De los 8.000 millones de personas que constituyen la actual población del mundo, más de 5.000 millones practican algún tipo de religión
Desde los inicios de la civilización la religiosidad y espiritualidad han sido determinantes en los seres humanos. Se le ha visto como un fenómeno social y ha sido objeto de estudio por la filosofía, antropología, sociología y sicología. Pero muy poco se ha estudiado lo que ocurre en el cerebro de quienes la practican regularmente su creencia. Un grupo de científicos cree que ha llegado la hora de la neurociencia de la religión.
Las religiones engloban las creencias y rituales que conectan a la humanidad con lo sobrenatural, lo trascendental, lo místico y lo espiritual. Basándonos en los registros más antiguos, podríamos considerar que las creencias religiosas en Sumeria (3.500 a.C) y Egipto (3.400 a.C) representan las primeras manifestaciones documentadas de lo que hoy entendemos como religión. Pero ha estado presente en el origen de las diferentes civilizaciones en los cinco continentes.
En la actualidad es prácticamente imposible establecer un número exacto de religiones que se practican en el mundo. Pero según el filósofo Kenneth Shouler, actualmente existen alrededor de 4.200 religiones vivas en todo el mundo. Además de innumerables religiones ya extintas. El cálculo de Shouler, autor del libro “The Everything World’s Religions Book«, es ampliamente aceptado a nivel global.
Se estima que alrededor del 85% de la población mundial se identifica como religiosa. De los 8.000 millones de personas que constituyen la actual población del mundo, más de 5.000 millones practican algún tipo de religión. Aunque la práctica religiosa es un fenómeno social, también tiene un altísimo componente personal. Sensaciones y emociones que activan el cerebro. Lamentablemente es el aspecto menos estudiado por la ciencia.
Al margen
Los neurocientíficos Patrick McNamara , William Newsome, Brie Linkenhoker y Jordan Grafman publicaron un amplio artículo en la revista Nature. En el cual abordan sobre la necesidad de que los neurocientíficos estudien lo que ocurre en el cerebro de quienes profesan alguna práctica espiritual o religión.
Según los autores del artículo por décadas, los estudios sociales han demostrado que las creencias y prácticas religiosas o espirituales pueden tener un impacto positivo. Tanto en la salud como en el bienestar, la cohesión social, la empatía y el comportamiento altruista. También pueden proteger contra el deterioro cognitivo y el abuso de sustancias. Pero la religión y la espiritualidad han sido utilizadas para amplificar conflictos, polarización y opresión. Pese a la importancia de la fe como factor que influye en el comportamiento humano, los neurocientíficos se han mantenido al margen de su estudio. De investigar cómo las creencias de las personas afectan a sus cerebros y viceversa.
Un estudio de 2021 realizado por investigadores de la Red de Salud Pública, Religión y Espiritualidad examinó más de 2,5 millones de propuestas de proyectos presentadas a los Institutos Nacionales de Salud de EE UU desde 1985. Encontró que los términos relacionados con la espiritualidad sólo aparecían en el 0,05% de los resúmenes y el 0,006% de los títulos. Mientras que las palabras relacionadas con la religión aparecían en el 0,09% de los resúmenes y el 0,009% de los títulos.
Los autores del estudio atribuyen la falta de investigación a dos razones. En primer término,siglos de resistencia de las instituciones religiosas al escrutinio. Además del temor a que cualquier investigación sobre la religiosidad o espiritualidad se considere una promoción de una religión concreta (o se le acuse de falta de rigor científico).
Neurociencia de la religión
Los expertos en neurociencias que suscriben el artículo abogan por un cambio. «Para comprender mejor el cerebro humano, así como la religiosidad y la espiritualidad y sus efectos en la vida humana, esta situación debe cambiar», escriben. De donde surge su propuesta de una nueva área de investigación: la neurociencia de la religión. Un campo emergente que puede ayudar a establecer un marco riguroso para el estudio de cómo las creencias y prácticas religiosas o espirituales afectan al cerebro y al comportamiento. Su objetivo no es desacreditar o promover ninguna creencia. Sino comprender los mecanismos neuronales que subyacen a sus efectos.
A lo largo del siglo XX, los antropólogos, psicólogos y estudiosos de lo religioso han investigado y definido las diversas creencias, comportamientos y sistemas sociales asociados a las prácticas religiosas y espirituales en todo el mundo. Los psicólogos utilizan herramientas como el Cuestionario de Experiencias Místicas (MEQ).
