Acabamos de cumplir seis meses desde que la OMS declarara como pandemia la COVID-19. Seis meses que han cambiado nuestra vida y nuestras costumbres. Seis meses de incertidumbre, temor y preocupación.
En este nuevo panorama que nunca hemos vivido, nuestras relaciones también han cambiado. Hemos tomado distancia y hasta ciertas precauciones según nuestra edad.
Sin embargo, en este país donde vivimos tenemos la habilidad y la destreza de exagerarlo todo, de elevar al cubo y amplificar cualquier acontecimiento.
No se trata de minimizar una pandemia que ya ha producido 600.000 infectados y mas de 30.000 muertos en España, pero sí de reflexionar sobre nuestro comportamiento y el papel que han jugado los medios de comunicación.
La saturación informativa en la mañana, tarde y noche sobre el virus nos está provocando un hartazgo y un alarmismo innecesario que no nos merecemos.
Claro que debemos informar, pero una sobreactuación como la que vivimos no aporta la serenidad y tranquilidad necesaria para afrontar las verdaderas consecuencias de la pandemia.
En el terreno político seguimos retrocediendo y enfrascados en la descalificación, en el y tú mas y en la exhibición cansina y permanente de las diferencias.
La oposición continúa atrincherada sin aportar ninguna solución ni a la pandemia ni a la grave crisis económica. Mientras que el débil gobierno de Pedro Sánchez busca desesperadamente aliados que le permitan sacar adelante los presupuestos.
El panorama es desolador y provoca una desafección preocupante ante los inmensos retos que nos esperan. Ya no se trata solamente de arrimar el hombro, sino de sentido común y responsabilidad.
Quien no asuma esa responsabilidad quedará retratado y pagará las consecuencias tarde o temprano.
El virus sigue con nosotros y por ahora se va a quedar. Tenemos que perderle el miedo y acostumbrarnos a vivir con él.
Todo lo demás es seguir adelante y poner en marcha los mecanismos a nuestro alcance para que entre todos podamos combatir con más eficacia la pandemia y todas sus consecuencias.
No nos equivoquemos de camino ni de enemigo.
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