Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en el este y hemos venido a adorarlo”.
Evangelio según San Mateo
Una estrella luminosa de doce puntas se elevó por los cielos de Barcelona, España, el 8 de diciembre, para coronar la Torre de la Virgen María de la Basílica de la Sagrada Familia, que iluminará día y noche. La culminación de esta fase de la obra diseñada en 1882 por Antonio Gaudí (1852-1926), coincidió con el Día de la Inmaculada Concepción. El evento fue visto en todo el mundo como parte del comienzo de la Navidad.
La novedad vino acompañada de otro fenómeno estelar, la “estrella de Navidad”, como se denominó al cometa Leonard, que tuvo su momento más brillante entre el 12 y 14 de diciembre, cuando se acercó 35 millones de kilómetros de la Tierra, un poco menos que la distancia que nos separa de Venus. Coincidencias que hacen de las luces de Pascua una manera de reafirmar tiempos de esperanza y de redención para la humanidad.
El primer artista en pintar un cometa como estrella de Belén fue el muralista y arquitecto florentino Giotto di Bondone (1267-1337). El precursor del movimiento renacentista fue testigo del paso de un cometa en 1301. Ese recuerdo lo utilizó cuatro años después para incluir la gran bola de fuego y su estela sobre el pesebre en el fresco La Adoración de los Reyes Magos, también conocido como La Epifanía. La obra es apenas una de las escenas del Antiguo y Nuevo Testamento que pintó el artista en las paredes de la Capilla de la Arena, en Padua, bajo el encargo del potentado Enrico degli Scrovegni, entre 1305 y 1306.
Giotto hizo caso omiso a la tradicional figura de puntas, y optó por la circunferencia llameante y en movimiento, aún sin haberse iniciado los estudios del universo. Dos siglos pasaron para que Copérnico escribiera su primer boceto teórico (1514) y otros 100 años para que el inglés Edmund Halley descubriera que se trataba de un mismo cometa el que surcó los cielos en 1531, 1607 y 1682, razón por la cual el cometa lleva su nombre. Se llamó Giotto la sonda espacial que en 1986 se cruzó con el cometa Halley, en homenaje al artista renacentista que cambió la idea de la estrella de Belén.
Las ilustraciones científicas de Galileo Galilei vuelven a unir la astronomía con el arte: con un precario telescopio ilustró cada planeta que estaba a su alcance. Pero esta observación confundió los anillos de Saturno con estrellas circundantes. Sus bocetos fueron la referencia para que Pieter Paul Rubens (1577-1640) incluyera tres estrellas en su cuadro Saturno devorando a un hijo (1636).
La relación entre ciencia y arte ha sido de mutua retribución. En 1711 el conde Luigi Marsili logró inaugurar el primer observatorio astronómico público de Italia, al convencer a la Iglesia de la importancia de estos estudios cuando le regaló al papa Clemente XI una serie de ocho lienzos (actualmente de la colección del Museo Vaticano) de los planetas y un cometa, encargados al pintor Donato Creti (1671-1749).
Otros pioneros
El primer cuadro en llamarse La estrella de Belén (1890), curiosamente no la representa en el cielo, sino sostenida por un ángel que levita frente a la escena de Jesús, María y José recibiendo las ofrendas de los magos. Se trata de una acuarela y guache de grandes proporciones, considerada para la fecha de su elaboración la más grande del mundo, mide 260 x 390 cm, realizada por Edward Burne-Jones (1833-1898), por encargo para el Birmingham Museum & Art Gallery. Antes de ser enviada a su destino, la obra fue exhibida en la New Gallery de Londres, en la primavera de 1891.
Edward Burne-Jones. La estrella de Belén (1890)
Esta acuarela se deriva de un tapiz. El rector de Exeter College de Oxford, John Prideaux Lightfoot solicita a dos de sus alumnos, Burne-Jones y William Morris (1834-1896) una obra para el College. Sir Burne-Jones crea el boceto La adoración de los Magos (1887) y su reproducción en cartón para el proceso del tejido; esta última pieza forma parte de la colección del Victoria and Albert Museum, Londres.
Al diseño del tapiz se incorporó John Henry Dearle (1860-1932), quien añadió los fondos florales. Dos años se tardó el equipo en tejer el tapiz en lana, seda y con urdimbre en algodón, que hoy día permanece colgado en el Exeter College. Cuando lo terminaron, en 1890, fue tal el éxito de la obra, que implicó diseñar ocho tapices adicionales, uno de ellos, de 1901, incluido en la colección del Art Gallery of South Australia (Adelaide). Las otras piezas se encuentran en el Museo d’Orsay (París, Francia), el Museo Hermitage (San Petersburgo, Rusia), el Museum für Kunst und Gewerbe (Hamburgo, Alemania) y cuatro en el Reino Unido: ubicados en la capilla del Eton College (Windsor), la Universidad Metropolitana de Manchester, el Castle Museum (Norwich), y la Iglesia de Saint Andrew (Roker).
La estrella profética
Si bien estudios recientes revelan que las antiguas pinturas rupestres de Europa se utilizaron para reseñar el paso de cometas y representar con animales las constelaciones, no es menos cierto que el dibujo más antiguo de la estrella de Belén es el fresco Virgen con el Niño y el profeta Balaam, que data del siglo II ubicado en las catacumbas de Priscilla, en Roma, Italia. Aparece mencionado en Estilo on line, en un artículo de la investigadora de arte y crítico María Luz Cárdenas sobre la iconografía de la Virgen María. El profeta apunta con su dedo a la estrella, en alusión a la profecía de la estrella de Jacob:
Balaam debía impedir la culminación del éxodo de Israel, liderado por Moisés; pero en su lugar, bajo la influencia de Dios, le augura prosperidad. Con la visión de la estrella, Balaam revela su segunda predicción: “Yo lo veo, pero no en el presente; yo lo contemplo, pero no cercano: de Jacob se levanta una estrella y un cetro surge de Israel”. ¿Una referencia a la estrella de David? El mesías será “un hijo de la estrella”, que orientará desde el oriente a los reyes magos.
El dibujo más antiguo de la estrella de Belén es el fresco Virgen con el Niño y el profeta Balaam, que data del siglo II, está en las catacumbas de Priscilla, Roma, Italia
Pequeñas curiosidades
También en las miniaturas de los misales o libros de Horas de la Edad Media (libros de oración de personajes de la nobleza) son destacados los grabados de colores vivos y hojillas de oro que hoy día guardan un alto valor para los coleccionistas. En este caso, resalta la forma de representar la estrella en varias de esas joyas bibliográficas: suele esparcir su luz a través de las rendijas de un tejado roto del pesebre.
La imagen es recurrente en las distintas obras realizadas en Francia por Jean Bourdichon, quien fue pintor de corte de Luis XI, Carlos VIII, Luis XII y Francisco I. Estas pinturas se encuentran en las páginas de los misales, también llamados Antiguas Horas, del rey de Francia, Luis XII, que son parte del patrimonio del Museo de Louvre, en París; también en el libro de Ana de Bretaña, así como en el libro de Horas del duque Carlos de Angulema, hijo de Francisco I, el primer rey renacentista, pero en este caso, a diferencia de los otros, el punto de luz más brillante está en el eje central del cuerpo celeste.
Jean Bourdichon - Adoración de los magos
Tres ilustraciones de Jean Bourdichon y una de Guillaume Lambert
En algunos casos, la estela de luz se dirige hacia el niño Jesús, como se destaca en la miniatura del maestro de la iluminación Guillaume Lambert (fechada Lyon, c.1480-90) y que actualmente se está ofreciendo en subasta de la casa Christie´s con un precio de apertura de 9.000 libras esterlinas (más de 11.000 dólares).
Luceros en el paisaje
La estrella como símbolo de luz, como sinónimo de fe y religión, ha estado presente, a través de los siglos, en la interpretación artística, fundamentalmente en el Nacimiento del Niño Jesús, y la adoración de los Reyes Magos, pero el cuerpo celeste lleva muchas otras metáforas que abrigan esperanza en contextos vulnerables para los artistas.