Sirve para observar si los autoinformes de una experiencia mencionan un estado de ánimo positivo o un «estado dichoso», paz interior o conexión con los demás o con la naturaleza, y un sentido transformado de uno mismo. Cada factor se puntúa de acuerdo con determinados criterios. Las experiencias con una puntuación alta se consideran religiosas o espirituales.
Los neurocientíficos pueden utilizar esas herramientas junto con técnicas de imagen cerebral como la resonancia magnética funcional (RMf). Para cartografiar la actividad neuronal asociada a todo tipo de procesos cognitivos, sociales y emocionales, también cuenta con los métodos de neuromodulación que alteran transitoriamente la actividad eléctrica del cerebro. Como la estimulación electromagnética. Aunque sólo unos pocos investigadores han hecho de la religión o la espiritualidad el tema principal de su investigación, los estudios que utilizan estas técnicas y otras afines están empezando a producir resultados replicables.
Precedentes
Los autores del artículo recuerdan que, en la década de 1990, los medios de comunicación informaron sobre la existencia de una «mancha de Dios» en el lóbulo temporal. Se basaron en observaciones del aumento de la religiosidad en algunas personas con epilepsia del lóbulo temporal. Desde entonces estudios de imágenes cerebrales demostraron que las experiencias y prácticas religiosas y espirituales, como la oración, están asociadas con la regulación al alza y a la baja de la actividad neuronal en múltiples regiones del cerebro.
Regiones que, en gran medida, coinciden con las redes cerebrales que se modulan durante la meditación de atención plena, y con las que están asociadas a múltiples capacidades de cognición social. Que incluyen la capacidad de inferir los estados mentales de los demás y comprender cómo esos estados pueden influir en su comportamiento (teoría de la mente). La capacidad de distinguir entre uno mismo y los demás, (incluido un yo imaginado mejorado o iluminado); y la capacidad de controlar quién pertenece a un grupo y quién no.
Más evidencias
Las lesiones cerebrales también aportan evidencia que vincula las redes neuronales de la autoconciencia y la cognición social con la religiosidad. Un estudio encontró que personas que experimentaron la extirpación de tumores en el córtex temporoparietal (una región asociada a la autotrascendencia) reportaron una mayor conexión con otras personas y con la naturaleza después de la cirugía. En contraste, aquellos a quienes se les extirparon tumores en la corteza frontotemporal (relacionada con la cognición social) no experimentaron estos cambios.
Los estudios de neuroimagen funcional (fMRI) también revelan diferencias en la actividad cerebral entre quienes practican regularmente actividades espirituales o religiosas. Un estudio de 2023 con 40.000 participantes del Biobanco del Reino Unido encontró que la conectividad funcional entre las regiones cerebrales relacionadas con la autorreflexión y la regulación emocional era mayor en las personas con prácticas religiosas regulares.
Comparadas con quienes practicaban deportes o actividades sociales. Las correlaciones no establecen causalidad. Si la experiencia religiosa da lugar a estos patrones de conectividad o si las personas con ciertas predisposiciones cerebrales son más propensas a la religiosidad. Es una pregunta que requiere mayor investigación.
Efectos sicodélicos
Los autores señalan que, en la última década, estudios de imágenes cerebrales demostraron que las drogas psicodélicas modulan la actividad en varias regiones específicas del cerebro. Las que también se ven afectadas durante las experiencias y prácticas religiosas y espirituales. Regiones cerebrales que están asociadas a capacidades de cognición social, como la teoría de la mente y la comprensión de la mente de los demás.
La mayoría de las drogas psicodélicas afectan a las vías neuronales moduladas por la serotonina. Los datos sugieren que la alteración de la actividad de los circuitos, que normalmente están regulados por la señalización de la serotonina, puede afectar el sentido de sí mismo de las personas, sus sentimientos de conexión con los demás y con la naturaleza, y la probabilidad de que informen de un encuentro con un agente sobrenatural.
Los estudios reportan que los efectos dependen de la dosis de drogas psicodélicas. Con dosis más altas más participantes informan lo que describen como experiencias religiosas o espirituales. Una revisión sistemática de artículos sobre investigaciones de efectos de los psicodélicos publicados entre 2015-2020 indica que muchas personas tienen lo que describen como experiencias religiosas o espirituales después de tomarlas. Los cuales pueden tener efectos duraderos en su comportamiento.
