El objetivo de la caza ancestral de ballenas se está desdibujando cada vez más en Islas Feroe. La tradición conocida como Grindadràp data aproximadamente del siglo IX, cuando los vikingos nórdicos se establecieron en el lugar. Los habitantes de este archipiélago tenían la necesidad de recurrir a esta práctica para la subsistencia de la población por la falta de suministros. Las primeras leyes creadas para regirlo fueron parte de un decreto de 1298, que abordaba principalmente la cría de ovejas, una de las únicas prácticas agrícolas que apoya el clima húmedo, ventoso y frío de las Islas.
Anualmente cientos de ballenas y delfines que cruzan el Atlántico Norte han sido sacrificados en una especie de teatro al aire libre a orillas del mar. Allí se dan cita muchos pobladores para ser testigos de cómo la sangre de estos cetáceos va tiñendo el agua a medida que son empujados hacia ensenadas para que cazadores entrenados y con licencia lleven a cabo la matanza.
Pero ya no sería la necesidad la que impulsa tan salvaje acto, que en 2022 impuso el grotesco récord de 1.428 cetáceos muertos en un solo día. Actualmente, las Islas Feroe se caracterizan por tener uno de los PIB per cápita más altos del mundo, en gran parte por la producción del salmón de piscifactoría y la pesca comercial para capturas como la caballa y el arenque. El pescado y los productos pesqueros representan alrededor del 90% de sus exportaciones. Las industrias relacionadas emplean aproximadamente el 15% de la fuerza laboral. Más allá de esta «festividad» que puede ocurrir varias veces al año, el océano es pilar del sustento de la nación y una parte clave de su identidad cultural.
Tradición sangrienta
Los feroeses cazan ballenas piloto de aleta larga por su carne y grasa. Las ballenas son delfines técnicamente grandes, que van desde cuatro a más de seis metros de largo, con cabezas bulbosas y colas negras. Cuando se ve una ballena, alguien llama a un Grindadràp y la gente es libre de dejar el trabajo para participar. Los escolares salen de la escuela para mirar. Una vez que los cazadores han matado a las ballenas usando lanzas, comparten la carne y la grasa, que es picada en cubos y llevada en carretillas para hervirla y preservarla.
En las Islas Feroe es una tierra de acantilados volcánicos y nubes marinas donde el viento sopla fuerte. Con pueblos escondidos en valles llenos de musgos. Alí viven cerca de 54.000 personas en 17 de sus 18 islas, algunas de las cuales están conectadas por largos túneles o transbordadores. La cálida corriente marina fluye alrededor de las Islas Feroe desde el suroeste y se encuentra con las aguas frías del Ártico. La vida marina es abundante y diversa, atraída por las temperaturas estables, los mares limpios y la comida abundante.
Los registros escritos de capturas de ballenas y delfines comenzaron en 1584. Aunque con algunas variaciones, como las armas que se usan, la práctica básicamente sigue siendo la misma. También la tecnología y las regulaciones más estrictas han cambiado aspectos del Grindadràp, pero las cacerías todavía se parecen a las de las generaciones anteriores.
Proceso legal
Cuando alguien ve un grupo de cetáceos, deben comunicarlo a la policía central en Tórshavn. La policía notifica a un sheriff local, quien decidirá si convoca a una cacería después de consultar con los líderes de la comunidad. Dependerá, por ejemplo, de si los residentes tienen suficiente carne de una rutina anterior. Lo que no significa que haya un límite oficial de captura en las ballenas piloto de aleta larga.
Son tres sheriff. Uno de ellos se llama Jens Jensen. Se desempeñó durante 40 años como oficial de policía y detective antes de pasar a la floreciente industria del salmón de piscifactoría. En esta oportunidad es el encargado del proceso para la caza de un grupo de cetáceos que ha sido avistado. Después de que Jensen llama a la caza en Hvannasund, le dice a la policía en Tórshavn. Ellos, a su vez, se ponen en contacto con todos los capataces cercanos —miembros de la comunidad a cargo de organizar el viaje y la matanza—. Hay 23 bahías de caza de ballenas autorizadas, cada una con cuatro capataces y dos asistentes de pueblos cercanos.
