Restaurar las tierras degradadas del mundo y contener los desiertos requerirá gastar 2,6 billones de dólares hasta 2030
Estas últimas semanas han transcurrido intensas en la búsqueda de salidas a la crisis del clima y la conservación de la biodiversidad. Una nueva cumbre, en Arabia Saudí, tiene por finalidad dar respuestas a la desertificación y la degradación del suelo que afecta a más de 3.800 millones de personas en todo el mundo y pone en peligro sus medios de vida y la seguridad agroalimentaria del planeta.
Hasta el 40% de las tierras del mundo están degradadas, lo que significa que su productividad biológica o económica se ha reducido, señala un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Ese elevado porcentaje coloca en una situación crítica poder alimentar a una población mundial en crecimiento.
La FAO estima que 1.660 millones de hectáreas de tierra están degradadas debido a las actividades humanas. Más del 60% de esta degradación ocurre en tierras agrícolas. Incluidas las de cultivo y los pastos, lo que ejerce una presión sin precedentes sobre los sistemas agroalimentarios y pone a riesgo la sostenibilidad ambiental y la estabilidad social.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Desertificación (COP16), que se realiza en Riad, pretende restaurar las tierras agrícolas degradadas. Se trata de un paso crucial hacia la transformación de los sistemas agroalimentarios en modelos sostenibles e inclusivos para garantizar la seguridad alimentaria para todos y promover la salud de los ecosistemas.
La degradación del suelo, ¿cómo detenerla?
La COP16 brinda a los líderes mundiales de los gobiernos, las organizaciones internacionales, el sector privado y la sociedad civil la oportunidad de reunirse para debatir las últimas investigaciones y trazar el camino hacia un futuro sostenible del uso de la tierra.
Juntos, el mundo puede “invertir las tendencias de degradación del suelo”, afirmó Ibrahim Thiaw, Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificació. Pero sólo si “aprovechamos este momento crucial”.
En un vídeo dirigido a la conferencia, la vicesecretaria general de la ONU, Amina Mohammed, instó a los delegados de la conferencia, a desempeñar su papel e “invertir la tendencia”, centrándose en tres prioridades, entre ellas el fortalecimiento de la cooperación internacional.
También dijo que era crucial ”intensificar” los esfuerzos de restauración y trabajar hacia “la movilización masiva de financiación”.
La financiación de estos esfuerzos va a suponer un reto, y es poco probable que provenga únicamente del sector público. Pero según Mohammed, “las inversiones acumuladas deben ascender a 2,6 billones de dólares para 2030. Eso es lo que el mundo gastó en defensa en 2023”.
Para alcanzar esa importante cifra, acercándose a la producción económica anual de Francia, el mundo necesita cerrar una brecha anual de 278.000 millones de dólares. Después de que en 2022 se invirtieran solo 66.000 millones de dólares, adicionó.
Una gran parte de los aproximadamente 1.000 millones de dólares diarios que se requieren tendrá que provenir del sector privado, confió Thiaw.
Sector privado debe aportar más
«La mayor parte de las inversiones en restauración de tierras en el mundo proviene de dinero público. Eso no es correcto porque esencialmente el principal impulsor de la degradación del suelo en el mundo es la producción de alimentos... que está en manos del sector privado», dijo Thiaw a Reuters. Recalcó que hasta ahora proporciona sólo el 6% del dinero necesario para rehabilitar las tierras dañadas.
«¿Cómo es posible que una mano esté degradando la tierra y la otra esté a cargo de restaurarla y repararla?», añadió. Y reconoció la responsabilidad de los gobiernos de establecer y aplicar buenas políticas y regulaciones sobre el uso de la tierra.
Dado que una población en crecimiento significa que el mundo necesita producir el doble de alimentos en la misma cantidad de tierra, la inversión del sector privado sería fundamental, sostuvo.
Las conversaciones en Arabia Saudí siguen a eventos similares de la ONU en octubre sobre biodiversidad, en Colombia. Y en noviembre sobre cambio climático (COP29, en Azerbaiyán) y el del Tratado Mundial de Plásticos, donde las finanzas (o la falta de ellas) jugaron un papel central.
Esta reunión de dos semanas tiene como objetivo además, fortalecer la resiliencia del mundo a la sequía. Incluso endureciendo las obligaciones legales de los Estados, estableciendo próximos pasos estratégicos y asegurando la financiación. Según Thiaw, las sequías ahora son más frecuentes y severas como resultado del cambio climático. Combinadas con las necesidades alimentarias de una población en aumento significan que las sociedades están en mayor riesgo de agitación a menos que se tomen medidas.
El financiamiento solicitado no es caridad
Un estudio respaldado por la ONU publicado advierte que la degradación del suelo estaba «socavando la capacidad de la Tierra para sustentar a la humanidad» y que no revertirla «plantearía desafíos para generaciones».
Una superficie de unos 15 millones de kilómetros cuadrados -más grande que la Antártida- ya estaba degradada. Y estaba creciendo a un ritmo de alrededor de un millón de kilómetros cuadrados cada año, precisó.
Sin embargo, lograr un acuerdo para endurecer las obligaciones legales de los estados será uno de los acuerdos más difíciles de lograr, anticipó Thiaw. En su opinión algunos países «no estaban listos para tener otro instrumento legalmente vinculante». Mientras que otros sentían que era importante.
Si bien los países ya se habían comprometido a proteger alrededor de 900 millones de hectáreas de tierra, necesitaban establecer un objetivo más ambicioso de 1.500 millones de hectáreas y acelerar el ritmo.
La falta de acuerdo sobre los pasos para restaurar las tierras degradadas en última instancia perjudicaría los esfuerzos paralelos liderados por la ONU para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero que dañan el clima y proteger la biodiversidad, puntualizó. Thiaw explicó que la agricultura representa el 23% de las emisiones de gases de efecto invernadero, el 80% de la deforestación y el 70% del uso de agua dulce.
El Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación aseveró que «los recursos de los que estamos hablando no son caridad. Por eso es importante que veamos esto no como una inversión para los africanos pobres, sino como una inversión que mantendrá el equilibrio mundial».
La degradación determina la vida
El experto consideró que “la restauración de la tierra consiste ante todo en nutrir a la propia humanidad”. Y agregó, con miras a las deliberaciones de la COP16, que “la forma en que gestionemos hoy nuestra tierra determinará el futuro de la vida en la Tierra”
Habló de su experiencia personal al conocer a agricultores, madres y jóvenes afectados por la pérdida de tierras. “El coste de la degradación de la tierra se filtra en cada rincón de sus vidas”.
Ibrahim Thiaw contó que esas personas y familias enteras “ven el aumento del precio de los comestibles, en los recargos inesperados de la energía y en la creciente tensión de sus comunidades. La pérdida de tierras y suelos está privando a las familias pobres de alimentos nutritivos, y a los niños de un futuro seguro”.