Significó para el artista británico William Turner (1775-1851) una imagen poética cuando pintó el Cometa de Donati (1858), descubierto ese mismo año por el astrónomo Giovanni Battista Donati. El fenómeno fue visible desde agosto hasta diciembre de ese año y la obra que el artista expuso en la Society of Painters in Water-Colors llevó como título “Cerca de Oxford: las siete y media de la tarde, 5 de octubre de 1858”. Está confirmado que ese día el cometa estaba en su punto más brillante.
William Turner. Cometa de Donati (1858)
El 20 de julio de 1860 una lluvia de meteoritos inspiró a Frederic Church (1826-1900) para su obra Meteoro, mismo fenómeno que elevó el numen del poeta estadounidense Walt Whitman (1819-1892) para escribir los versos del poema Años de meteoritos. El paisajista estadounidense también creó una obra sencilla y profunda que llamó The Evening Star, que es el símbolo de la guía en la oscuridad.
Meteoro (1860) de Frederic Church
Frederic Church. The Evening Star 1859
Luz sobre negro
La estrella se hace protagonista desde los claroscuros de Rembrandt (1606-1669) en una obra que sobresale por su misterio y misticismo. The Star of the Kings: a Night Piece (Circa 1652) es un aguafuerte que muestra una procesión nocturna de la Epifanía en una calle de Amsterdam. Todo es vago en esta evocación de la noche, salvo los perfiles de los personajes que transitan por esa calle con tímidos ventanales de luz y un lejano faro en el horizonte. Esta obra fue subastada en Christie’s el 28 de enero de 2021, superando con creces el precio estimado hasta alcanzar casi los 100.000 dólares.
Rembrandt. The Star of the Kings: a Night Piece (Circa 1652)
Fauno con Estrellas (1955) de Pablo Picasso
Tres siglos después otro cuadro reluce sin necesidad del color. Se trata de la obra Fauno con Estrellas (1955) de Pablo Picasso (1881-1973) que se encuentra en la colección del MET Museum. La obra simboliza el romance del artista, representado por el fauno, y Jacqueline Roque, la ninfa que toca la flauta, con quien se casó en 1961.
Los nocturnos de Van Gogh
“¿Cuándo voy a conseguir hacer el cielo estrellado, ese cuadro que siempre está en mi mente?”, escribió en junio de 1888 Vincent van Gogh (1853-1890) en una carta a la pintora impresionista Émile Bernard. El cielo nocturno era uno de sus temas preferidos y así también se lo hizo saber en correspondencias a su hermano Theo.
Tres meses después, pinta el óleo La noche estrellada sobre el Ródano (1889),impresionado por la vista de Arlés en donde contrastan las luces artificiales de la ciudad y el brillo del firmamento. Esta es una de las obras clave del postimpresionismo que se encuentra en el Museo d’Orsay en París.
El artista decía que las estrellas siempre lo ponían a soñar, y encontraba alivio a su desvelo observando la oscuridad y la luz desde su ventana en el sanatorio mental de Saint-Rémy-de-Provence. La noche estrellada (1889) es uno de los íconos del impresionista holandés que está resguardado en la colección del MoMA en Nueva York. En ambos cuadros, los colores brillantes se distinguen. Como le decía en una de sus cartas a Theo: “El pintor del futuro será un colorista como nunca se ha visto”.
En cambio, para Edvard Munch (1863-1944) había que resaltar el estado de ánimo a partir de los tonos y las sombras. De allí que en su Noche Estrellada (1893) abunda el azul para transmitir misticismo y melancolía. La vista es desde el hotel donde el maestro expresionista pasaba sus veranos en la costa de Åsgårdstrand, una estación balnearia cerca de Oslo. Otra versión, esta vez pintada entre 1922 y 1924, desde su casa de Ekely, en Oslo, revela a través de las sombras un amenazante paisaje nocturno (ubicada en el Museo Munch, en Oslo).
