En la Unión Europea predomina la trata de personas para explotarlas laboralmente en los campos agrícolas, en la industria hostelera o la textil
Carmen Meneses Falcón
He entrevistado a mujeres víctimas de trata –sexual, laboral y delictiva– y al terminar de hablar me invade una sensación de profundo malestar que despierta la necesidad de buscar justicia.
Es cierto que las víctimas que más impactan son las que han vivido situaciones atroces e historias terroríficas. Podemos agradecer que estas víctimas sean muy pocas y casos aislados. Lo más frecuente es que nos encontremos con víctimas que resultan difícil de identificar en los contextos de prostitución, de trabajo precario o entre las mujeres con delitos.
De todas las formas de trata de seres humanos, acapara más atención la trata con fines de explotación sexual, que en muchas ocasiones se confunde con el tráfico de personas o con la explotación sexual. Son conceptos muy diferenciados social y jurídicamente, pero no para la población general, ni para algunos políticos y activistas.
En este sentido, a todas las prostitutas se les identifica como víctimas y a todas las migrantes como explotadas o víctimas de trata. Estas yuxtaposiciones no ayudan a entender lo que sucede a las mujeres ni a atender adecuadamente a las víctimas. Tenemos que estudiar bien lo que ocurre, describir su situación, conocer cómo cambia a lo largo del tiempo, cuantificarlas e intervenir adecuadamente. De todo esto, queda mucho por hacer con rigor y calidad.
La explotación sexual, o la trata con estos fines, es una de las situaciones más duras que puede vivir una persona. Generalmente se habla de mujeres y niñas, pero también la padecen niños y hombres. No olvidemos que la situación es desigual en los países industrializados con relación a los países en desarrollo. No es las misma situación la de las víctimas de trata en España o Europa que las de Asia, África subsahariana o América latina.
En Europa es incorrecto hablar de niñas o niños víctimas de trata, pero se utiliza a menudo para resaltar el problema, pero no es real. Entendemos por infancia los menores hasta los 13 o 14 años, como lo califican disciplinas científicas y de estudio del comportamiento.
En España, como en el resto de países de la Unión Europea, la protección a la infancia es uno de los principios básicos y desarrollado. Nuestras instituciones trabajan para que toda la infancia esté protegida. Por tanto, niñas explotadas sexualmente o menores de 13 años víctimas de trata son escasas en comparación con otras situaciones que vive la infancia, como el abuso sexual o el maltrato. Los casos más hallados, aunque también minoritarios, son de adolescentes entre 15 a 17 años, que pueden ser abusadas, explotadas o victimizadas con finalidad sexual.
Sensacionalismo. Dado que no son realidades muy comunes, más bien puntuales, los medios de comunicación tienden a amplificar cada caso y crean la impresión de que es un fenómeno generalizado.
Dado que no son realidades muy comunes, más bien puntuales, los medios de comunicación tienden a amplificar cada caso, y crean la impresión de que se trata de un fenómeno generalizado en el país. No es así. Existe un trabajo importante sobre los derechos de la infancia y los delitos contra los menores son los más castigados por el Código Penal.
La trata con fines de explotación sexual no es una situación extendida entre los niños y niñas españoles y europeos. Sin embargo, muchas víctimas de trata tienen hijos e hijas que los pueden utilizar para mantener la explotación de sus madres. En ocasiones, sus hijos e hijas han sido agredidos por la red de tratantes, y se debe estar en alerta para darles protección.
Las víctimas de trata en España se estiman alrededor de entre un 10% y un 15% de las mujeres que están en prostitución. El dato sale de algunos estudios realizados y de las memorias de algunas ONG más relevantes que trabajan en España con las mujeres en contextos de prostitución.
Hace pocos días se ofreció desde el Ministerio de Igualdad un texto que erróneamente llamaron macroestudio. Realmente, era un mero análisis de anuncios de prostitución obtenido desde las webs de sexo de pago y analizado con inteligencia artificial. Parece que olvidaron que en noviembre del año 2022 se prohibieron los anuncios de sexo en la web en la Ley de libertad sexual y que ha cambiado totalmente la forma de anunciarse y el mercado del sexo.
En el estudio de los anuncios, se exponía que en España existían 92.000 mujeres en situación de riesgo y 9.000 de alto riesgo, sin explicar con detalle cómo se había llegado a esa conclusión más allá de una serie de indicadores nada rigurosos. En toda investigación social es obligatorio seguir los criterios de rigor y calidad. Supone un agravio para las víctimas de trata con fines de explotación sexual cuando se sobredimensiona o cuando se subestima.
Si se magnifica el problema no atendemos adecuadamente a las mujeres que sufren esta explotación, dominación y esclavitud. No tendremos los recursos necesarios ni adecuados a sus necesidades. Además, habría que ofrecer más explicaciones de por qué si existen esas cifras no han sido detectadas o identificadas por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado ni han intervenido otros profesionales.
Un sesgo importante en los países europeos, y especialmente en España, es la centralidad en la trata sexual como si fuera la única existente. Lo han puesto de relieve organismos de seguimiento europeo de la trata de seres humanos en Europa, como el grupo GRETA.
Olvidamos la trata de personas para explotarlas laboralmente en los campos agrícolas, en la industria hostelera o la textil, por citar algunas. También las personas obligadas a delinquir para lucrar a terceros, es decir, la trata con fines de explotación delictiva y a muchas mujeres jóvenes forzadas a casarse para obtener un lucro. Todas quedan eclipsadas por la trata sexual, que recibe mayor visibilidad y reconocimiento
Debemos mejorar la detección de las víctimas de trata de seres humanos y, sobre todo, atenderlas adecuadamente desde sus necesidades, no desde las que tienen las entidades o la administración.
Carmen Meneses Falcón, doctora en Antropología Social. Profesora del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas.