Entre los estadounidenses se ha impuesto el cinismo y la ironía como expresiones de un humor político que divide, polariza y socava la democracia.
En humor político era una forma de manifestar el descontento ante el poder. Los políticos de nuestros días quieren ser simpáticos, populares. Se han quitado la corbata, y recurren al humor, a veces demasiado “negro” y “cínico”para hacer reír. Desde la comedia griega que en el año 400 aC, hasta stand-up más modernos, el humor ha sido un arma de doble filo en la arena política. En Estados Unidos, la relación entre la risa y el poder ha evolucionado moldeada por cambios culturales y tecnológicos.
Desde la sátira en los periódicos coloniales hasta los programas de comedia nocturna de amplia audiencia, el humor político es válvula de escape y desafío al statu quo o establishment.
Algunos investigadores sugieren que el sentido del humor es innato y no puede ser forzado. Por lo que los políticos deberían ser genuinos en su uso del humor para conectar con su audiencia.
herramienta de poder y resistencia
Platón advirtió en la antigua Grecia sobre los peligros del humor. Creía que podría subvertir el Estado y desviar la razón. Aristóteles, menos radical, lo consideraba inherente a la condición humana y el quehacer humano incluye la política.
El temor de los políticos a ser objeto de burlas no es desconocido. El psicólogo Michael Titze dice que reírse de alguien socava su autoridad y credibilidad. En Estados Unidos ha evolucionado de la sátira en los periódicos del siglo XVIII hasta los programas televisivos contemporáneos.
Publicaciones como The Federalist y The Anti-Federalist Papers utilizaban el humor y la sátira para debatir ideas políticas. Lo consideraban una forma de resistencia intelectual. Con la llegada de la prensa masiva, caricaturistas como Thomas Nast emplearon el humor para exponer y criticar la corrupción de los políticos.
La radio y la televisión transformaron el paisaje del humor político. Programas como Saturday Night Live ( se convirtieron en plataformas para la sátira política, especialmente durante elecciones y crisis nacionales.
El nuevo canal de humor político es Internet y sus múltiples redes sociales. Su poder viralizador, el alcance que logra en poco segundo, hace que sean más fulminantes las caricaturas de antaño.
Doble filo del humor
En las últimas décadas, el humor ha tenido un papel más activo. Lo usan no solo los comediantes, sino también en los programas informativos y de opinión para mostrar su desacuerdo con políticas, acciones y personajes .
El humor político ayuda a procesar eventos difíciles y es una herramienta poderosa para la crítica social, pero puede trivializar problemas serios o construir una atmósfera de cinismo. Asimismo, puede utilizarse para manipular y reforzar las divisiones sociales.
Existen dos perspectivas sobre el humor político: una lo considera como una forma de energía positiva y terapéutica; otra, como una herramienta para crear cismas sociales mediante la burla y la ridiculización.
La política estadounidense ha experimentado una transformación radical en los últimos años. En un discurso está cada vez más polarizado y saturado de ironía, el humor se mantiene como una herramienta relevante en la crítica social, pero sobre todo como un arma que puede ser letal.
La periodista Megan Garber, experta en la intersección de la política y la cultura, advierte sobre la tendencia creciente hacia un humor «cínico y negro» en el artículo «¿Por qué les estamos tomando el pelo?», publicado en The Atlantic.
Socavar la credibilidad
Garber afirma que cuando figuras públicas de alto perfil normalizan el uso de amenazas veladas y tono sarcástico se crea un ambiente en el cual la broma va dirigida al público en general más que a un oponente específico. El humor se utiliza para socavar la credibilidad de las instituciones y de los adversarios políticos. Una dinámica que refuerza una sociedad desencantada y polarizada.
Garber se refiere al caso ocurrido en septiembre cuando un hombre armado con una AK-47 fue detenido cerca del campo de golf de Donald Trump en Palm Beach y que el FBI «un presunto intento de asesinato».
Aunque el incidente puede ser visto como un signo sombrío de los tiempos y un recordatorio de los riesgos de abordar la política como una guerra interminable, Elon Musk lo encontró oportuno para bromear. Tuiteó que nadie intentaba asesinar al actual presidente y vicepresidente.
Garber apunta que aunque Musk se equivocó en su «chiste» (el FBI informó sobre un plan para asesinar a Biden y Harris) y hasta eliminó el tuit, aprovechó una aparición en el programa de Tucker Carlson para repetirlo y provocar la risa y los aplausos de su anfitrión.
Garber afirma que la política y el humor se han fusionado. «Figuras públicas, como Musk y Carlson utilizan la violencia política como chiste, sin vergüenza ni preocupación alguna por las consecuencias. La ironía y el cinismo se han convertido en la norma. Socavan la gravedad de las amenazas y trivializan los problemas serios», afirma..
Arrogancia y provocación vs sinceridad
La política se ha convertido en un juego de burlas y risas. La tragedia y la farsa, la amenaza y el chiste, se entrelazan y se vuelven indistinguibles. La vergüenza y la sinceridad se consideran signos de debilidad; la arrogancia y la provocación, de fortaleza. Las redes sociales han amplificado este tipo de humor. Los mensajes cínicos se viralizan y contribuyen a la hostilidad en el debate público..
Garber dice que personajes como Trump, Musk y Carlson pueden considerar que su alegría es desafiante, pero no los es. «Es aburrida, las masas, sin sentido de humor, ven la violencia, no las risas. El cinismo reina. La tragedia y la farsa, la amenaza que guiña el ojo, el chiste que amenaza, el emoji que llora de alegría y el que llora, todos sangran juntos. La ironía asalta el Capitolio», escribe.
Ninguna afirmación, ninguna broma resultan exageradas. Deportaciones, asesinatos, la sugerencia casual de que Estados Unidos está a punto de tener su propia versión de la Noche de los Cristales Rotos. Invocadas como ideas e implicaciones, podrían ser amenazas o presagios. “Pero, para Trump y a los muchos que le hacen gracia, son simplemente material. Forraje para bromas en un conjunto que nunca termina”.
Garber dice que Trump, “un comediante descuidado”, tiene parte de la culpa. Su estilo de humor, a veces crudo y cruel, trata la política y a las personas involucradas como el blanco de una broma interminable, más que una actuación es un permiso que extiende a otros.
Los estadounidenses se han acostumbrado a ver la política como una comedia negra y los políticos se compenetran plenamente con el papel más allá de la parodia. Han convertido el liderazgo en una broma. Han hecho de la travesura un mandato.
Trolling político
Los políticos, según Garber se están troleando entre ellos y nos están troleando a los ciudadanos. El trolling se ha convertido en una estrategia de campaña y liderazgo. Marjorie Taylor Greene, ganó un escaño en el Parlamento de Georgia convirtiendo el trolling en su estrategia de campaña, también para “destacarse” en los debates legislativos.
Matt Glassman, del Instituto de Asuntos Gubernamentales de la Universidad de Georgetown, dice que siempre ha habido miembros de la Cámara de Representantes que han sido motivo de risa. “Sin embargo, me preocupa la prominencia de muchos de los cabezas de chorlito en el GOP y el comportamiento cada vez más generalizado de cabeza de chorlito”.
El humor es una tradición política estadounidense. Era poderoso y, a menudo, bastante divertido. Pero el trolling, como modo de compromiso político, no es comedia sino su antítesis. Impone una carga cognitiva. El humor y la ironía colapsan bajo la influencia del trolling, y se impone el nihilismo.
Garber explica que el troll es un chiste desquiciado, de términos especialmente turbios. “La trolligarquía requiere constantes actos de traducción para determinar si alguien está bromeando o siendo sincero”, agrega. Los nazis utilizan el trolling para ocultar su racismo como mera ironía. El humor puede ser una poderosa herramienta política, pero el trolling socava cualquier remanente de seriedad en la política.
