La fiebre por dudosos proyectos ecológicos, de cero carbono, planes de plantación de árboles, combustibles limpios y compras especulativas están desplazando a los pequeños agricultores y a los pueblos indígenas. En África, los gobiernos poderosos, las empresas de combustibles fósiles contaminantes y los grandes grupos conservacionistas se están abriendo paso a la fuerza bajo el barniz de los objetivos ecológicos y amenazan directamente a las mismas comunidades que soportan el peso del cambio climático.
La tierra es más que eso, es la base de los sistemas alimentarios del mundo. Sin embargo, hay una escalada de los precios y acaparamientos de tierras sin precedentes, que está acelerando la desigualdad y amenazando la producción de alimentos. Hace apenas 15 años, la apropiación de tierras a gran escala tenía un objetivo distinto. Gobiernos de países ricos se hacían de predios en zonas fértiles de países pobres para cultivar y exportar alimentos para sus propias poblaciones.
Fue parte de un fenómeno que implicó la adquisición de 30 millones de hectáreas de suelos agrícolas desde comienzos del siglo XXI, según Land Matrix, una iniciativa independiente que monitorea las compras de tierras en todo el mundo. Sin embargo, esas adquisiciones encabezadas por Estados parecen haber sido reemplazadas por otras formas de expropiación, silenciosas, con frecuencia pequeñas y graduales, en las que el capital extiende su frontera para expandir tanto las propiedades agrícolas, como las áreas de conservación, las inversiones en carbono y los proyectos de energía.
En pocas manos
Un nuevo estudio expone cómo las diversas formas de acaparamiento de tierras han llevado a que los precios de la tierra se dupliquen en todo el mundo desde 2008, y se tripliquen en Europa Central. Todo esto ha supuesto una presión sin precedentes para agricultores y comunidades rurales.
El aumento del precio de la tierra, el acaparamiento de tierras y los programas de reducción de emisiones de dióxido de carbono están provocando un «estrangulamiento de tierras» sin precedentes que amenaza a los agricultores y la producción de alimentos, según un informe de IPES-Food, en el que participaron 25 expertos de distintas disciplinas y países.
El nuevo estudio expone la alarmante escalada del acaparamiento de tierras en diversas formas, como el «acaparamiento verde», los instrumentos financieros opacos y la especulación, la rápida extracción de recursos y la producción intensiva de cultivos de exportación. Desde 2000, se han acaparado en todo el mundo tantas hectáreas de tierras que equivalen al doble de la superficie total de Alemania.
«Acaparamiento verde»
El informe destaca que están surgiendo nuevas e importantes presiones derivadas del «acaparamiento verde» para proyectos de compensación de carbono y biodiversidad, iniciativas de conservación y combustibles limpios. Gobiernos y empresas están adquiriendo enormes extensiones de tierras agrícolas. Estas representan ya 20% de los acuerdos de tierras a gran escala, a pesar de las escasas pruebas de beneficios climáticos.
Las promesas de los gobiernos de adelantar proyectos ecológicos para eliminar carbono de la tierra suman por sí solas casi 1.200 millones de hectáreas, lo que equivale al total de las tierras de cultivo del mundo. Se prevé que los mercados de compensación de carbono se cuadrupliquen en los próximos 7 años. Esta tendencia mundial de tenencia de tierras y de acaparamiento verde está afectando especialmente al África subsahariana y a América Latina, mientras que la desigualdad de tierras crece más rápidamente en Europa Central y Oriental, América del Norte y América Latina, y Asia Meridional. Sorprendentemente, 70% de los terrenos de cultivo del mundo están ahora controladas por solo 1% de las explotaciones agrícolas más grandes del mundo.
A medida que la demanda de tierras sigue sin control, el grupo de expertos afirma que la situación está exacerbando la desigualdad y haciendo cada vez más inviable la producción de alimentos a pequeña y mediana escalas. Esto provoca revueltas de agricultores, éxodo rural, pobreza rural e inseguridad alimentaria. Con la duplicación de los precios mundiales de la tierra agrícola en 15 años, los agricultores, campesinos y pueblos indígenas están perdiendo sus tierras (o se ven obligados a reducirlas), mientras que jóvenes agricultores se enfrentan a importantes obstáculos para acceder a la tierra para cultivar.
Debates
En Bogotá, Colombia, se llevó a cabo una conferencia sobre apropiación mundial de tierras, organizada por la Universidad de Los Andes. Un aspecto positivo fue haber reunido a activistas campesinos que defienden y reclaman tierras y a académicos de universidades de más de 50 países.
Los participantes abordaron lo que ocurre sobre todo en el Sur global. Que tiene, teóricamente, fines ambientales como conservación. Construcción de proyectos ecológicos como molinos de viento, granjas solares e infraestructura hidroeléctrica para obtener energía alternativa. O minería de metales raros para baterías, como en el triángulo del litio en Argentina, Chile y Bolivia.