Edvard Munch. Noche Estrellada (1893)
El cosmos de Miró
La estrella azul (1927) batió dos veces récord de subastas para una obra del pintor español Joan Miró (1893-1983). La primera vez fue en el año 2007, en París, cuando el martillo marcó los 11,6 millones de euros; cinco años después, en 2012, repitió la hazaña cuando Sotheby’s la vendió en 29,2 millones de euros. El óleo posee el atractivo de ser considerado por el propio artista el punto de inflexión, el tránsito del arte figurativo a la abstracción y surrealismo. Resalta en el cuadro el color que se convirtió en emblema del pintor y que influyó en otros artistas, ese azul que su esposa utilizaba para oscurecer las ventanas y permanecer invisibles ante los aviones del Tercer Reich que bombardeaban la ciudad.
Joan Miró. La estrella azul (1927)
¿Es entonces la estrella una esperanza de paz? Ciertamente es un símbolo constante en la obra del pintor, escultor, grabador y ceramista catalán. Cuando Miró tuvo que huir con su familia de Normandía a España, tras el avance de las tropas alemanas y la amenaza de la Segunda Guerra Mundial, guardó celosamente su portafolio sobre Constelaciones, y aunque en el trayecto perdió algunos bocetos y bienes personales, además de las joyas familiares, siempre llevó consigo este trabajo artístico.
Una de esas obras es parte de la colección del Centro Pompidou, en París: Femme à la blonde aisselle coiffant sa chevelure à la lueur des étoiles (1940), cuyas estrellas transmutan del azul al negro. Estudiosos de la obra de Miró consideran que las constelaciones fueron un recurso del artista para evadir la realidad circundante. Comenzaba a ver los horrores de la Segunda Guerra Mundial, justamente después del fin de la Guerra Civil Española, que desembocó en la dictadura de Franco.
Mujer con la axila rubia peinando su cabello a la luz de las estrellas (1940) Estrella de la mañana (1940)
Estrella de la mañana (1940), realizada en acuarela, óleo y pastel, forma parte de la serie de 23 constelaciones que Joan Miró pintó en ese período. Es la luz de la estrella que vence la oscuridad. Los personajes y figuras celestiales le permitieron a Miró construir un universo propio, lúdico, sutil, dinámico, que busca revertir las tinieblas de esos años. Esas figuras siguen orbitando en su creación cuando crea Dona davant l’estrella lliscant (1974), que en español sería Mujer delante de la estrella fugaz, esta vez en un color verde que contrasta con el resto de la obra en fondo negro.
El drama de la guerra también afectó al escultor, pintor y poeta Jean Arp (1887-1966). El autor de Pastor de nubes (en la Universidad Central de Venezuela) sentía la necesidad de “buscar un equilibro entre cielo e infierno”, un arte que sanara a los hombres de la locura bélica. Quizás inspirado por Giacometti que hacía sus estrellas-flores, y con influencia del dadaísmo, el cubismo y el surrealismo, comenzó a experimentar en los relieves la dualidad de la forma y el vacío.
Su Estrella (1939 – 1960), que resalta por el equilibrio que muestra la forma, sostenida por una de sus puntas como si venciera la gravedad, se ha replicado en distintos materiales densos como el yeso (1939), ejemplar en la colección del Museo Kröller-Müller; en bronce (1956), de la Colección Albright-Knox Art Gallery. Mármol, yeso pintado, bronce pulido son algunos de los materiales que utiliza en sus esculturas biomorfas. Hay una pieza en el Museo de Israel, en Jerusalén e incluso otra que se levanta sobre su tumba en el cementerio de Locarno, en Suiza.
Jean-Arp-Estrella Jean-Arp-estrella-en-bronce
Una Estrella negra (2014) brillaba en la retrospectiva que le hizo el Whitney Museum of American Art a Frank Stella (1936,) en el año 2016. No era la única, porque el artista minimalista ha desarrollado piezas tridimensionales desde la década de 1970 cuando optó por empezar de cero tras ver su trabajo en la exposición que le dedicara el MoMA.
La estrella le permitió jugar entre lo abstracto y figurativo, y pasó de sus cuadros sin marco a la estructura geométrica en un trabajo que ya tiene más de 60 años. Sobre este tema The Aldrich Contemporary Art Museum le dedicó una exposición recientemente que estuvo hasta mayo de 2021.
