La pandemia de la COVID-19 ha asestado un duro golpe a la economía global. El efecto ha sido particularmente perjudicial para los mercados emergentes y en desarrollo. Ante este panorama, se les plantea la necesidad de aumentar la entrada de capital. Y la inversión extranjera directa (IED) puede ser la tabla de salvación para estos países, especialmente vulnerables ante la crisis.
Los efectos del coronavirus están a la vista. Y las perspectivas a corto y mediano plazo son desalentadoras. El mundo se acerca a la mayor contracción desde la Segunda Guerra Mundial. Los países de todo el orbe han entrado en una ola de recesiones sincronizadas. En su conjunto pueden ser las más severas en más de un siglo.
En este entorno, las economías de mercados emergentes y en desarrollo han sufrido salidas de capital sin precedentes. Y ocurre cuando, como grupo, enfrentan su primera recesión en 60 años.
Una salida
En medio de este panorama, las economías en desarrollo deben esforzarse por restaurar y aumentar las entradas de capital, particularmente en forma de inversión extranjera directa (IED), afirma la Vicepresidenta de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones (EFI) del Banco Mundial, Ceyla Pazarbasioglu.
La IED ha sido durante mucho tiempo un elemento clave para los países en desarrollo, ya que suele proporcionar la mayor fuente de financiación externa, más que la asistencia oficial para el desarrollo o los flujos de inversión de cartera. Y de cara a la COVID-19, será crucial para una recuperación pospandemia, destaca Pazarbasioglu.
El obstáculo que se presenta, sin embargo, es que los flujos de IED ya se estaban desacelerando antes del brote de la COVID-19. Este descenso ocurría en medio del creciente proteccionismo y otras incertidumbres que erosionaron la confianza de los inversores. En este sentido, la pandemia solamente agregó un riesgo nuevo y sin precedentes a la mezcla. Esta letal combinación hizo que la confianza empresarial cayera a mínimos históricos. El resultado fue una disminución del 40% en los flujos mundiales de IED.
Rescatar la confianza
El reto, especialmente para las economías emergentes y en desarrollo es revivir la confianza. Es una tarea difícil, pero no imposible. Un informe del Banco Mundial arroja luz útil sobre lo que podría requerirse para aumentar los flujos de IED.
Señala que 2.400 ejecutivos de negocios encuestados en 10 principales países de mercados emergentes informaron que los bajos impuestos, los bajos costes laborales y el acceso a los recursos naturales son menos importantes para sus decisiones de inversión que la estabilidad política y económica y un entorno legal y regulatorio predecible.
En resumen, los tres principales impulsores de las decisiones de IED están completamente bajo el control de los gobiernos.
Los formuladores de políticas en las economías en desarrollo deberían aprovechar la oportunidad, dice Pazarbasioglu. Deben hacerlo tan pronto como se supere la emergencia médica inmediata.
Estos mercados surgirán de la crisis muy endeudados y con un espacio fiscal limitado para pagar la reconstrucción que se avecina.
Tienen la posibilidad de mejorar los incentivos a largo plazo para flujos de IED sólidos hacia sus economías. También están a tiempo de establecer políticas complementarias para garantizar que los flujos de IED no exacerben la desigualdad al beneficiar principalmente a los trabajadores mejor educados y mejor calificados, explicó.
Reglas de juego claras
Mejorar la transparencia y reducir la discreción burocrática es un primer paso importante para los gobiernos de las economías en desarrollo. Esto puede hacer que las perspectivas comerciales sean más predecibles y menos riesgosas para las empresas.
Los gobiernos pueden fortalecer la transparencia mediante consultas sistemáticas con el sector privado y otras partes interesadas. Pueden desarrollar portales de información para hacer que las leyes y reglamentos sean de acceso público. Deben articular disposiciones legales y procedimientos administrativos claros y específicos relacionados con la IED, explica.
Una investigación del Banco Mundial muestra que la reducción del riesgo regulatorio para los inversionistas tiene efectos claros en los flujos de IED, incluso más que los efectos de la apertura comercial.
La reducción de un punto porcentual en el riesgo regulatorio tiende a aumentar la probabilidad de que un inversor ingrese o se expanda en un país anfitrión en hasta 2%. Por el contrario, el aumento de un punto en la relación comercio/PIB del país anfitrión aumenta la probabilidad en no más de 0,6%.
Mayor competitividad
La competitividad de las inversiones y la buena gobernanza han sido importantes marcadores de progreso para los países en desarrollo mucho antes de que comenzara la crisis, destaca Pazarbasioglu.
La COVID-19 ha elevado la urgencia de mantener y apuntalar estos indicadores, agrega. La magnitud y la escala de la crisis requieren que los encargados de formular políticas empleen todo su arsenal de herramientas de políticas para restablecer la confianza de los inversores.
Pazarbasioglu concluye que las autoridades «deben estar a la altura de las circunstancias, actuando de manera rápida, decisiva y colaborativa«.
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