Los capataces calculan el número de ballenas y descubren dónde conducirlo en función de las corrientes. A menudo, la noticia de que se han visto las ballenas ya ha salido en grupos de Facebook y por SMS mucho antes de que este proceso esté en marcha. Una vez que se da permiso para la caza, personas con botes se dirigen al agua, formando un medio anillo detrás de las ballenas y acorralándolas como ovejas en una bahía, Allí cazadores con licencia esperan en la playa con ganchos de pozo, lanzas y cuchillos.
Permisos para matar
En la actualidad se necesita contar con una autorización que permita a trabajadores expertos matar a un cetáceo de manera rápida y eficiente (5 a 10 minutos). Debe realizarse en la orilla o en bahías poco profundas. El animal es sacrificado con un gancho que atraviesa su médula espinal. Luego, le cortan el cuello. Una vez finalizado el proceso, la comunidad hace un recuento de las provisiones y reparte de manera gratuita los productos entre los ciudadanos a partes iguales, pues está prohibido comercializar la venta de esta carne.
Los participantes reciben un pedazo de papel con porciones escritas en él, dirigiéndolos a una ballena por su número, grabado en cada cuerpo cerca de la oreja. Quien vio el grupo de cetáceos obtiene la ballena más grande. Los capataces, asistentes y sheriff también les toca grandes porciones. Otras se asignan primero a aquellos que participaron en la caza, ya sea en el mar o en la playa. Si queda algo, se distribuye entre miembros de la comunidad.
El mundo académico, la prensa internacional y, sobre todo, grupos de activismo ecologista tienen su mirada puesta en esta práctica por lo sanguinario de la matanza. Las imágenes de la caza muestran a los cetáceos agitándose en aguas teñidas de rojo por la sangre mientras cientos de personas observan desde la playa.
Sostenibilidad y mercurio
El Grindadràp ha sido reconocido como sostenible. La caza habitual de los cetáceos se enfoca en el calderón común. El nivel de amenaza de esta especie es «no preocupante», lejos de estar en peligro de extinción. Sin embargo, para los grupos activistas esta práctica no deja de ser una «masacre desorganizada». Sea Sheperd la describió como «una práctica bárbara». La organización se dedica a intervenir en las cazas para evitar que ocurran. Ecologistas y activistas llevan años intentando frenar la matanza, difundiendo fotos y videos de la masacre en el momento en el que se realiza, para que se visualice la larga agonía a la que son sometidos los animales antes de morir.
A pesar de toda las campañas para que se ponga fin a la matanza, hay quienes afirman que lo único que podría llevar a los feroeses a cesar esta práctica serían cuestiones de salud. Recientes estudios han demostrado que el calderón común presenta altos niveles de mercurio, un componente químico que puede ser dañino para el ser humano. Ante esto, la comunidad isleña ya ha disminuido su consumo y ha recomendado que las mujeres embarazadas no ingieran este producto.
Grupos en contra
Sea Shepherd es el principal actor que lidera la oposición de esta tradición tanto dentro como fuera de las islas. Los grupos activistas, incluido Sea Shepherd, comenzaron a protestar por la tradición en la década de 1980, poniendo al archipiélago bajo escrutinio global. Los ambientalistas se preocuparon por si la caza estaba perjudicando a las poblaciones de ballenas piloto. Casi al mismo tiempo, se lanzaron encuestas de avistamiento para estimar los niveles de población. La Comisión de Mamíferos Marinos del Atlántico Norte, un organismo que comprende las Islas Feroe, Groenlandia, Islandia y Noruega, las ha llevado a cabo cada seis años.
Valiéndose de técnicas de muestreo internacionales estándar, los topógrafos estimaron recientemente que la población de ballenas piloto en el área de Faroes–Islandia era de alrededor de 380.000. Aunque la cifra varía con cada medición, los científicos informan que hay gran cantidad de animales para mantener la tradición feroesa.
En los últimos años, las redes sociales y un aumento en el turismo pusieron la rutina en el centro de atención. Las Islas Feroe ahora reciben alrededor de 100.000 visitantes al año, y la nación a menudo se incluye en las principales listas de destinos por sus paisajes dramáticos. Durante el verano, cuando las aves marinas se reproducen, los amantes estos animales acuden en masa para detectar frailecillos, guillemots y otras especies que anidan por miles en los acantilados. Hilton abrió un hotel aquí en 2020.