El rugido de la selva se escuchó el 30 de octubre de 1974, cuando Muhammad Alí derrotó a George Foreman ante los ojos del planeta. Una leyenda inmortalizada por el fotógrafo iraní Abbas Atar y el escritor Norman Mailer. Con sus fotografías y con sus palabras.
Textos de Norman Mailer* | Fotografías de Abbas
En el corazón de las tinieblas
«Siempre queda uno atónito al volverlo a ver. No en directo como en televisión, sino de pie ante uno y con su mejor aspecto. Porque el Más Grande Atleta del Mundo corre el peligro de ser nuestro hombre más guapo, razón por la cual no tiene más remedio que entrar en escena la hipérbole kitsch… Alí seguiría inspirando amor y odio. Porque es el Príncipe del Cielo».
Disparos al aire
«Alí tensa el cuerpo y transmite la sacudida a las cuerdas hasta tal punto que Foreman debe experimentar la sensación de estar golpeando el tronco de un árbol que oscila. Parece como si la potencia de Foreman las recorriera y acabara percutiendo en los postes del ring. Ello aumenta la sensación de relajación de Alí… La confianza por ambas partes se traduce en guerra».
Canción del verdugo
«Un enorme proyectil exactamente del tamaño de un puño encerrado en un guante se hundió en mitad de la mente de Foreman, el mejor golpe de toda aquella sorprendente noche, el golpe que Alí se había guardado para su carrera… El campeón cayó por etapas y Alí lo rodeó en círculo cerrado con el guante dispuesto a alcanzarlo una vez más».
En la victoria
«En sus ojos no se observaba ninguna señal a excepción de una pequeña magulladura roja en uno de los pómulos. Es posible que jamás hubiera resultado más apuesto. Tenía la mirada de un chiquillo… En sus ojos centelleaba la luz en todo su esplendor. Parecía, en verdad, un castillo todo iluminado»
—Has hecho todo lo que dijiste que ibas a hacer, le dijo Norman Mailer, rindiéndole un sencillo tributo.
—Sí, ha sido una buena noche. Tal vez reconozcan que ahora soy el profesor de boxeo.
Alí, tras un brevísimo festejo en el ring, conversa en el vestuario con el escritor estadounidense. Más tarde, los dos amigos se separan rumbo a sus próximos duelos. Recuperado, tan altivo como siempre, el nuevo campeón contesta una llamada de Nueva York: «¿Me pregunta usted si estoy contento por haber recuperado el título en África, la tierra de mis antepasados? Hubiera preferido hacerlo en el Madison Square Garden, porque allí es donde se encuentran los verdaderos incrédulos»
*Extraídos del libro El combate (Editorial Contra)
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