Señal de advenimiento
Podría ser premonitoria la Estrella fugaz (1947) del pintor estadounidense Jackson Pollock (1912-1956). Este es uno de los primeros cuadros, junto con Gallaxy del mismo año, en los que el artista abandona la pincelada para dejar gotear la pintura directamente desde la lata sobre la tela. El giro hacia el action painting le abriría un campo de originalidad. La Estrella fugaz se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina. Cuando Pollock presenta Gallaxy en la exposición anual del American Abstract Artists comenzó a escalar como uno de los máximos representantes del expresionismo abstracto.
Jackson Pollock. Estrella fugaz (1947)
Sin lugar a dudas, muchos artistas han representado los cuerpos celestes en sus estilos y percepciones particulares, creando universos propios, pero también traduciendo el significado según el contexto y sus emociones. Yayoi Kusama y sus Infinity Mirrored Room, Georgia O’Keefe, Gerard Ritcher, Gustav Klimt, Nicholas Roerich, Fernand Leger, Paul Klee, Sol LeWitt, Alexander Calder, Víctor Vasarely, Rufino Tamayo, Matisse…, podría ser una lista infinita.
Matisse Henri (1869-1954) Calder.-Morning-Star-1943-MoMA
Gerard-Richter-Star-Picture Yayoi Kusama. Infinity Mirrored Room – Filled with the Brilliance of Life
2011/2017. Cortesía Tate
I Want to Fly to the Universe, 2020. The New York Botanical Garden, 2021. Urethane paint on aluminum. © YAYOI KUSAMA. Courtesy of Ota Fine Arts, Victoria Miro, and David Zwirner Victor-Vasarely-Tsillag-1925 Evening-star-Georgia-Okeefe
Luz de Venezuela
Sin embargo, esta reseña no podría estar completa sin mencionar a la artista venezolana Margot Römer (1936-2005) la primera mujer en obtener el Premio Arturo Michelena en el año 1977. Comenzaba en esos años a decantar su trabajo hacia la fragmentación de la bandera, aislando las estrellas como una expresión crítica sobre la violencia y la corrupción. Para la década de 1980 las estrellas tienen personalidad propia. Encerradas en jaulas, moviéndose sobre sus pliegues, flotando o sedimentándose surgen como la musa de un arte objetual.
En 1987 expone La estrella es la estrella, en el Museo de Bellas Artes, con 22 telas de gran formato. El tricolor y el blanco característico es el que destella en sus formas, las vuelve sinuosas y algunas veces eróticas, en otros casos quebradas. La estrella es como el individuo que se pliega o emerge frente a la trama que la circunda. Así, en su mayoría solitarias, representan un paso de luz sobre la oscuridad. Hoy podemos observarlas en la exposición «Margot Römer: desplazando las vanguardias«, que está desde octubre en la Casa de Hacienda, del parque cultural de la Hacienda La Trinidad, con el apoyo de Carmen Araujo Arte, Henrique Faría New York y el Taller de Artistas Gráficos Asociados (TAGA).
Una de las estrellas de Margot Römer expuesta en Carmen Araujo Arte
Cerrando 2021, el artista y fotógrafo Antonio Briceño vino a Venezuela para presentar su Tarot del jardín en cuarentena, un hermoso trabajo en el que las flores, las plantas y los animales se convierten en arcanos y figuras arquetipales. La carta XVII es La Estrella, inspirada en un cactus trepador cuya flor en forma de picos dura menos de una noche, como una estrella fugaz. Describe Briceño que, como un flujo de luz, esta carta representa la esperanza. “… Es una protección, un camino al éxito”.
Antonio Briceño. La Estrella. Tarot
Óleos, acuarelas, acrílicos, hojillas de oro, bronce, yeso, mármol… desde el arte primitivo hasta el renacimiento; desde lo figurativo a lo abstracto, los artistas han revelado en sus creaciones la historia de la humanidad, a través de esos lejanos testigos que viajan por los siglos en el universo. Cada cierto tiempo, los cuerpos celestes se asoman en el arte para despertar las esperanza, los deseos de buenos augurios, las ilusiones y la nostalgia; incluso, la metáfora del individuo que quiere brillar con luz propia en un futuro promisorio.