El Lago de Maracaibo, el más grande de América Latina y el 19 del mundo, se ahoga entre derrames de petróleo y la exacerbación de la vegetación por los fertilizantes. Desde los satélites de la NASA dejó de ser azul profundo como aparece en los mapas y es una degradación de negros con el verde característico de las aguas empozadas y muertas. La naturaleza y los pescadores artesanales son los más perjudicados por la misma desidia ambiental que ha convertido la selva de Guayana en un campamento minero sin ley. El Lago de Maracaibo, el segundo más antiguo de la Tierra, es el escenario del relámpago del Catatumbo.
María Rodríguez, habitante del sector El Bajo del municipio San Francisco, al sur de Maracaibo, afirmó desde hace casi un año los peces y camarones que sacaban del lago están cubiertos de petróleo y sabían a gasolina o gasoil. “Nuestra dieta en cantidad y calidad está gravemente afectada. Antes, si no se pescaba bastante como para vender al menos nos alcanzaba para comer en la casa, pero ya no”. La situación no ha variado.
El Bajo es uno de los sectores más afectados por los continuos derrames de la Refinería Bajo Grande de la empresa Petróleos de Venezuela. Solo en 2020 los pecadores denunciaron más de veinte derrames de hidrocarburos. Calcularon más de 15 kilómetros lineales de costas contaminadas de crudo, gasóleo y gasolina. Los pescadores acabaron en la más absoluta miseria. Una capa negra y grasienta cubre la arena, las rocas, las plantas y toda especie acuática que tuviera el hábitat en la zona.
En la Costa Oriental
A casi 42 kilómetros, en las orillas del municipio Cabimas, el pescador Javier Reyes ha estado a punto de perder su embarcación varias veces. Las masas de crudo trancan el motor. “Es denso. Las redes hay que dejarlas remojando en gasolina para limpiarlas”. Si consigue el combustible.
La Comisión para los Derechos Humanos del Zulia, que monitorea el deterioro social en la región, destacó en uno de sus recientes informes que los derrames han rebasado zonas agropecuarias y afectado potreros y pastos para el ganado bovino. “Cuando caen las lluvias en zonas de Cabimas y Ciudad Ojeda, en la Costa Oriental del Lago, así como en La Concepción, en la costa occidental, las inundaciones arrastran el crudo hasta las calles de los poblados”.
El lago de Maracaibo, cubre e una fosa tectónica, con una extensión de 5.000 millas cuadradas, es el más grande de América del Sur y el segundo más antiguo del mundo.
El lago de Maracaibo en el ojo de la NASA
A pesar de que la degradación del lago de Maracaibo es casi centenaria, en septiembre pasado, la NASA expuso al mundo en imágenes de satélite cómo la fuente acuífera que significó desarrollo y progreso para Venezuela representa ahora más empobrecimiento y contaminación.
“El lago Maracaibo se arremolinaba con tonos de verde, bronceado y gris que trazaban el flujo de corrientes y remolinos. Las fuentes de esos colores fueron las algas, las salidas de sedimentos de los ríos y las fugas de petróleo crudo”, señaló el reporte. La imagen fue obtenida a través de un espectrorradiómetro de resolución moderada en el satélite Aqua de la NASA y luego por el Operational Land Imager en Landsat 8.
La imagen de la cuenca fue difundida por el investigador Eduardo Klein-Salas, científico de teledetección y coordinador del Centro de Biodiversidad Marina de la Universidad Simón Bolívar. “Los derrames de petróleo son múltiples y continuos, y se pueden detectar fácilmente las fuentes”, dijo.
Días más tarde advirtió que frente a la población de Bachaquero un pozo estaba ocasionando una mancha de crudo de más de 20 kilómetros.
Devastación en lo profundo
Las capturas fotográficas, sin embargo, son apenas una muestra de la devastación del lago de Maracaibo. Considerado una de las reservas de petróleo y gas más grandes del mundo, en sus aguas existen más de 15.000 pozos petroleros, no todos activos, y algunas estaciones de gas. Además, 20.000 kilómetros lineales de tuberías submarinas que conectan con la tierra. Ninguna de esta enorme infraestructura de petróleo ha tenido mantenimiento.
