Son instrumentos financieros dirigidos a atenuar el aumento de las temperaturas, pero a la fecha no ofrecen resultados óptimos con respecto a sus propósitos
Los mercados de carbono, ideados para abordar el cambio climático, se presentan muy activos dadas las nuevas regulaciones, el creciente número de sistemas de comercio de emisiones y el interés en ofrecer opciones de inversión minorista. Estos instrumentos disponibles para atenuar el aumento de las temperaturas no ofrecen resultados, a la fecha, totalmente óptimos con respecto a los propósitos y, sus manejos son bastantes opacos.
Estos sistemas comerciales en los que se venden y compran créditos de carbono tienen incentivos financieros y climáticos, según el Protocolo de Kioto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático giran en torno al comercio de bonos o créditos de carbono, que son permisos que permiten liberar una cantidad determinada de gases de efecto invernadero.
Según la firma de consultoría empresarial Grand View Research el mercado de carbono está en una espiral alcista. Señala que el tamaño del mercado mundial de créditos de carbono se estimó en 479.410 millones de dólares en 2023 y se espera que crezca a una tasa anual del 39,4 % entre 2024 y 2030. Una tendencia expansionista en el mediano plazo.
Estos mercados funcionan bajo un principio sencillo: las empresas que reducen sus emisiones por debajo de los niveles obligatorios pueden vender sus créditos sobrantes a las que luchan por cumplir sus objetivos. Esto crea una motivación financiera para que las compañías disminuyan su huella ambiental, conforme sus planes y compromisos.
Al poner precio a las emisiones, el mercado de carbono ayuda a integrar los costos medioambientales en las decisiones empresariales, facilitando una transición más suave hacia una economía baja en carbono.
Los mercados de carbono, ¿disminuyen las emisiones?
Los mercados de créditos de carbono desempeñan un papel crucial en los esfuerzos mundiales por reducir los niveles de gases de efecto invernadero. Los hay de dos tipos: de obligado cumplimiento y los voluntarios.
Los primeros son sistemas basados en la fijación de límites máximos y el comercio de derechos de emisión, que suelen aplicar los gobiernos. Fijan un límite a las emisiones de gases de efecto invernadero y permiten el comercio de permisos entre entidades reguladas.
Mientras que los voluntarios son mercados de compensación de carbono en los que empresas y particulares pueden adquirir voluntariamente créditos de proyectos que reducen o eliminan CO2 de la atmósfera.
Ambos sistemas pretenden poner precio a los gases de efecto invernadero, animando a las empresas a reducir sus emisiones e invertir en tecnologías más ecológicas. Pero esta movilidad de los mercados no coincide con los esfuerzos por bajar los niveles contaminantes.
Las cifras revelan distorsiones entre propósitos y resultados. En medio de las deliberaciones de la COP29, en Azerbaiyán, Global Carbon Project registró un aumento de las emisiones de carbono. Estimó que serán de 41.600 millones de toneladas en 2024, frente a los 40.600 millones de toneladas de 2023. Solo las emisiones de CO2 de origen fósil ascienden a 37.400 millones de toneladas, el resto al cambio de uso de la tierra o deforestación.
En ese particular mercado, un crédito equivale a la reducción, captura o compensación de una tonelada de dióxido de carbono o la cantidad equivalente de diferentes gases de efecto invernadero. Estos gases incluyen CO2, metano, óxido nitroso, perfluorocarbonos, hidrofluorocarbonos y hexafluoruro de azufre.
Riesgos, trabas e imperfecciones
Establecer un mercado de carbono mundial, o incluso nacional, es una tarea difícil, sostienen algunos expertos, Hay riesgos importantes de que los sistemas contengan lagunas que pueden hacer que esta política tenga de hecho un impacto escaso o nulo en la reducción de las emisiones.
“Los mercados pueden estar regulados por un gobierno o un organismo multilateral como las Naciones Unidas. A partir de esas instancias establecen un máximo de lo que se puede emitir y hay una serie de reglas comunes a todos los actores. O pueden también ser voluntarios, donde participa el sector privado sin un regulador pero con certificaciones de la compra y venta de bonos de carbono”, explicó a Chequeado Paulina Lescano, especialista en mercados de commodities.
