Cubre 265 hectáreas, comprende una 200 instalaciones nucleares y más de 1.000 edificios, es el espacio atómico más grande de Europa y tiene la gama más diversa de instalaciones nucleares en un solo sitio
La icónica y multifuncional central nuclear Sellafield -cerca de Seascale en la costa de Cumbria, Inglaterra- adelanta un minucioso y épico proceso de desmantelamiento. Hace dos años se puso fin a sus operaciones, tras más de 60 años de actividad, y actualmente se procede a sacar los peligrosos y altamente contaminantes desechos de sus antiguas instalaciones. Algunas se remontan a los primeros esfuerzos del Reino Unido por producir una bomba atómica.
Lidiando con el legado de un pasado nuclear, un grueso equipo de trabajadores especializados, coloca los desechos nucleares en contenedores que sean seguros a largo plazo. El propósito del desmontaje, según afirma el gobierno británico, es eliminar riesgos intolerables para el medio ambiente; garantizar su limpieza y un entorno seguro para las generaciones venideras. «Estamos dando grandes pasos hacia la creación de nuestro futuro limpio y sostenible”, subraya.
El desmantelamiento de la central nuclear Sellafield es arduo, costoso y peligroso. El sitio cubre un área de 265 hectáreas y comprende más de 200 instalaciones nucleares y más de 1.000 edificios. Es el espacio nuclear más grande de Europa y tiene la gama más diversa de instalaciones nucleares del mundo en un solo sitio. Las autoridades estiman que los trabajos se completen en 2120.
Además de la laboriosidad de la tarea, se unen factores económicos y financieros, que dificultan aún más su continuidad. El costo de gestionar los residuos nucleares más peligrosos de Gran Bretaña ha aumentado casi una quinta parte, hasta 136.000 millones de libras esterlinas, debido a la falta de establecimiento de un presupuesto realista, dice un organismo de control del gasto del gobierno, según The Times.
Cien años para sepultar la central nuclear Sellafield
Sellafield, que alberga alrededor del 85% de los residuos nucleares del Reino Unido, no está ofreciendo una buena relación calidad-precio ya que los grandes proyectos se están retrasando y superando el presupuesto, señala la evaluación de la Oficina Nacional de Auditoría.
El sitio es operado por la Autoridad de Desmantelamiento Nuclear, un ente financiado principalmente por los contribuyentes.
La NDA señala en un informe que es probable que el costo de mantener las instalaciones durante el próximo siglo, cuando está prevista la demolición de la central nuclear, sea de 136.000 millones de libras después de ajustar la inflación. Frente a los 84.000 millones estimados en marzo de 2019, un 18,8% más de lo previsto, pero podría llegar a 253.000 millones en el peor de los casos.
El gasto de Sellafield es tan grande –con costos de más de 2.700 millones de libras al año– que está causando tensión con el Tesoro, sugiere la Oficina Nacional de Auditoría. Los funcionarios del Ministerio de Finanzas dijeron a la NAO que “no siempre estaba claro” cómo tomaba decisiones Sellafield, reseñó The Guardian.
La fecha de finalización del proyecto subterráneo se ha retrasado de 2040 a la década de 2050 como mínimo, lo que significa que Sellafield tendrá que construir más tiendas y gestionar los residuos durante más tiempo. Cada década de retraso en ese proceso de desmantelamiento le cuesta a Sellafield entre 500 y 760 millones de libras, según la NAO. Mientras tanto, el gobierno espera aumentar la generación de energía nuclear, lo que generará más residuos.
Desde 1947 hay materiales nucleares en las instalaciones de Sellafield. Inicialmente fueron utilizadas como parte del programa británico de armas nucleares. En 1956, la reina Isabel II inauguró Calder Hall, la primera central nuclear comercial del mundo.
Riesgos, retrasos y altos costos
Cálculos de la NAO indican que un estanque, el silo de almacenamiento de virutas Magnox, pierde 2.100 litros de agua contaminada cada día. El estanque debía vaciarse en 2046, pero se ha pospuesto hasta 2059. “Sellafield ha demostrado que puede eliminar de forma segura los residuos más peligrosos. Sin embargo no está progresando lo suficientemente rápido como para cumplir sus planes”.
El año pasado, Sellafield desafió al Tesoro y, sin consultarlo, aumentó su plantilla de 11.200 a 12.000 trabajadores. A pesar de los compromisos previos de reducir el número de empleados volviéndose más eficiente, señala el informe.
