La enfurecida tragedia climática comenzó en la ciudad de Utiel y las autoridades tardaron horas en avisar a los habitantes de la zona río abajo
En la zona cero de Valencia se respira vigor e ímpetu: sus gentes apresuran el paso para volver a la normalidad y recobrar lo que en un par de horas, se llevaron las torrenciales lluvias. En medio de los quehaceres de reconstrucción, que no son pocos, queda una estela de tristeza y desolación.
Líderes locales y vecinos siguen preguntándose por las causas de la DANA, si las muertes y los daños tan colosales pudieron evitarse y, si los llamados de alerta se hicieron a tiempo y en la magnitud esperada.
Está claro y lo dijeron los expertos meteorólogos en su momento, que la gravedad de las lluvias y sus posibles consecuencias son difíciles de prever. Argumentaron que la acción directa del cambio climático es un componente adicional y sorpresivo a tomar en cuenta en estos fenómenos climáticos que son rutinarios en esa época del año.
A casi un mes de las torrenciales lluvias, los residentes siguen limpiando el barro que cubrió autos, casas, carreteras y avenidas en varias localidades de los alrededores de Valencia. Muchas calles siguen intransitables, obstruidas por los escombros. Mientras miles de empresas y ciudadanos tratan de sacar fuerzas para reponer lo perdido.
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Otras historias que dejaron las lluvias en Valencia
El 29 de octubre por la mañana comenzaron las fuertes lluvias en Utiel, una tranquila ciudad vitivinícola situada en el curso superior del río Magro, en el interior de Valencia, reseña una investigación de The New York Times.Hacia la 1 de la tarde, las estrechas calles adoquinadas de la localidad ya estaban inundadas con varios centímetros de agua.
Apenas una hora después, una marea fangosa casi alcanzó las ventanas de las casas bajas de la localidad cuando el río Magro se desbordó. Los contenedores de basura y los coches flotaban a la deriva. La ferocidad de la aguas, se apoderó de todo, ante el asombro y miedo de los lugareños.
A las 3 de la tarde, el alcalde Ricardo Gabaldón dijo que había alertado a los bomberos y a la unidad de emergencias militares. “Todo el mundo sabía que nos estábamos ahogando”, recordó. Sin embargo, las autoridades regionales no alertaron a las ciudades y pueblos que se encuentran unas decenas de kilómetros más abajo de que el río estaba furioso y se dirigía hacia ellos, según dijeron los alcaldes.
Horas más tarde, el río Magro los alcanzó.»No sé por qué no nos avisaron», comentó José Javier Sanchis Bretones, alcalde de Algemesí, que fue inundada por la tarde y mató a al menos tres personas.
Las agencias meteorológicas y de monitoreo de ríos emitieron repetidas advertencias desde temprano en el día a las autoridades regionales sobre lluvias torrenciales en Valencia y niveles de agua peligrosamente altos en ríos y barrancos generalmente vacíos o bajos.
Anticipando la tragedia
Aunque esas advertencias no anticiparon la magnitud de la amenaza, el alcance desastroso de las lluvias se hizo evidente rápidamente.
A mediodía, un funcionario de la agencia meteorológica nacional dijo en la televisión española que en una zona, las lluvias ascendieron a cinco galones de agua por pie cuadrado. El torrente presenta un peligro para las personas que viven río abajo, advirtió el vocero, porque podrían inundarlos aunque no esté lloviendo en su zona, creando una falsa sensación de seguridad.
Aún así, las autoridades regionales valencianas, encargadas de gestionar este tipo de emergencias, indicaron que no tenían suficiente información para darse cuenta de la magnitud de la amenaza.
“Si no tuviéramos la información, no podríamos actuar”, sugirió Salomé Pradas, responsable regional de gestión de emergencias.
Sin embargo, Pradas reconoció que no se enteró de la existencia de un sistema de mensajes de texto de emergencia para alertar a la población hasta las 20:00 horas de esa noche, a pesar de que el gobierno regional había puesto en marcha el sistema en 2023. El presidente de la región valenciana despidió a Pradas la semana pasada.
A las 20.11 se emitió una alerta general instando a la población a buscar refugio. Para entonces, muchos residentes estaban con el agua hasta la barbilla. “Cuando llegó la alerta, mi abuelo ya se había ahogado”, contó lloroso Carlos Cervera, de 37 años de edad, vecino de la localidad de Paiporta, cercana a la costa, donde murieron más de 50 personas.