“El petróleo se está derramando de muchos oleoductos sumergidos y envejecidos que no se mantienen, en su mayoría ni siquiera están mapeados. Otras manchas provienen de fugas de tanques y recipientes de almacenamiento sobre la superficie, y otras más de plataformas de perforación», declaró el científico marino Frank Muller-Karger.
Los ambientalistas contabilizan unas 50.000 fugas y derrames petroleros, la mayoría en el lago de Maracaibo, entre 2010 y 2016. Solamente en junio pasado, la ONG Aclama registró entre 15 y 30 derrames y botes mensuales
De lentejas y algas, más contaminación
Pero el petróleo no es la única fuente de contaminación del lago de Maracaibo. Se calcula que 160 ríos secundarios que aportan materias contaminantes y sedimentos provenientes de poblaciones cercanas. Los fertilizantes que arrastran y el material orgánicos son nutrientes que propician la aparición de lentejas y algas filamentosas. A estos vertidos se suman los metales pesados de refinerías y ciudades que no cuentan con plantas de tratamiento.
La bióloga Yurasi Briceño, en una entrevista con la BBC Mundo informó que las algas contienen una bacteria capaz de hacer fotosíntesis que crece con nutrientes como nitrógeno y fósforo. Estas hacen que se reproduzcan rápidamente en las aguas del Lago como si fuesen abono. Una tragedia para los pescadores debido a que esta capa verde al bloquear la luz solar impide que la vegetación en el lecho del Lago crezca naturalmente. Sin oxígeno, se reduce la población de peces y otras especies.
La tormenta perfecta
A la actual condición del lago se suman males antiguos como el dragado que permitió la entrada del agua salada del mar, entre los años 1940 y 1960 y el errado manejo de las tierras por parte de la industria petrolera. “El lago de Maracaibo sufre la tormenta perfecta”, dice el investigador Alejandro Álvarez Iragorry, biólogo ambientalista y director de la ONG Cambio21.
Y no ha existido preocupación por el problema ambiental, a pesar de que desde la década de los ochenta la Ley del Ambiente exigía a Pdvsa adoptar estándares de protección ambiental. La falta de atención oficial causaron los tres más grandes desastres ecológicos ocurridos en los últimos 10 años.
Tres derrames más allá
En 2012, el derrame petrolero en el río Guarapiche, en el oriente de Venezuela, se convirtió en el emblema de la contaminación. La ruptura de un oleoducto del Complejo Operacional Jusepín ocasionó la acumulación de tóxicos en parte de la cuenca y en plantas de tratamiento de agua potable. Afectó a más de 500.000 habitantes de la región. El accidente se repitió en 2020.
Seis años después, se vertieron al mar más de 300 barriles de petróleo de la refinería de Pointe a Pierre de la empresa estatal PetroTrin, en Trinidad y Tobago. El crudo que viajó por la corriente local causó daños en el golfo de Paria y las islas de Margarita, Los Roques y Bonaire.
En 2020, un importante derrame equivalente a 20.000 barriles proveniente de la refinería El Palito, estado Carabobo, causó el más severo daño al ecosistema, a lo largo de las costas de Venezuela. Klein-Salas, quien ha sido vigilante de los desastres ecológicos ocasionados por el petróleo, se hizo eco de las denuncias de los ambientalistas. Todavía persisten los daños ocasionados a manglares, cayos y colares del Parque Nacional de Morrocoy, reserva marina del Caribe en el estado Falcón,
El lago sin verde esperanza
En ninguno de los casos ha habido investigación, asegura Álvarez Iragorry. Y tampoco la ha habido en el lago de Maracaibo. No hay verde esperanza en su caso.
En uno de los más recientes derrames que afecta al municipio costero de Santa Rita, entre otros siete municipios, Lizi Echeto, una habitante del sector, dijo que toda la población ha sido afectada de muchas maneras. La mayoría vive de la pesca artesanal, pero ningún funcionario se ha presentado a investigar.
“No tenemos asistencia de autoridades ni información. No se ha acercado ningún ente gubernamental”, dijo mientras miraba cómo las masas de crudo se quedaban en la orilla.