Sicilia, la isla más grande y poblada del Mediterráneo y, depositaria de una cultura avasallante, atraviesa por una sequía tan extrema y extensa, que amenaza con la pérdida del 50 % de la producción agrícola. A las empresas y trabajadores del campo se les acaban las ideas, posibilidades y recursos para hacer frente a esa caótica situación.
La historia reciente de Sicilia ha cambiado radicalmente por la crisis climática que ha tocado a su puerta poniendo en riesgo sus medios de subsistencia. La economía de esa región del sur de Italia está fuertemente ligada a la agricultura y la ganadería. En sus tierras despuntan tradicionalmente los sembradíos de cítricos, cereales, aceitunas, frutos secos, hortalizas y viñedos; consecuentemente está la producción de vinos para la exportación. La ganadería ovina y caprina también son fuente importante de la riqueza de la zona, junto a la pesca.
Las altas temperaturas, olas de calor persistentes y las bajísimas precipitaciones han secado sus acuíferos, cultivos, rebaños y en la cadena alimentaria, el ganado se ha visto afectado e incluso a los pobladores.
Según las autoridades, las precipitaciones han disminuido más de 40 % desde 2003. En los últimos 6 meses de 2023 solo cayeron 150 mm de lluvia y la tendencia se ha mantenido en 2024. Sicilia entra a una “zona roja” que la asemeja a Marruecos o Argelia por su prolongada sequía.
El 70 % de su superficie se encuentra en estado de vulnerabilidad ambiental medio-alto. En ese sentido, el gobierno de Sicilia instó al Ejecutivo central italiano y a la Unión Europea a “reconocer condiciones de fuerza mayor y de circunstancias excepcionales para todo el territorio”.
La sequía asedia las tierras en Sicilia
Luca Cammarata, dueño de una granja de cabras, confió que nunca había experimentado una sequía tan profunda como ésta. “Si las cosas continúan así”, comentó, “me veré obligado a sacrificar mi ganado y cerrar mi granja. No hay agua para que beban los animales y un granjero no puede soportar ver a sus animales morir de sed”.
La situación es dramática, sostuvo Luca junto a otros agricultores y granjeros de la zona, recogió The Guardian. Desastre climático que está poniendo de rodillas a ganaderos y agricultores en todo el territorio y que se está extendiendo al resto de la comunidad. Se trata, en particular, de las provincias de Agrigento, Caltanissetta, Enna, Palermo y Trapani. Y, en menor medida, las de Messina, Catania, Ragusa y Siracusa.
En mayo, el gobierno de Roma declaró el estado de emergencia por la sequía en Sicilia y asignó 20 millones de euros en asistencia, muy por debajo de los 130 millones solicitados por el gobierno regional.
Con antelación, el 9 de febrero, el presidente de la región de Sicilia, Renato Schifani, declaró el estado de catástrofe natural en todo el territorio, donde las precipitaciones ya eran escasas desde el otoño de 2023. Y las temperaturas superiores a la media -alcanzó los 48 °C- habían reducido el agua superficial y descargando los acuíferos.
Las altas temperaturas inevitablemente empeorarán con la llegada del verano. En otros tiempos los termómetros oscilaban entre 30 °C a 40 °C. La falta de lluvia es sólo una cara de la moneda de la sequía en Sicilia. El otro gran problema son los años de falta de intervenciones estructurales en embalses y redes de agua. Incluidas presas incompletas y estructuras ruinosas.
Descuido y desinversión
Christian Mulder, profesor de ecología y emergencia climática en la Universidad de Catania en la isla es poco optimista sobre el futuro de Sicilia. Y criticó a las autoridades regionales y nacionales por sus graves fracasos en abordar la crisis climática.
«Para 2030, un tercio del territorio de Sicilia se convertirá en un desierto, comparable a las tierras de Túnez y Libia», afirmó Mulder. “Toda la franja que da al Canal de Sicilia (las aguas que separan Sicilia de África) está condenada a la desertificación. Los antiguos árabes que alguna vez habitaron la isla habían ideado con éxito formas de gestionar el agua. Sin embargo, estos antiguos acueductos no han sido mantenidos ni actualizados. Sicilia se enfrenta ahora a las consecuencias concretas de décadas de mala gestión de los recursos hídricos”.
Tradicionalmente, el agua potable en la isla proviene de acuíferos, capas de rocas subterráneas saturadas de agua. Mientras que el agua para la agricultura se almacena en grandes tanques construidos después de la Segunda Guerra Mundial. Ambos sistemas dependen de precipitaciones invernales cada vez más escasas.
Durante tres décadas se ha descuidado el mantenimiento esencial de la red de riego, lo que ha disminuido la capacidad de los embalses de la isla.
“Antes teníamos estanques artificiales para que el ganado pudiera beber durante el pastoreo”, recordó Cammarata. «Pero debido a la sequía y las altas temperaturas, todos los pequeños estanques artificiales se han secado».
En octubre de 2023, las temperaturas medias en la isla oscilaron entre 28 y 30 °C, con picos que alcanzaron los 34-35 °C, lo que lo convirtió en el octubre más caluroso en Sicilia de los últimos 100 años, con el componente de una sequía extrema.
Verano, incendios, futuro incierto
Pero el verdadero problema llega en verano, cuando las temperaturas se elevan y oleadas de incendios pulverizan la poca vegetación que queda. El año pasado, según una estimación realizada por la agencia regional de protección civil, los incendios causaron daños por valor de más de 60 millones de euros. Más de 693 hectáreas de bosques en la isla fueron destruidas. “La situación empeora cada día”, señaló Liborio Mangiapane, un agricultor de Agrigento. “La situación se agrava. Es una tragedia”.
Sicilia, Malta y España se encuentran entre las regiones mediterráneas más afectadas por condiciones de sequía severa. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas ha pronosticado que las olas de calor y las sequías afectarán cada vez más a estas áreas en las próximas décadas.
La producción agrícola a nivel nacional disminuyó un 1,8% en 2023 debido al impacto de la emergencia climática, indicó agencia nacional de estadística. El organismo informó descensos en la producción de vino del 17,4% y en la producción de frutas del 11,2%. Coldiretti, la asociación de agricultores más grande de Italia, se esfuerza por apoyar a los agricultores echando mano de sus propios bolsillos para comprar agua con el fin de rellenar lagos artificiales. Pero este esfuerzo es insuficiente.