Diana Ojeda, profesora colombiana en la Universidad de Indiana, en Estados Unidos, dijo que la retórica positiva en torno a estos proyectos suele dejar de lado las consecuencias que tienen en las formas de vida locales. Especialmente de comunidades campesinas, indígenas y negras. También tienen un impacto desproporcionado en las mujeres, niñas y niños que dependen en mayor medida de la tierra para obtener el sustento.
Greenwashing
Los conferencistas cuestionaron la efectividad de los proyectos ecológicos que están causando esta apropiación de tierras. Es que muy a menudo no son más que un lavado de imagen verde. Aunque parece irónico, empresas contaminantes compran créditos de compensación de carbono, que usan para adquirir predios donde plantar árboles en lugares muy distantes para compensar el impacto climático que causan y lograr su objetivo de cero emisiones netas.
Esos proyectos están modificando los paisajes en todo el mundo, desde Brasil a Mozambique, Tanzania o Gales. Pero los árboles se plantan con frecuencia en lugares no apropiados. Así terminan dañando la biodiversidad y las formas de subsistencia de la gente que vive en ellos. El sinfín de proyectos de forestación para capturar carbono también es deprimente. Para que un árbol empiece a almacenar carbono deben pasar años, y muchos mueren antes por incendios forestales, mal mantenimiento o deforestación.
Agencias de acreditación respetadas son blanco de críticas por aceptar proyectos que generan daños locales y fracasan en su objetivo de mitigar el cambio climático. Los esfuerzos bien intencionados de mejorar la integridad del mercado voluntario de créditos de carbono, valorado en 2.000 millones de dólares, pueden resultar insuficientes.
De la prisa queda el cansancio
Otro tema muy debatido por los conferencistas fue cómo responder a la necesidad urgente que representa la emergencia climática sin comprometer vidas humanas, formas de sustento y territorios. Uno de los participante expuso que las poblaciones indígenas locales son las guardianas del ambiente. Están comprometidas a protegerlo de manera compatible con su agricultura y sus sistemas de subsistencia.
Muchos coincidieron en que los debates políticos sobre la tierra llevan bastante tiempo bloqueados en los salones de la ONU o de las burocracias gubernamentales, detenidos por las exigencias del mercado, como la compensación. Por eso las soluciones que se plantean terminan siendo incompatibles con la subsistencia local, porque no toman en cuenta la provisión de alimentos ni las culturas, historias y conexiones de las poblaciones con la naturaleza.
La tierra es tan esencial para la vida de la gente que no puede ser reducida a una simple materia prima. Como se argumentó en la conferencia, las alternativas centradas en la soberanía alimentaria y el cuidado ambiental deben surgir desde abajo, desde las comunidades.
En perspectiva
- 1% de las mayores explotaciones del mundo controla el 70% de las tierras agrícolas del mundo.
- En América Latina, el 55% de las explotaciones más pequeñas ocupa tan solo 3% de tierra.
- Desde 2000, una zona dos veces el tamaño de Alemania se ha adquirido a través de acuerdos transnacionales de tierras.
- Entre 2008 y 2022, el precio del suelo casi se ha duplicado en todo el mundo, y se triplicó en Europa Central y Oriental.
- En el Reino Unido, la afluencia de inversiones procedentes de fondos de pensiones y patrimonios privados contribuyó a que los los precios de las tierras agrícolas se duplicasen de 2010 a 2015.
- Norteamérica lleva 20 años consecutivos de subidas del precio de las tierras. En Canadá son 30 años consecutivos, con picos de 12% en 2022 y otros 8% en 2023. Los precios de la tierra en Iowa, el corazón agrícola de Estados Unidos, se han cuadruplicado entre 2002-2020.
- En 2023, 960 fondos activos especializados en activos agroalimentarios gestionaban más de 150.000 millones de dólares.
- Más de la mitad de los acaparamientos de tierras se destinan a la producción de cultivos que requieren un uso intensivo de agua. Y 87% de los acaparamientos de tierras ocurren en regiones de alta biodiversidad.
- Los fondos de inversión agrícola han aumentado diez veces de 2005 a 2018. Los inversionistas estadounidenses han duplicado sus participaciones en tierras agrícolas desde la pandemia.
- Casi 45% de todas las inversiones en tierras de cultivo en 2018, cuyo valor se aproxima a los 15 mil millones de dólares, procedieron de fondos de pensiones y compañías de seguros. Entre 2005 y 2017, los fondos de pensiones, seguros y dotaciones invirtieron alrededor de 45.000 millones de dólares en tierras de cultivo.
- El «acaparamiento verde» representa ya 20% de transacciones de tierras a gran escala.