Por Benito Guerrero
22/08/2017
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¿Qué tiene Tarragona que es capaz de enamorar y fidelizar al turista? Sin duda, sus tres Patrimonios de la Humanidad –el legado arqueológico de la Tarraco romana, la dieta mediterránea y los castells– son un poderoso atractivo. Pero también su bullicioso casco antiguo, sus playas, su clima, su animado puerto, su sabrosa gastronomía… y sus gentes. Un variado cóctel de emociones
capaz de hacer que quien la prueba, repita. Y algunos, como estos tres turistas británicos, ya han hecho de ella su segundo hogar.
Al llegar las vacaciones, hay dos tipologías de turistas: a quienes les gusta cambiar con frecuencia de destino, para conocer nuevos lugares… y quienes prefieren ir siempre al mismo sitio; ese en el que han encontrado todo lo que necesitan para desconectar del estrés cotidiano en busca de unos días de relax. Normalmente este segundo tipo de turistas elige ese destino vacacional forever dentro del propio país pero… ¿dejarse seducir durante más de medio siglo por uno lejos del lugar de origen?
Esta insólita fidelidad vacacional ha llevado a tres turistas británicos a convertir España en su segundo hogar cuando llega el verano. Y, más concretamente, Tarragona. La ciudad de los tres Patrimonios de la Humanidad por la UNESCO –el legado arqueológico de la Tarraco romana, la dieta mediterránea y los castells– caló tan hondo en ellos que, desde su primera experiencia estival, no han podido resistir la tentación de volver cada año, convirtiéndose en auténticos prescriptores del destino. Y, casualmente, los tres fieles en las últimas décadas al mismo hotel: el Sercotel Urbis Centre, ubicado justo frente al modernista Mercado Central.
Jeanne Thompson tiene 86 años y llegó por vez primera a Tarragona en 1954, con apenas 23, por motivos laborales. Contratada a tiempo parcial por la agencia de viajes Thomas Cook –creada por un británico que fue el primero en montar un viaje organizado y considerada la primera agencia de la historia–, Jeanne pasó varios años trabajando durante la temporada veraniega en Tarragona. Y quedó tan prendada de ella que, al terminar su relación laboral con la agencia, no pudo resistirse a seguir yendo cada año de vacaciones desde mediados de los sesenta. Primero al hotel París y, cerrado este en 1994, al hotel Urbis, donde la esperan cada verano.
“De Tarragona me enamoró su patrimonio, su historia, sus playas… pero sobre todo su ambiente y sus gentes”, afirma Jeanne. Natural de Birmingham, viajó por todo el mundo, pero siempre se guardaba al menos una semana para sus vacaciones en Tarragona. “Es una ciudad pequeña, pero con muchas cosas por ver. Aquí me siento como en casa y tengo muchos amigos a los que estoy deseando ver cada año por estas fechas”. Sus lugares predilectos son “el Anfiteatro, la plaza de Sant Joan y el Serrallo, el barrio de pescadores”.
John y Sheila Marsh, de 81 y 78 años respectivamente, también son británicos, de Londres, y como Jeanne Thompson también se enamoraron un día de Tarragona y desde entonces le han jurado amor eterno.
Lo curioso del caso es que la primera vez que la vieron de lejos, en un tren que les llevaba de Barcelona a Valencia en 1961, la encontraron “un tanto fea y triste”. Pero un día cayó en sus manos el libro ‘En tren a Tarragona’, de un periodista británico, y decidieron descubrir por sí mismos si la ciudad era tan fascinante como la describía.
John tenía 27 años y Sheila 24 cuando pasaron sus primeras vacaciones en Tarragona, en 1963. “Nos llamó mucho la atención su patrimonio romano y que no había muchos turistas; era una ciudad muy familiar”. Al año siguiente repitieron, y al otro, y al siguiente. Habían quedado seducidos por una ciudad en la que cada vez tenían más amigos. “Nuestros familiares nos preguntaban: ¿dónde está Tarragona? Pero ese era nuestro secreto; no queríamos que se llenara de turistas, aunque luego, como es lógico, les hablamos de ella y muchos han venido de vacaciones”.
Como dos tarraconenses más, lo primero que hacen tras dejar las maletas en el hotel es ir a “tocar ferro al Balcón del Mediterráneo”, la majestuosa barandilla modernista que es un privilegiado palco con vistas al Mare Nostrum. Los Marsh tienen muy claro que “las vacaciones son algo sagrado y no queríamos cometer el error de equivocarnos”. Por ello tras descubrir Tarragona le han guardado absoluta fidelidad desde hace ya 54 años. Primero en el hotel Internacional y, cerrado este en 1970, en el hotel Urbis, en cuyo hall incluso tienen un rincón dedicado, con una placa por sus primeras cuatro décadas como clientes que reza: ‘Espacio de John y Sheila Marsh, clientes del Hotel Urbis Centre desde 1970. Tarragona, 23 de junio de 2010’.
“En este medio siglo hemos visto la evolución de la ciudad pero hay edificios que son iguales que hace cincuenta años”, afirma John, que trabajaba de corrector en una editorial. Con motivo de sus 50 años veraneando en Tarragona les rindieron homenaje en el Ayuntamiento regalándoles una escultura de plata del Balcón del Mediterráneo con esta inscripción: ‘Sres. John y Sheila Marsh, embajadores de Tarragona’. “Nos hizo mucha ilusión; así cada día podemos ‘tocar ferro’ en casa”.