utilizando hashtags como #Olimpiadas, la campaña buscaba posicionar el PET como alternativa viable y sostenible.
La campaña Positively PET se extendió más allá de las redes sociales. Llegó a la televisión a través de un episodio de Viewpoint With Dennis Quaid. Producido en un estilo similar a la programación educativa del Servicio Público de Radiodifusión de Estados Unidos, elogió las botellas de PET como «posiblemente uno de los mayores inventos de la humanidad».
Uno de los invitados al programa fue Matthew Daum, director de la Escuela de Embalaje de la Universidad Estatal de Míchigan, que recibió de 10,8 millones de dólares de Amcor, la empresa de envases de plástico.
Ciberespionaje y hackeo a montones
La agencia Reuters señala que el FBI investiga una trama de ciberespionaje corporativo de proporciones épicas. Exxon Mobil está en el centro del escándalo. La petrolera habría contratado hackers para infiltrarse en el correo electrónico de cientos de los críticos más importantes de la compañía petrolera y de los abogados que la demandaban por su responsabilidad en el calentamiento global.
La operación comenzó a finales de 2015 y fue tramada por DCI Group, una firma de relaciones públicas y cabildeo con estrechos vínculos con Exxon. DCI proporcionó una lista de objetivos al detective privado Amit Forlit, que subcontrató hackers para ejecutar el ciberataque. El material hackeado fue filtrado a los medios de comunicación para desacreditar a los críticos de Exxon y socavar sus esfuerzos en los tribunales.
La estrategia ha retrasado y complicado las demandas contra la petrolera Exxon por engañar al público sobre los riesgos del cambio climático, pero sobre todo a sus propios inversores y accionistas. Las filtraciones han estremecido la comunidad ambiental. Kert Davies, director del Centro para la Integridad Climática, fue uno de los objetivos de los hackers.
Matt Pawa, un abogado cuya estrategia impulsó el litigio contra Exxon, denunció que las filtraciones alimentaron una contraofensiva legal que casi lo sacó del negocio. «Los documentos que me hackearon fueron utilizados directamente por Exxon para atacarme con todas sus fuerzas», dijo.
La investigación sobre la operación de hackeo y filtración incrementó la creciente preocupación sobre los esquemas de ciberespionaje destinados a empañar los procedimientos judiciales y a evitar que se haga justicia. El detective Amit Forlit fue arrestado en el Aeropuerto Heathrow de Londres. Estados Unidos solicita la extradición, lo imputa de hackeo y fraude electrónico.
Cacería de zorros, el descrédito como arma
La trama de espionaje corporativo orquestada por ExxonMobil y ejecutada por DCI la denominaron «Operación caza del zorro». Detectives privados y hackers mercenarios accedieron a los correos electrónicos de activistas ambientales y a sus abogados para silenciarlos y desacreditar las demandas legales en contra de Exxon relacionadas con el calentamiento global. En los medios se publicaban informes que afirmaban que Exxon tenía conocimiento desde los años cincuenta del siglo pasado de que los combustibles fósiles estaban calentando la Tierra, mientras que los altos ejecutivos de la compañía sostenían públicamente lo contrario.
Con el hashtag «#ExxonKnew», grupos ambientalistas como Greenpeace y similares pidieron acciones legales. También lo hizo Hillary Clinton, que le dijo al Departamento de Justicia que debía investigar a la empresa. En noviembre de 2015, el fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman, anunció que estaba investigando a Exxon. Con la empresa a la defensiva, DCI se puso en acción para proteger a su principal cliente, a la industria petrolera en general.
En las audiencias judiciales por la solicitud de extradición del detective Amit Forlit por Estados Unidos se dijo que Forlit había realizado trabajos de hackeo por encargo de una «empresa de relaciones públicas y cabildeo con sede en Washington», que trabajó en nombre de “una corporación de petróleo y gas” que quería “desacreditar a individuos involucrados en litigios sobre el cambio climático”.
Los fiscales federales lograron la condena un antiguo asociado comercial de Forlit, un detective privad de nombre Aviram Azari, que se declaró culpable en 2022 de fraude electrónico, conspiración para cometer hackeo y robo de identidad agravado contra activistas ambientales. Entre los objetivos había más de 500 direcciones de correo electrónico pertenecientes a ambientalistas, sus financiadores, colegas y familiares. En 2020, el grupo canadiense de vigilancia digital Citizen Lab identificó 10 organizaciones que fueron blanco de un ataque de ciberespionaje generalizado, entre ellas Greenpeace, la Unión de Científicos Preocupados y el Fondo Familiar Rockefeller.
Los abogados de Exxon usaron repetidamente a los documentos hackeados para descalificar los litigios contra la compañía. Por ejemplo, después de que el fiscal general de Nueva York presentó una demanda contra Exxon en 2018, los abogados de la compañía energética citaron un memorando robado para solicitar la desestimación. Guerra sucia ilimitada. La industria continúa invocando los archivos hackeados para «desestimular a la gente para que no ejerza sus derechos constitucionales».
Sin embargo, las demandas contra la industria de los combustibles fósiles no cesan. Maine se convirtió en el noveno en acusar ante los tribunales a las petroleras y aliados de engañar al público sobre el cambio climático.
Beneficiarios del plan Biden contra la inflación
Los planes de Trump y su gabinete 2.0 para desmantelar las políticas ambientalistas de Joe Biden pueden encontrar resistencia en la industria de los hidrocarburos. La Ley de Reducción de la Inflación destina miles de millones de dólares a proyectos de energía renovable. Si se elimina, serían perjudicados los que apoyan la captura y almacenamiento de carbono: la mismísima industria de los combustibles fósiles.
La captura y almacenamiento de carbono es una tecnología que no ha probado su eficiencia y es fuertemente criticada por ambientalistas y científicos, pero cuenta con el respaldo de la industria de los combustibles fósiles. Empresas como Occidental Petroleum, invirtieron miles de millones de dólares en proyectos de captura de carbono y ExxonMobil pagó casi 5.000 millones de dólares por un sistema de oleoductos que transportaría el dióxido de carbono para su almacenamiento. Energy Transfer, un gigante de oleoductos de petróleo y gas, está ayudando a desarrollar un centro de captura de carbono en Luisiana.
Son millones de razones para respaldar disposiciones climáticas que destinan miles de millones de dólares a proyectos de energía de bajo carbono. Sin los créditos fiscales de la IRA muchos proyectos de captura de carbono no existirían, No es un buen negocio para capitales propios. Los créditos fiscales los reciben los mismos que pagan las campañas de desinformación y las operaciones de ciberespionaje.
Mientras, siguen quemando combustibles y generando gases de efecto invernadero. Lo casos denunciados de espionaje corporativo, manipulación en redes sociales, greenwashing y campañas de descrédito contra los ambientalistas es la forma de proteger un negocio, sucio en su esencia, contaminante y destructor de ecosistemas y de diversidad, pero con muy generosas ganancias. Ninguna petrolera oculta su intención de retrasar la transición hacia una economía más sostenible.
Son mayoría las que estás dispuestas a utilizar prácticas deshonestas e ilegales éticas para proteger sus intereses. Sin duda ha sofisticado sus métodos, pero en esencia mantienen la misma brutal filosofía del primer barril. Todo vale, absolutamente todo.