Por Eva Santos | Efe
17/06/2016
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Con la amenaza de que las urnas repitan un resultado que los políticos no sepan gestionar, las elecciones del 26J llegan cargadas de incógnitas, en medio del hartazgo ciudadano, a la espera del papel decisivo que pueden tener los indecisos y con todas las miradas, para bien o para mal, posadas sobre el PSOE.
En un escenario político en el que los bloques se han erigido como el nuevo bipartidismo, en el horizonte parlamentario sólo parece haber dos posibilidades de formar gobierno: PP y Ciudadanos, por una parte, y PSOE y Podemos, por otra. Y ello pese a los reiterados llamamientos del PP a la gran coalición con el PSOE o el empeño de los socialistas de pactar con Ciudadanos, en una aritmética esta última que el 20D no sumaba.
Será determinante en cualquier caso saber si Unidos Podemos da el salto con pértiga que vaticinan las encuestas y sobrepasa a los socialistas en votos y escaños hasta colocarse segundos.
EL EJE IZQUIERDA-DERECHA
Consolidado el fin del bipartidismo clásico, estas elecciones son distintas a las del 20 de diciembre, en las que la lucha parecía dirimirse entre la «vieja» política -personalizada en PP y PSOE- y la «nueva» -Podemos y Ciudadanos-.
Los pocos meses transcurridos desde el 20D han desgastado a todos, también a los «nuevos», y las tensiones electorales han vuelto a la dialéctica tradicional izquierda-derecha, o incluso un paso más allá: radicales frente a moderados (léase todos contra Podemos).
Si el 20D el foco de los reproches estaba puesto en el PSOE, porque todos querían pescar en su caldero de votos, ahora ese centro es Podemos: al PP y a Ciudadanos les sirve para azuzar el voto del miedo, mientras que el PSOE usa al partido morado para apelar al voto útil ofreciéndose como la única y verdadera socialdemocracia.
EL PSOE: DEL SORPASSO A LA BISAGRA
Paradójicamente, justo cuando las encuestas anticipan al PSOE el peor cataclismo de su historia reciente, los socialistas se han convertido en el corazón del debate político, ya sea para ver si consiguen resistir el embate del sorpasso o para saber si su concurso es determinante para formar gobierno.
Ferraz y los «barones» contemplan con pánico la posibilidad de quedar terceros y ese pavor ha hecho que, por primera vez en muchísimo tiempo, se aparquen las intrigas y las divisiones internas en pro de aunar esfuerzos para conseguir, al menos, superar en escaños a la coalición entre Podemos e Izquierda Unida.
«Socialistas, España os necesita», es el nuevo grito de guerra del PSOE, volcado en dar el sorpasso a las encuestas.
De no ser así, su líder, Pedro Sánchez, puede tener muy difícil la continuidad al frente del partido, según todas las apreciaciones; pero los dirigentes territoriales son conscientes de que, si se diera ese escenario, es el PSOE el que estaría al borde del abismo. No tienen más que mirar la deriva de otros partidos socialdemócratas europeos.
Así las cosas, las urnas pueden colocarles en la diabólica disyuntiva de tener que elegir entre hacer presidente a Mariano Rajoy o hacer presidente a Pablo Iglesias. Y es que ejercer de bisagra es a priori la peor de las opciones para los socialistas, y la más plausible, si no fallan todos los sondeos.
OBLIGADOS A PACTAR
Parece sensato pensar que, sea cual sea el resultado, incluso aunque sea un calco del 20D, no habrá terceros comicios y que los partidos se esforzarán, esta vez sí, para que haya gobierno. Barack Obama estará de visita en España apenas quince días después de las elecciones, y quizás deje algún recado a nuestros políticos a este respecto.
Hoy por hoy, sin embargo, las manidas «líneas rojas» de los principales partidos siguen siendo las mismas que en diciembre, de manera que si resultado es parecido al 20D algo tendrá que cambiar para que el desenlace sea distinto. Para empezar, quizás el 26J haya dimisiones.
Frente a la consigna del PP de que a falta de mayorías claras debe gobernar la lista más votada -que dan por supuesto que serán ellos-, en el PSOE apuestan por que sea investido quien consiga más apoyos parlamentarios, pensando en reeditar su pacto de la breve legislatura pasada con Ciudadanos, aunque C’s ha dicho que parte con el contador a cero.
Tanto el PSOE como Ciudadanos han subrayado además que sus votos no harán presidente a Rajoy, cerrado en banda a su vez a dejar paso a otro candidato -¿o candidata?- para facilitar que el PP mantenga el Gobierno. Es cierto que hay algunas voces que abogan por su salida, pero casi todas están fuera del Partido Popular.
¿Sería imaginable en esas circunstancias que se pactara un presidente independiente para evitar nuevas elecciones o para evitar que Podemos llegue a la Moncloa?
En medio de todos ellos, Podemos sigue quemando etapas en la campaña y ahora está en la fase de ignorar al PSOE como rival, dando por hecho que se tiene que medir sólo con el PP en las urnas.
LOS INDECISOS MÁS DECISIVOS
El CIS ha detectado que un 32,4% de las personas que tiene decidido acudir a votar aún no sabe qué papeleta meterá en el sobre.
A ese apetitoso colectivo se dirigen la mayor parte de los mensajes de la campaña electoral.
Rajoy aspira a alcanzar la barrera psicológica del 30% de los votos y los 130 escaños, lo que le podría dar cierto oxígeno, según los resultados que obtenga Ciudadanos, partido con el que en privado ve más sencillo negociar, pese a que en público insista en la gran coalición con el PSOE.
Los socialistas, por su parte, salen a ganar o, en su defecto, quedar segundos, para poder tener la sartén por el mango, y para ello confían en recuperar parte del electorado moderado de izquierdas que en 2015 se le escapó a Podemos y que ahora siente vértigo de votar a Iglesias, sobre todo tras coaligarse con IU.
El partido morado en cambio se ve capaz de todo, hasta de superar al PP, mientras que el de Albert Rivera se esfuerza por mantener el tipo para no ser sustituido en el papel de «negociador» que se ha forjado en estos meses aún cuando su participación no era determinante ni con unos ni con otros.