En una escuela de Sao Pablo se escuchó decir a una psicóloga y a una psicopedagoga, que el consumo matutino de maní en los niños despertaba su entendimiento para aprender. Explicaban a padres y maestros que esa semilla es rica en proteínas y vitaminas que ayudan a equilibrar el sistema nervioso y a generar niveles altos de serotonina en el cerebro. Terminada la charla, decenas de madres corrieron a comprar maní para la merienda de sus pequeños. Esa escena, por ejemplo, es poco frecuente en algunos países como Estados Unidos, donde la prevalencia de alergias al maní en los niños se ha disparado en las últimas décadas
El alto contenido energético del maní también contribuye a disminuir la sensación de debilidad, cansancio y apatía. Es, además, muy valioso para grandes y chicos por ser fuente natural de vitaminas del complejo B, esenciales para la reparación de tejidos y la función muscular. Sin embargo, su ingesta no cae bien a todos, indistintamente de su presentación, como barras energéticas, mantequilla o, simplemente como maní con o sin cáscara.
Las alergias producen picazón, urticaria, hinchazón, eccema, estornudos, ataque de asma. También dolor abdominal, diarrea y hasta complicaciones cardiovasculares en mayores. Las alergias al maní son frecuentes en el Reino Unido, Australia y especialmente en Estados Unidos. Diversos estudios afirman que son una consecuencia, en gran medida evitable. Las políticas sanitarias que recomendaban la abstinencia del maní produjeron una reacción contraria: expandió las alergias.
Las tasas de alergia por país sugieren que las relacionadas al maní son más frecuentes entre los niños estadounidenses. La cantidad de casos se ha triplicado en las últimas dos décadas. Se estima que 1,8 millones de niños son alérgicos al maní.
El maní despierta sabores y también alergias en niños
Originario de América del Sur, como tantos frutos deliciosos, el maní desató un revuelo en la década de 1990. Debido a que los medios de comunicación comenzaron a cubrir historias de niños que morían por alergia al maní y los médicos comenzaron a escribir sobre los alergenos.
En ese momento, recoge Wall Street Journal, estas alergias eran poco frecuentes y en su mayoría leves. En 1999, los investigadores del Hospital Mount Sinai calcularon que la incidencia de las alergias al maní en niños era del 0,6%. Pero a partir del 2000, la prevalencia comenzó a aumentar. Los médicos comenzaron a notar que más niños tenían alergias graves.
La Academia Estadounidense de Pediatría (AAP) respondió a la preocupación pública diciendo a los padres qué debían hacer para proteger a sus hijos. Había un solo problema: los médicos no sabían realmente qué precauciones debían tomar los padres.
En lugar de admitirlo, la AAP recomendó no consumir los cacahuates a los niños de O a 3 años y las madres embarazadas y lactantes.
El comité de la AAP siguió los pasos del departamento de salud del Reino Unido, que dos años antes había sugerido la abstinencia total del maní. Esa recomendación técnicamente era sólo para niños con alto riesgo de desarrollar una alergia, pero los autores de la AAP reconocieron que «la capacidad para determinar qué bebés son de alto riesgo es imperfecta”.
Entonces plantearon que un niño podría ser considerado de alto riesgo si algún miembro de la familia tenía alguna alergia o asma. A partir de entonces muchos padres decidieron esquivar los riesgos y prohibieron el consumo de maní a sus pequeños.
A mayor prohibición, mayores casos
Pese a estos esfuerzos el problema empeoró. En 2004 se observó que la tasa de alergias al maní estaba aumentando. Las visitas a los servicios de urgencias por anafilaxia al maní (una inflamación alérgica de las vías respiratorias potencialmente mortal) se dispararon.
En 2016, el Distrito Escolar Parkway en el condado de St. Louis, Missouri, informó de 957 estudiantes con alergias alimentarias potencialmente mortales documentadas, la mayoría de las cuales eran al maní. La tasa había aumentado un 50% en comparación con solo seis años antes y más del 1.000% en comparación con una generación anterior.
En respuesta, muchas escuelas prohibieron el maní. Muchos líderes de salud pública insistieron en el mensaje de abstinencia. Pensaron que si todos los padres cumplieran con las pautas de la asociación de pediatría, se podría ganar la guerra contra las alergias al maní.
Gideon Lack, alergólogo e inmunólogo pediátrico de Londres, tenía una opinión diferente. En 2000, estaba dando una conferencia en Israel sobre alergias y preguntó a los 200 pediatras presentes: “¿Cuántos de ustedes están viendo niños con alergia al maní?”. Solo dos o tres levantaron la mano. En Londres, casi todos los pediatras habían levantado la mano.
¿Por qué en unos países y en otros no? Encontró que a muchos bebés israelíes se les da un alimento a base de cacahuete llamado Bamba. Lack emprendió un estudio. Descubrió que los niños en Israel tenían una décima parte de la tasa de alergias al maní en comparación con los niños judíos en el Reino Unido. El resultado descartó que la causa no era la predisposición genética.
Lack y sus colegas elaboraron un informe: ‘El consumo temprano de cacahuetes en la infancia se asocia a una baja prevalencia de alergia al producto’ y sus hallazgos dejaron huella.
Un plan pionero en el mundo
Drew White, alergólogo en la Clínica Scripps de San Diego, consideró que el estudio de Lack “es impresionante. Después de que salió, pensamos: ‘¿Cómo vamos a solucionar este desastre gigante?’”, contó el experto. Según Lack, “la AAP debió haber dicho originalmente algo como: ‘No estamos seguros’. Al menos eso habría sido honesto”.
En Australia, otro de los países con altos índices de alergias infantiles por el maní, ahora tendrán acceso a un tratamiento que puede cambiarles la vida. En un programa cuyo objetivo es desarrollar tolerancia a esta alergia.
Es la primera vez que un programa nacional de inmunoterapia oral con maní se introduce en la atención general en cualquier parte del mundo, según la asociación entre el Centro Nacional de Excelencia en Alergias de Australia y el Instituto de Investigación Infantil Murdoch.
El tratamiento, que será gratuito para aquellos que se consideren elegibles, consistirá en que los pacientes reciban “una dosificación diaria cuidadosamente planificada de polvo de maní, tomada en casa, durante dos años”, según el anuncio.
El objetivo general es transformar el enfoque de la alergia desde una estricta elusión del maní a una generación segura de tolerancia y, con suerte, lograr la remisión. “En última instancia, queremos cambiar la trayectoria de las enfermedades alérgicas en Australia para que más niños puedan ir a la escuela sin el riesgo de una reacción potencialmente mortal al maní”, dijo la profesora Kirsten Perrett, directora del Centro y líder de alergia poblacional en el instituto.