Mientras más intenso más banal
El trolling se ha convertido en la fuerza dominante en la política contemporánea. Comenzó como una forma de travesura en línea y ha evolucionado hacia una estrategia política calculada. Desde 2008, el trolling se ha intensificado y vuelto más banal. Se ha transformado en una cultura generalizada. A medida que las redes sociales han transformado la forma de comunicar y consumir información, el trolling se ha convertido en una fuerza cultural omnipresente.
Originalmente, los trolls actuaban bajo seudónimos y anonimato, pero como arma política requiere crédito por el caos causado. Garber considera a Trump, el «troll en jefe». Encarna ese estatus como identidad de marca, engañando y humillando a sus oponentes.
Lo que antes era una actividad realizada por unos pocos marginados. Ahora es una táctica utilizada por actores políticos, empresas y personas influyentes para manipular la opinión pública y sembrar discordia. El trolling ya no es una subcultura. Se ha convertido en una cultura generalizada en Internet.
El trolling puede manifestarse como una broma, pero muchos de sus practicantes afirman que sus travesuras tienen fines éticos. Argumentan que pinchan la moral y que salvan a los santurrones de sí mismos.
Su lógica es que corrigen errores sociales al someter a las «élites» a un aluvión de humillaciones «destinadas a revelar que la empatía y la igualdad y otros valores similares no son más que pequeñas mentiras petulantes”.
En ese sentido, puede ser racionalizador, y particularmente poderoso, cuando su lógica se ajusta a la política. Trump dio una vez un discurso bajo la lluvia y se jactó de que el sol iluminaba su actuación.
Sus mentiras son tan casuales y básicas que a menudo no se registran como propaganda, su real identidad. “Su bravuconada es propaganda en su forma más básica y reconocible, abierta, insistente, contundente. Impone su realidad a la que realmente existe”, escribe Garber.
Cinismo como estrategia política
El empleo del cinismo y la ironía como herramientas de lucha política tiene sus raíces en la cultura de los años ochenta, cuando la seriedad comenzó a percibirse como una debilidad, y el cinismo era moneda corriente. Esa actitud cultural ha devenido en estrategia política. Trump se hizo figura pública en esa época, cuando el cinismo y la ironía ganaban terreno. Los utilizó.
Garber afirma que las mentiras de Trump invaden y destruyen; pisotean las verdades que se interponen en su camino con una brutalidad casual y astuta. «Sus bromas pueden ser igualmente dañinas. S reserva el derecho de bromear sobre cualquier cosa. Incluso sobre la vida o la muerte. Una vez que esa actitud se apodera del cuerpo político, se extiende rápidamente. La gente habla de «envenenamiento por ironía» porque la ironía, al final, tiene muy pocos antídotos”, escribe Garber.
No es un chiste
Para la autora del artículo la democracia es una empresa seria. Que exige que le importe a los ciudadanos. Supone que la gente estará en desacuerdo sobre las cosas pequeñas y las grandes. Y que las diferencias se resolverán mediante el diálogo y el debate.
Pero el cinismo hace imposible la discusión. En un ensayo de 2017, Nussbaum se preguntaba cómo se lucha contra un enemigo que sólo está bromeando. Una duda que sigue sin una buena respuesta.
Garber cierra con un párrafo cargado de una dolorosa ironía que retrata el momento actual.
“El viejo cómico con sus insultos sigue en el escenario, ofreciendo la misma rutina a una multitud que ríe y ruge. Roerá a cualquiera que se interponga en su camino. Absorberá los aplausos. Confiará en que, a pesar de toda la frivolidad, la gente pase por alto lo obvio: Cuando la comedia sigue golpeando, cualquiera puede convertirse en el blanco de la broma”.
Lo cierto es que el humor político, cuando se utiliza de forma cínica y destructiva, deja de ser humor para convertirse en un arma. Con consecuencias devastadoras para la democracia. Al normalizar la mentira, la exageración y el ataque personal, socava la confianza en las instituciones y dificulta el diálogo civil. En la política eso no es humor, ni es un chiste, ni causa risa.