Los países ricos le dan largas al financiamiento que reduciría la brecha
Existe una diferencia abismal entre los recursos destinados a financiar la adaptación al cambio climático y lo que realmente se necesita. El último informe sobre la Brecha de Adaptación 2024 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo afirma que casi la mitad de la población mundial se encuentra en condiciones de extrema vulnerabilidad. Tanto como 3.600 millones de personas corren en riesgo de perder la vidas por los efectos del cambio climático. «La brecha sigue creciendo y la adaptación al cambio climático va a la deriva», apunta.
Antes de la COP29 en Azerbaiyán, la trágica DANA de Valencia mostró las letales consecuencias del cambio climático y las necesidades de la previsión y de una buena gestión de riesgo. La falta de financiación, la desigualdad en los avances y los desafíos en la implementación de las medidas de adaptación ponen en riesgo millones vidas Si no se actúa con urgencia las consecuencias serán devastadoras por el aumento del nivel del mar, las sequías extremas, la pérdida de biodiversidad y las migraciones masivas.
Consecuencias devastadoras
De acuerdo con el informe anual de la Organización Meteorológica Mundial, entre 2020 y mediados de 2024, las crecidas han sido el evento extremo más frecuente y los riesgos relacionados con el calor la primera causa de mortalidad. Ocasionaron el 57% de todas las muertes vinculadas con el tiempo, el agua y el clima en todo el mundo. Las tormentas causaron las mayores pérdidas económicas más cuantiosas.
A la adaptación climática se destinan 63.000 millones de dólares, solo una pequeña fracción se destinan a servicios climáticos y actividades de alerta temprana, que son vitales para reducir el impacto de los desastres naturales.
Los informes del PNUMA y de la OMM se publicaron a escasos días de la COP29. Ambos se refieren a la preocupante brecha entre las necesidades de financiación para la adaptación al cambio climático y los recursos disponibles a nivel mundial.
Aunque hubo un ligero aumento en los flujos financieros internacionales destinados a la adaptación en los países en desarrollo, siguen siendo insuficientes frente los severos impactos del cambio climático.
«Eventos climáticos causaron pérdidas humanas y daños significativas en países desarrollados, como las recientes inundaciones en España. Imaginemos el impacto que pueden tener en naciones menos preparadas y con menores recursos», dijo Inger Andersen, directora ejecutiva de PNUMA.
Los países en desarrollo necesitan entre 187.000 millones y 359.000 millones de dólares anuales para implementar medidas de adaptación efectivas. Sin embargo, los flujos de financiación pública están muy por debajo.
De 22.000 millones de dólares en 2021 ascendieron a 28.000 millones en 2022. Incluso, si se cumpliera el objetivo del Pacto Climático de Glasgow (2021) de duplicar la financiación de la adaptación hasta 38.000 millones de dólares para 2025, solo se reduciría en un 5% el déficit.
Mucho más lejos
Los científicos y técnicos del PNUMA cifraban sus esperanzas en la COP29 para incrementar de manera significativa la financiación para la adaptación en los países más vulnerables. La falta de recursos adecuados les impide desarrollar planes y proyectos resilientes a riesgos cada vez mayores. En desarrollo de la cumbre, la ONU presentó un informe adicional que cifraba las necesidades de financiamiento en 1,3 billones de dólares anuales. Sin embargo, solo se aprobaron 300.000 millones anuales, el 23% de lo recomendado por los economistas de la ONU y 59.000 millones por debajo de lo que los expertos del PNUMA estiman necesario para cerrar la brecha.
Para quienes ven el vaso medio lleno fue un triunfo por que triplicó los 100 mil millones anuales que se venían aportando. Los realistas apuntaron que a ese monto se llegó en 2022, dos años después de la fecha establecida, con un proceso inflacionario de por medio. Además, en ese paquete de recursos entra la financiación privada y los préstamos.
El histórico de los flujos de financiación públicos es aún más desalentador. En la COP26 de Glasgow se instó a duplicar la financiación de la adaptación (en ese momento era de 19 mil millones de dólares) hasta al menos 38.000 millones para 2025. El PNUMA reconoce que al 2022 apenas alcanzaba los 28.000 millones.
En las negociaciones de la COP29 quedó claro que los países desarrollados, no mostraron mucha apertura a aumentar la financiación pública y apuestan a que el desembolso venga del sector privado o por vía de préstamos (como hace China).
Retraso significativo
Para cerrar la brecha financiera de adaptación y avanzar en los esfuerzos de adaptación global, PNUMA instaba a la acción inmediata y pedía a los gobiernos que se comprometieran con objetivos financieros más altos en la COP29. Petición que como vimos se atendió a medias.
En su informe subraya la importancia de una financiación creativa. Así como del desarrollo de capacidades y reducción de la brecha financiera para lograr los objetivos globales de adaptación. Dada la creciente amenaza del cambio climático en los países en desarrollo.
Reitera que, a pesar de los crecientes riesgos y la urgencia de actuar, el progreso en la financiación de medidas de adaptación sigue siendo insuficiente. «No es lo suficientemente rápido como para cerrar la enorme brecha entre las necesidades y los flujos», advierte.
Una disparidad que, según los expertos, retrasa significativamente la planificación e implementación de medidas para enfrentar los efectos del cambio climático. Pone en riesgo la resiliencia de comunidades vulnerables y dificulta la mitigación de futuros desastres naturales.