Dificultades
Los estudios sobre psicodélicos han contado con un número reducido de participantes debido a la dificultad y el coste de obtener la aprobación regulatoria de las drogas. Además, de la complejidad que supone proporcionar el necesario apoyo psicológico y evaluación continua. Los hallazgos están respaldados por resultados de encuestas informales realizadas a varios miles de encuestados que tienen experiencia con psicodélicos.
En una de las encuestas, la mayoría de los participantes declaró haber tenido encuentros con entidades sobrenaturales, o informaron de que su experiencia había transformado su sentido de sí mismos. Alrededor del 28% de los participantes declaró que eran ateos antes de consumir la droga. Sólo el 10% afirmó ser ateo después. Los resultados sugieren que las drogas psicodélicas pueden tener un profundo impacto en las creencias y la espiritualidad de las personas.
Nuevas herramientas
Pese a que hay muy pocos investigadores trabajando en el tema y exigua financiación, los hallazgos en neurociencia sobre la religión y la espiritualidad han emergido. Los autores del artículo sostienen que un mayor impulso junto con la adopción de nuevas herramientas tecnológicas podría conducir a una comprensión mucho más profunda de la experiencia humana. La inteligencia artificial, la realidad virtual y otras herramientas tecnológicas podrían utilizarse para obtener una comprensión mucho más rica del tema.
La inteligencia artificial (IA) y los modelos de lenguaje amplio (LLM) son poderosos recursos para analizar grandes cantidades de datos. Tanto de actividad cerebral como de informes subjetivos de experiencias religiosas. Tecnología que podría usarse para identificar patrones de actividad cerebral asociados a la fe, examinar sistemáticamente las experiencias reportadas y comprender mejor las bases neurales de la espiritualidad.
La realidad virtual (RV) también se presenta como una herramienta innovadora para crear entornos controlados que simulen experiencias religiosas o espirituales. Un estudio realizado por los autores expuso a 48 participantes a una experiencia de RV diseñada para inducir experiencias místicas. Sorprendentemente, el 40% de los participantes en la condición de prueba reportaron haber tenido tales experiencias, en comparación con solo el 6% en el grupo de control.
Aunque los autores aclaran que estas experiencias inducidas no equivalen a experiencias religiosas genuinas, su investigación abre la puerta a la exploración de la conciencia y las condiciones que pueden dar lugar a experiencias trascendentales. Técnicas como la neuroimagen y la estimulación cerebral podrían usarse para mapear la actividad neuronal asociada a las experiencias. Mientras que la manipulación del entorno virtual podría ayudar a identificar factores que las promueven.
Mucho que ofrecer
Muchas personas recurren a la meditación o a otras prácticas (que pueden ser espirituales o no) para afrontar el dolor y la adicción. Una mejor comprensión de los procesos cerebrales asociados a la religión y la espiritualidad podría proporcionar herramientas adicionales para tratar el dolor y la adicción. Tanto para personas religiosas como no religiosas.
Invirtiendo en la neurociencia de la religión, los investigadores podrían comprender mejor qué alteraciones se producen (si es que se producen) en el cerebro de las personas en los raros casos en que las creencias religiosas se convierten en acciones radicalizadas u odio sectario; o cuando los lazos de una comunidad religiosa sana se desvían hacia una patología de culto.
El estudio de la religión y la espiritualidad es crucial en un mundo donde las afiliaciones religiosas tradicionales están cambiando y las nuevas generaciones exploran diversas formas de espiritualidad. Para comprender esas transformaciones y su impacto en las sociedades la neurociencia de la religión ofrece un valioso lente.
Patrick McNamara, William Newsome, Brie Linkenhoker y Jordan Grafman, en su artículo presentan un panorama de lo que Neurociencia de la Religión puede ofrecer como vía para comprender la naturaleza de la conciencia, la creencia y la conexión humana con algo más grande que nosotros mismos.
Algunos neurocientíficos están comenzando a colaborar con estudiosos de la religión, por ejemplo, en el proyecto Cognitive Neuroscience of Religious Cognition (Neurociencia cognitiva de la cognición religiosa). Pero para sacar el máximo provecho del emergente campo, se necesitan cientos de neurocientíficos cognitivos e investigadores biomédicos desarrollando estudios en la nueva área.