En un error, Sellafield pagó 2,1 millones de libras más en bonificaciones al personal de lo que debería haber hecho (alrededor de 200 por persona) en 2023. Esto se pagó después de una decisión de gestión que, según la NAO, fue cuestionable.
Sellafield esperaba reemplazar una instalación de pruebas que tiene más de 70 años y está en «muy malas condiciones». Pero después de acumular 265 millones de libras durante más de siete años, el proyecto está bajo revisión en medio de preocupaciones por los retrasos y el estado de los edificios en el sitio.
La NAO dijo que este era el mayor riesgo para el futuro de Sellafield, ya que los trabajadores necesitaban realizar muchas pruebas científicas diferentes con regularidad.
“A pesar del progreso logrado desde el último informe de la NAO, en 2018, no puedo concluir que la central nuclear Sellafield esté logrando una buena relación calidad-precio todavía”, comentó Gareth Davies, director de la NAO.
“Si el rendimiento sigue siendo inferior, el costo del desmantelamiento aumentará considerablemente y los ‘riesgos intolerables’ persistirán durante más tiempo”, añadió.
Un elemento importantísimo en el desmantelamiento de Sellafield es el humano. Cualquier trabajador no puede sumergirse en sus interioridades. Se unen conocimiento, cuidado y cumplimiento de protocolos de seguridad.
Sellafield por dentro
El periodista David Collins va tras bastidores para ver cómo los ingenieros eliminan residuos seis veces más radiactivos que los de la explosión de Chernóbil, con el acompañamiento del cámara Jack Feeney. El equipo reporteril de Sunday Times se adentró en la gran aventura.
“Llevo un casco blanco, un mono gris y botas con puntera de acero, pero tengo la sensación de que debería llevar un traje de astronauta completo para lo que estoy a punto de encontrarme: un almacén en ruinas de los años 60 en una zona remota”, escribió Collins.
El Reino Unido habló de potenciar la fuente nuclear para paliar la crisis energética de 2020-22. Pero, en opinión del periodista, “el proyecto de Sellafield es un recordatorio de que la solución nuclear puede dejar un legado de problemas logísticos a muy largo plazo. Se han cometido errores en el pasado nuclear británico; la limpieza de Sellafield puede darnos la seguridad de que hemos aprendido de ellos”.
En la actualidad, comentó, en Sellafield no se produce energía para la red eléctrica nacional ni material armamentístico. Su función ahora es quizás menos glamurosa, pero esencial: hacer que los residuos nucleares sean seguros.
Trabajando con los materiales más peligrosos
Entre estos residuos se incluyen los restos de las cuatro centrales nucleares de EDF en Torness, Heysham, Sizewell y Hartlepool. Así como materiales radiactivos procedentes de escáneres de hospitales, por ejemplo. Hasta 2018, también se ocupaba de los residuos de otros países: Alemania, España y los Países Bajos enviaban subproductos peligrosos a Sellafield para que los procesaran y los devolvieran en barriles de metal. En un momento dado, Sellafield manejaba 800 toneladas de residuos extranjeros al año a un lucrativo honorario de 1 millón de libras por tonelada.
Acompaña a Collins, el jefe de ejecución del programa del silo Chris Halliwell, un ingeniero químico que se unió a Sellafield hace 15 años en el lanzamiento del proyecto de limpieza y desmantelamiento.
“Entro en la sala del operador y miro a través de una ventana hecha de vidrio impregnado de plomo de aproximadamente un metro de espesor. La ventana protege al operador de la ‘pinza’ de los estragos de la radiación mortal del silo. Es un proceso lento. Es un poco como vaciar un contenedor de basura con solo una cucharilla”, dijo Halliwell.
Gracias a la falta de registros, el equipo tiene poca idea de lo que hay en el fondo de cada compartimento. «Es un poco una lotería cada vez», agregó, mientras la pinza se eleva desde las profundidades de la tierra con la siguiente cucharada del material más peligroso del mundo”.
Collins preguntó a uno de los operarios cómo es trabajar en un edificio en el que una ventana, por gruesa que sea, es lo único que te separa de una muerte segura. Se encoge de hombros. “Uno se acostumbra”, respondió. “Se convierte en una rutina, como cualquier otro trabajo en realidad”.