Una sequía sin precedentes compromete a más de la mitad de Brasil. Varias investigaciones, soportadas en imágenes satelitales, revelan que alrededor del 55% de su extenso territorio, se encuentra en estado crítico por ese fenómeno climático extremo. Los analistas aseguran que se trata de la peor sequía desde 1950 y su paso prolongado está afectando brutalmente en la vida de sus habitantes: escasez de agua y de alimentos, aislamiento entre poblaciones y cuantía elevada de incendios forestales.
Autoridades y científicos están alarmados por las secuelas de las altas temperaturas y ausencia de lluvias. El área afectada por la sequía se estima en 4,6 millones de kilómetros cuadrados, abarcando principalmente las regiones Centro-Oeste, Sudeste y Amazonía. Señalan informes oficiales que el impacto de la sequía es visible en 12 grandes ríos del país, tres de ellos en estado crítico: el río Paraguay, el río Paraná y el río Amazonas. Los caudalosos ríos se están secando y los lugareños caminan por bancos de arena caliente sobre los que antes había agua. Las embarcaciones quedan desnudas y atascadas sin poder navegar. Los animales sufren de sed y mueren quemados.
Imágenes aéreas y satelitales no solo recogen grandes extensiones secas sino innumerables incendios forestales en gran parte del país. El humo afecta la salud de millones de personas y tiñe de naranja y rojo los atardeceres. Todo ello es reflejo de la peor sequía que azota Brasil en las últimas décadas, aseguran los expertos.
En el Centro Nacional de Vigilancia y Alerta de Desastres Naturales ya sabían que la sequía iba a ser grave este año. En su más reciente nota técnica confirmando la gravedad del problema.
Histórica sequía en Brasil, las causas
Ana Paula Cunha, investigadora del Cemaden y especialista en sequías, señala que «una vez analizados diferentes datos, llegamos a la misma conclusión: se trata de la sequía más extensa, la más intensa y la más prolongada» registrada en Brasil en décadas.
El Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha decretado “situación de emergencia” en 62 municipios por la sequía y los incendios forestales.
Si bien la sequía se intensificó entre los meses de mayo y agosto de 2024, el seguimiento del Cemaden indica que el fenómeno comenzó a manifestarse en el segundo semestre de 2023. Especialmente en el rango que va desde Acre y Amazonas hasta Sao Paulo y el Triángulo Minero.
Como resultado, muchos municipios ya han enfrentado condiciones de sequía durante 12 meses consecutivos, lo que ha reducido significativamente los niveles de los ríos y aumentado el riesgo de propagación de incendios. Esta sequía es una de las más largas de las últimas décadas, sostiene el Centro Nacional de Vigilancia.
Las causas de la sequía son el resultado de una combinación de factores que abarcan diferentes escalas espaciales y temporales. En primer lugar, la última temporada de lluvias fue deficiente en toda la zona centro-norte del país, debido a la acción del fenómeno El Niño.
A ello se suma que la última temporada de lluvias débiles no logró reponer la humedad del suelo y la vegetación. Tampoco logró recargar los acuíferos, manteniendo niveles de los ríos por debajo de los esperados. Esta situación creó un ambiente favorable para la propagación de grandes incendios.
Cambio climático y deforestación
A estos factores se adicionan el cambio climático, que está generando un calentamiento progresivo de la atmósfera y que tienden a producir secuencias más largas de días sin lluvia. Y, el uso del suelo. que, al sustituir áreas forestales por áreas dedicadas a la agricultura o pastos, degrada una importante fuente de humedad, tanto en el aire como en el suelo. Esta circunstancia, como un círculo vicioso, conlleva una reducción de la humedad ambiental y, en consecuencia, de las precipitaciones.
“En la Amazonía, los impactos cambian según las características de cada ecosistema, pero la deforestación se siente en todo”, señala el biólogo de la Universidad de Sao Paulo, Luiz de Queiroz. La deforestación que ha tenido en jaque a buena parte del territorio brasileño, especialmente durante el gobierno de Bolsonaro, impacta brutalmente n la vida de la población.
La sequía profunda y extensa es parte de esas secuelas y hoy alrededor del 55% del país enfrenta esas condiciones climáticas extremas. Un área de aproximadamente la mitad del tamaño de Estados Unidos. Mientras los ríos de la cuenca del Amazonas están fluyendo a mínimos históricos. Tres de los seis vastos ecosistemas que definen el país (el Amazonas, el Cerrado y los humedales del Pantanal) están resecos y ardiendo.
«Nos enfrentamos a una de las peores sequías de la historia», agrega Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigaciones Ambientales del Amazonas. Los incendios son los más extremos desde 2005 y continuarán hasta que lleguen las lluvias, que suelen ser en octubre, pero ya no son una garantía. «No sabemos si va a llover», comenta.
Pérdida en la producción agrícola
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales del Brasil ha registrado 53.620 los incendios en 2024. Un 80% más que en el mismo periodo de 2023, cuando se registraron 29.826. El número de incendios entre el 1 de enero y el 27 de agosto de 2024 es el más alto para este período desde el 2010. En agosto llegan a 38.266 quemas.
Los datos del Laboratorio de Aplicaciones de Satélites Ambientales, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, muestran récords en una serie de mediciones que comenzó en 2012. Este año se han quemado cerca de 21,7 millones de hectáreas en la Amazonía, el Cerrado y el Pantanal. Las cosechas de caña de azúcar, café, naranjas y soja están en riego si lluvias en octubre son inferiores al promedio.
En el estado de Sao Paulo, al menos 231.830 hectáreas de caña fueron alcanzadas en magnitudes diversas por los fuegos, según la Unión industrial de caña de azúcar. Y la mitad debe todavía ser cosechada en los próximos meses.
“Donde la caña de azúcar quedó de pie, prevemos que la productividad caerá a la mitad”, apunta José Guilherme Nogueira, director de la Organización de asociaciones de productores de caña de Brasil. En Minas Gerais (sureste), estado responsable por 70% del café arábica brasileño, los caficultores esperan también la llegada de las lluvias, necesarias para el florecimiento de los arbustos. Y la formación de los granos de café que serán cosechados el año próximo.
Cosechas a pique
“Falta agua en los suelos. Es el peor déficit hídrico en 40 años”, lamenta José Marcos Magalhaes, presidente de Minasul, la segunda mayor cooperativa del país. Hasta el fin de septiembre, “tiene que haber lluvia de buena intensidad para que haya esperanza de una cosecha normal en 2025”, dice. Ya la zafra 2023-2024, a punto de acabar, se vio perturbada por las condiciones climáticas adversas recientes.
Concentrada en los estados de Sao Paulo y Minas Gerais, la producción de naranjas, destinada en gran parte a la industria de jugos, también debe sufrir por la sequía en Brasil. Después de anunciar, en mayo pasado, que la cosecha 2024-2025 caería a su nivel más bajo en tres décadas, la asociación de productores de cítricos de Brasil Fundecitrus rebajó aún más sus previsiones. Y estima un retroceso -frente al año pasado- de 29,8% en la producción, ya afectada por una enfermedad bacteriana.
La soja, pilar de la fuerza política y proyección internacional del agronegocio brasileño, tampoco se salvó. Su producción debe bajar este año 4,7%, según la Conab, debido a la sequía pero también a las lluvias torrenciales que cayeron en abril y mayo en el estado Rio Grande do Sul (sur). Ahora la sequía está retrasando las nuevas siembras.