Por Efe
17/07/2016
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El 17 y 18 de julio de 1936 una parte del ejército español apoyado por diversas fuerzas políticas se sublevó contra el gobierno de la República y, al triunfar sólo en una parte de España, dio comienzo a una Guerra Civil que terminó el 1 de abril de 1939, con la derrota de los republicanos.
La acción que dio comienzo a la sublevación sucedió hace ochenta años, el 17 de julio de 1936, cuando los oficiales de la guarnición de Melilla comunicaron el momento de la sublevación.
El golpe de Estado se había estado preparando durante meses por altos mandos del ejército, como los generales Gonzalo Queipo de Llano, Emilio Mola, José Sanjurjo, y elementos civiles, que la aceleraron tras el triunfo electoral de la coalición de izquierdas del Frente Popular el 16 de febrero de 1936.
Hasta la sublevación, España vivió un aumento de la agitación social en las ciudades y el campo, que dio paso a numerosos actos de violencia y represalias de una parte y otra. El deterioro político y social sirvió finalmente de justificación para los sublevados.
En esa espiral de confrontación alimentada por casi todos, el levantamiento militar del 17 y 18 de julio cerró, definitivamente, cualquier posibilidad de reconciliación política.
Con el alzamiento militar en Melilla el 17 de julio, una parte del Ejército, a cuyo frente se situó el general Francisco Franco desde África y contando con el apoyo de varias plazas militares, se sublevó contra el gobierno de la República.
Las autodenominadas fuerzas nacionales comenzaron su campaña con el transporte de las tropas acantonadas en el norte de Marruecos (entonces colonia española) e islas Canarias hacia el sur de la península, al mismo tiempo que los militares insurrectos declaraban el estado de guerra en las diversas zonas y localidades con guarniciones controladas.
La sublevación triunfó en Galicia, Navarra y Castilla-León y ciudades como Oviedo, Granada o Zaragoza, apoyada por los monárquicos tradicionalistas, la Falange, y amplios sectores de las derechas.
La rebelión fracasó, en cambio, en Madrid, Cataluña, Levante, Castilla-La Mancha, Murcia, y en la zona oriental de Andalucía.
Tampoco triunfó en el resto de Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el nacionalismo vasco acabó apoyando a la República.
En las grandes ciudades, los sublevados fueron derrotados por las fuerzas militares leales al gobierno constitucional y las milicias de los partidos de izquierda y anarquistas.
Los fracasos más notorios tuvieron lugar en la ciudad de Madrid, donde a las fuerzas regulares se sumaron las milicias obreras que fueron armadas, y en Barcelona, donde una peculiar colaboración de la Guardia Civil, la anarquista CNT y la Guardia de Asalto (policía nacional republicana) vencieron a los sublevados.
El triunfo parcial de los «nacionales» en el país condujo entonces a la división de España en dos zonas y consecuentemente, al comienzo de la Guerra Civil.
La contienda acabó en 1939 con la victoria de los sublevados que dio paso a la dictadura del general Francisco Franco que se prolongó hasta su muerte, en noviembre de 1975.