No existe actualmente un único mercado mundial del carbono. Sin embargo, sí existen 68 programas de fijación de precios del carbono a nivel regional, nacional y subnacional. El mayor mercado nacional de carbono lo puso en marcha China, el mayor emisor del mundo, en 2021, superando al Sistema de Comercio de Emisiones de la Unión Europea, hasta ese entonces el más importante.
Si bien poner un precio a las emisiones de gases de efecto invernadero suele ser visto como algo necesario para reducir su concentración en la atmósfera, los mercados de carbono han estado en la práctica llenos de imperfecciones. Por ejemplo, los créditos deben ser escasos para mantener los precios altos, sostuvo Catalina Gonda, coordinadora de Política Climática en la Fundación Ambiente y Recursos Naturales.
Recuerda que el Sistema de Comercio de Emisiones de la Unión Europea fracasó inicialmente tras su lanzamiento en 2005 porque había demasiados derechos de emisión en el mercado.
Falta rigor y transparencia
Otro problema que observa Gonda es la fuga de carbono. Este fenómeno se produce cuando las empresas trasladan sus operaciones contaminantes a otros países en los que las emisiones de carbono no están estrictamente reguladas, por lo que no tienen que pagar los créditos para cubrir la contaminación que generan.
Considera que también se cuestiona la capacidad de eliminación de carbono de muchos de los proyectos que participan en los mercados. Como la plantación de árboles y la conversión de residuos en energía. La capacidad de estas actividades para absorber emisiones es difícil de medir y depende en gran medida de cómo se gestione cada proyecto.
Además, existe el riesgo de la llamada doble contabilidad, es decir que las reducciones logradas por un proyecto limpio se cuenten dos veces. Por la empresa que compró el crédito de carbono y por el país en el que se llevó adelante. Para evitar esto existen certificaciones internacionales para registrar las transacciones de compra y venta de bonos de carbono.
Francisco Calise, gerente de desarrollo de negocios en la start-up Carbón Neutral +, sostiene que los mercados de carbono son una herramienta más para enfrentar el cambio climático pero por si solos no alcanzan. “Tenemos que dejar de emitir y también absorber todos los gases que podamos. Los mercados están en esa línea”.
Mientras que para Gonda, como están planteados actualmente, los mercados no están ayudando a enfrentar el cambio climático. “No se están implementado de la manera más rigurosa, transparente y robusta. Todo esto lleva a que tengan varias fallas y falta de integridad ambiental”.
Comenta que “para una empresa, es más accesible comprar bonos de carbono para reducir emisiones que hacer cambios reales que reduzcan sus propias emisiones. Así, se retrasan los cambios en el sector privado”.
En escrutinio el papel de los intermediarios
Los mercados voluntarios de carbono (MVC) han surgido como una herramienta fundamental en el esfuerzo global por combatir el cambio climático. Permitiendo a las empresas y a los individuos compensar su huella de carbono mediante la compra de créditos de carbono.
Sin embargo, un desafío generalizado dentro de este ecosistema es la falta de transparencia en la fijación de precios de los créditos. Una dinámica que influye significativamente en las experiencias de los desarrolladores de proyectos y de los compradores/inversores por igual.
Un análisis de Neufin señala que este ‘velo de opacidad’ es una función de dos cosas: 1) los créditos de carbono son heterogéneos por diseño. Y los créditos que surgen de diferentes proyectos tienen diferentes valores. 2) Una red compleja de intermediarios que tienden a operar de manera opaca y a menudo se benefician de ello.
Los intermediarios, que incluyen corredores, minoristas e intercambios de créditos de carbono, han enfrentado un mayor interrogatorio por su papel en transacciones financieras opacas dentro del mercado.
Una investigación de 2022 arrojó luz sobre los corredores que compran créditos de carbono de proyectos forestales en las naciones más pobres y los venden con márgenes significativos. La falta de transparencia en estas transacciones ha suscitado inquietudes sobre la cantidad real de dinero que llega a los proyectos climáticos y el papel de los intermediarios en las ganancias de estas transacciones.
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