Horas decisivas: la vida y la muerte
Fueron muchas las circunstancias llenas de angustia que hoy recuerdan quienes vivieron la muerte de sus seres queridos sin poder hacer mucho. Como ocurrió en Paiporta, uno de los lugares más afectados por las lluvias en Valencia. El nivel del agua ya había subido antes y nada hacía pensar que esta vez sería excepcional, según indió la alcaldesa, María Isabel Albalat. Ese día ni siquiera había llovido allí.
Ella dijo, según Nytimes, que se dio cuenta de la amenaza alrededor de las 6 de la tarde, después de que un empleado municipal pasara por el canal en Paiporta y le dijera que el agua estaba alta.
Regresó a su casa en la calle central de San Roque a las 6:30 pm, recordó. Las inundaciones ya habían llegado. Rápidamente, la planta baja de su casa se llenó con casi dos metros de agua. Cogió el teléfono, dijo, y llamó a Pilar Bernabé, la representante del gobierno español en Valencia.
“Mi ciudad se está inundando y mucha gente va a morir”, le dijo Albalat.
Eran poco más de las 7 y Bernabé se encontraba en una reunión del comité de emergencia con las autoridades regionales y locales.
Casi al mismo tiempo, Juan Mandingorra, de 93 años y vecino de Paiporta, llamó a su hijo para decirle que el agua estaba saliendo a borbotones dentro de su casa. Su hijo intentó ir hacia él, pero el agua ya había subido demasiado, contó otro familiar. Los vecinos recordaron que había coches flotando en las calles, algunos con gente gritando en su interior.
Alrededor de las 7:30 p.m., el señor Mandingorra se ahogó en la sala de su casa, dijo su nieto Carlos Cervera.
La culpa compartida
En cuestión de horas, tal vez minutos, las tormentosas y trágicas lluvias que cayeron aquel martes en Valencia, hicieron estragos. A las 20.11 horas, el comité emitió una alerta general. Sonaron los teléfonos de todos. “Se debe evitar cualquier tipo de movimiento en la provincia de Valencia”, decía.
En ese momento, Concesión Tarazona Motes, de 74 años, se aferraba a una columna en su apartamento de Paiporta, según dijo su hijo. Había poco más de 30 centímetros de aire entre la línea de flotación y su techo.
Cuando recibió la alerta, la alcaldesa Albalat estaba tratando de salvar a sus vecinos. “Encontré a algunos vivos y a otros muertos”, relató. Solo en su calle murieron cinco personas, entre ellas un bebé y su madre. “No sé por qué no nos avisaron”, añadió, refiriéndose a las autoridades.
Aún no está claro por qué el gobierno regional de Valencia tardó hasta las 5 de la tarde en convocar una reunión de coordinación de emergencia. Y por qué tardó otras tres horas en enviar una alerta masiva.
Mientras, el gobierno regional valenciano ha culpado a la Confederación Hidrográfica del Júcar, el organismo encargado de supervisar las cuencas hidrográficas de la zona. La confederación está controlada por el gobierno nacional español.
Pradas, responsable regional de gestión de emergencias, dijo en la televisión española que se enteró de la inundación del Magro solo cuando el alcalde de Utiel se lo dijo alrededor de las 14 horas. Sostuvo que la confederación del Júcar no había advertido de los «preocupantes volúmenes de agua» antes de esa fecha.
Llorando a las víctimas
Las autoridades regionales también indicaron que no se enteraron de que la Rambla del Poyo amenazaba con desbordarse hasta que ya estaba sobrepasando sus márgenes.
El Gobierno nacional ha negado esta afirmación. Los registros que compartió con The New York Times muestran que la Confederación del Júcar y otros organismos de control siguieron enviando mensajes a las autoridades sobre fuertes lluvias en Valencia y niveles de los cursos de agua más altos de lo habitual. Incluidos los de Magro y Rambla del Poyo, repetidamente a lo largo del día.
Un portavoz del Ministerio de Medio Ambiente, que supervisa la confederación, dijo que, dada la información disponible, el gobierno regional debería haber convocado al comité de emergencia a mediodía, en lugar de esperar hasta las 5 p.m.
Incluso después de que el comité se reuniera, Carlos Mazón, presidente de la región valenciana, llegó con más de dos horas de retraso, según el funcionario del gobierno español que tenía conocimiento de la reunión.
Desde que se produjeron las inundaciones, decenas de miles de personas han protestado en Valencia, algunas exigiendo la dimisión de Mazón. Y quejándose de la lenta decisión de enviar a la UME a socorrer a las personas. Pero, los días pasan y los residentes han dedicado sus esfuerzos principalmente a limpiar los escombros y a llorar a las víctimas.