Necesario enfoque innovador
Aunque el PNUMA instaba a las naciones a comprometerse con un nuevo objetivo colectivo cuantificado para el financiamiento, advertía que sería insuficiente. Por lo que recomendaba la incorporación de enfoques innovadores para movilizar recursos adicionales. Debido a que los desafíos para garantizar la adaptación se vuelven cada vez más complejos. «El fortalecimiento de los factores facilitadores fue crucial para desbloquear una financiación innovadora para la adaptación», señala el documento.
La mayor parte de la financiación actual proviene de préstamos con altas tasas de interés que aumentan la carga de deuda de los países en desarrollo. Para satisfacer la creciente necesidad de adaptación, el estudio promueve el uso de herramientas de financiación creativas.
Entre las opciones propuestas se encuentran los canjes de deuda por adaptación, los premios basados en el desempeño y los bonos de resiliencia. Además, el informe aboga por un mayor financiamiento no derivado de la deuda. Como subvenciones y préstamos en condiciones favorables, para aliviar la carga financiera de los países en desarrollo.
El documento también destacaba la necesidad de financiar cambios transformadores en la adaptación. Una respuesta más proactiva, estratégica y sistémica. En lugar de enfoques reactivos, basados en proyectos.
Las iniciativas de adaptación deberían centrarse en las áreas más difíciles de financiar y en soluciones que vayan más allá de las soluciones técnicas incrementales. «Al igual que con la mitigación, destaca la importancia de abordar la adaptación con la misma urgencia», se lee en el informe. En el acuerdo de la COP29 poco o nada se dice sobre el conjunto de recomendaciones de financiamiento creativo de PNUMA.
Panorama sombrío
PNUMA pinta un panorama sombrío del futuro climático si no se toman medidas drásticas e inmediatas. Subraya la necesidad imperiosa de acelerar la adaptación al cambio climático. En especial en las naciones más vulnerables que ya están sufriendo las consecuencias de eventos climáticos extremos como las devastadoras inundaciones en Nepal, Sudán, Nigeria y Chad.
Advierte que el mundo se encamina hacia un aumento de la temperatura global de entre 2,6 y 3,1 °C para 2100, muy por encima del objetivo de 1,5 °C fijado en el Acuerdo de París. En el documento se reitera que la mayoría de los países en desarrollo, que históricamente han contribuido menos al cambio climático, son los que más sufren sus impactos.
Los recientes desastres naturales demuestran que ya estamos experimentando las consecuencias devastadoras de un planeta que se ha calentado cerca de 1,5 °C. Además de la falta de financiación, Naciones Unidas ha detectado en su análisis que 171 países cuentan con algún tipo de instrumento nacional de adaptación, ya sea una política, una estrategia o un plan.
Pero hay 26 países (el 14%) que no tienen ningún tipo de herramienta sobre adaptación. El informe señala que 10 (de los cuales 7 son Estados frágiles o afectados por conflictos) no muestran indicios de tener un plan. En palabras simples, están completamente inermes ante el cambio climático.
Maximizar los beneficios económicos y ambientales
Los países en desarrollo necesitan recursos adicionales para adaptarse a los impactos del cambio climático y reducir sus emisiones. Por lo que el informe insiste en la importancia de la financiación climática. Afirma que, a medida que los efectos se intensifican, los países deben fortalecer sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) antes de la COP30. “Comprometiéndose con reducciones de emisiones más ambiciosas para el 2030 y el 2035”. Un punto que Arabia Saudí logró que se eludiera en la recién concluida COP29.
«Si no se aumenta la ambición en estas nuevas NDC y se empieza a cumplir inmediatamente, el mundo se encaminaría hacia un aumento de la temperatura de entre 2,6 y 3,1 °C a lo largo de este siglo. Tendría consecuencias devastadoras para las personas, el planeta y las economías», advierte el informe.
A pesar del desalentador panorama, el informe ofrece una luz de esperanza. Según los expertos, “todavía es técnicamente posible limitar el calentamiento global a 1,5 °C si se adoptan medidas audaces y coordinadas a nivel mundial”.
Entre las soluciones propuestas se encuentran la expansión de las energías renovables, la implementación de medidas basadas en la naturaleza y una mayor inversión en mitigación y adaptación
Para aprovechar este potencial, se necesitan NDC sólidas, apoyadas urgentemente por un enfoque de todo el gobierno, medidas que maximicen los beneficios socioeconómicos y medioambientales. Y una mayor colaboración internacional, “que incluya la reforma de la arquitectura financiera mundial, una fuerte acción del sector privado y un aumento mínimo de seis veces en la inversión de mitigación”.
Débiles esperanzas
«Si los países más ricos se ven afectados, pensemos por un momento en los países que no tienen la riqueza suficiente para hacer lo mejor que puedan en términos de inversión. (…) Tenemos que animar a todos los países a que den un paso al frente en su hogar, pero también a que den un paso al frente en solidaridad y cumplan los compromisos que ya han asumido en virtud de los acuerdos sobre el clima», apunta la directora ejecutiva de PNUMA, Inger Andersen.
En la COP29 las advertencias de PNUMA tuvieron una fría receptividad. Fue una atípica cumbre del clima que debutó con una desconcertante defensa de los combustibles fósiles y cerró corriendo la arruga de los asuntos más esenciales para la COP30.
Habrá que esperar otro año más con la esperanza de que sea en Brasil donde se defina el futuro de los combustibles fósiles, reducción de los gases de efecto invernadero y financiación de la transición. Mientras la adaptación al cambio climático seguirá a la deriva y 3,600 millones de personas continuarán en riesgo.