La trata de seres humanos, en especial el tráfico y violencia sexual y la explotación de mujeres y niños –esta lacra se extiende también a la trata laboral y la trata delictiva– es un crimen horrendo que utiliza a las personas más vulnerables como simple mercancía que se puede vender y comprar, violando de forma flagrante los derechos humanos.
Es la forma moderna de esclavitud, que denigra y destruye vidas. Sus víctimas han sufrido situaciones atroces y protagonizado historias terroríficas. Cuando salen a la luz, estos casos impactan y conmocionan a la sociedad, pero la mayor parte de las veces se trata de víctimas que resultan difícil de identificar en los contextos de prostitución, de trabajo precario o entre las mujeres con delitos.
Cuesta visibilizar su situación en un contexto en el que la sociedad suele mirar para otro lado. Según Naciones Unidas, la trata de personas es uno de los negocios ilícitos más lucrativos, donde los grupos criminales obtienen milmillonarios de dólares al año, siendo este un negocio considerable que se abastece de la población mundial más marginalizada. No son las mismas circunstancias las de las víctimas de trata en España o Europa que las de las víctimas en Asia, África subsahariana o Latinoamérica.
El informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) referido a 2023 detalla que la guerra y los conflictos ofrecen oportunidades que los delincuentes no dudan en aprovechar. La guerra en Ucrania, por ejemplo, está elevando los riesgos de trata de personas para la población desplazada.
La mayoría de las víctimas resultantes de los conflictos tienen su origen en países de África y Oriente Medio, donde son objeto de trata. Al desglosar las estadísticas por regiones, el informe muestra mayores niveles de impunidad en África subsahariana y el Sur de Asia. Los países de estas regiones condenan a menos tratantes y detectan a menos víctimas que el resto del mundo. Al mismo tiempo, las víctimas de estas regiones son identificadas en una gama más amplia de países de destino que otras.
En Nepal, los traficantes de seres humanos se enfrentan a la firme oposición de Anuradha Koirala, fundadora de Maiti Nepal, una organización sin fines de lucro que desde 1993 ayuda a supervivientes del tráfico sexual. Su misión es combatir la explotación, la violencia y la trata de mujeres y niños mediante programas integrales y de rehabilitación que promuevan la educación, el empoderamiento, la salud y la inclusión social.