Por PATRICIA MATEY
Una de cada dos personas que nacen hoy en España padecerá cáncer a lo largo de su vida. En el presente, la incidencia de la enfermedad será de 227.076 nuevos casos este año, lo que supone un incremento respecto al pasado. Son las últimas cifras aportadas por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) con motivo de la celebración este miércoles del Día Mundial Contra el Cáncer.
Aunque este conjunto de cifras así expuestas son un ‘jarro de agua fría’ y parecen dejar poco margen a la esperanza, la realidad es que la población puede y debe perderle el miedo a esta patología gracias a los esfuerzos continuados que en los últimos años ha llevado a cabo la comunidad científica internacional y la industria farmacéutica con nombres propios como Novartis, Roche, Merck o Bristol-Myers-Squibb, entre otras.
De hecho, la batalla contra el cáncer se está ganando y se vencerá poco a poco en el futuro gracias a este trabajo continuado que ha dado lugar a lo que se ha bautizado como Medicina personalizada o individualizada: el ‘sastre terapéutico’ que diseña un traje único, a medida, en definitiva el tratamiento específico para cada paciente. Todo gracias a los avances logrados en el campo de la genética desde el año 2000 que son los que han hecho cada vez más factible prescribir el medicamento preciso a cada paciente, en la dosis adecuada y en el momento preciso.
A partir de aquí los nuevos tratamientos contra el cáncer basan sus pilares en una forma de actuación distinta a las terapias tradicionales, como la quimioterapia. Ahora, son sustancias que interfieren en moléculas específicas que participan en el crecimiento y en la supervivencia de las células malignas. Los ‘antiguos’, por el contrario, actúan contra todas las células que se dividen descontroladamente.
Como aclara el Instituto Nacional del Cáncer de EEUU: «Las terapias actuales dirigidas contra el cáncer son fármacos u otras sustancias que interfieren en moléculas específicas que participan en el crecimiento y en la supervivencia de las células. Los fármacos tradicionales como la quimioterapia, por el contrario, actúan contra todas las células que se dividen».
Actualmente este tipo de terapias dirigidas, según la institución, se basan en:
-Las terapias hormonales que detienen el crecimiento de los tumores sensibles a las hormonas, como es el caso del cáncer de mama o de próstata.
-Los moduladores de la expresión de genes que modifican la función de las proteínas que tienen una función en el control de la expresión de los genes.
-Los inductores de la apoptosis que hacen que las células cancerosas sufran un proceso de muerte celular controlada llamado apoptosis.
-Los inhibidores de la angiogénesis que bloquean el crecimiento de vasos sanguíneos nuevos. Un suministro necesario para que los tumores crezcan porque les provee de oxígeno y nutrientes.
-Las inmunoterapias que impulsan al sistema inmune para que destruya las células cancerosas. Algunas inmunoterapias son anticuerpo monoclonales que reconocen moléculas específicas en la superficie de las células cancerosas. La unión del anticuerpo monoclonal a la molécula blanco resulta en la destrucción inmunitaria de células que expresan dicha molécula. Otros anticuerpos monoclonales se unen a ciertas células inmunitarias para ayudar a que estas células destruyan mejor las células cancerosas.
-Las vacunas contra el cáncer. Diseñadas para reforzar la capacidad natural del cuerpo para defenderse a sí mismo por medio del sistema inmunitario, de los peligros que presentan las células dañadas o anormales, como son las células cancerosas. La Agencia de Fármacos y Alimentos de EEUU (FDA) ha aprobado dos tipos de vacunas profilácticas del cáncer: vacunas contra el virus de la hepatitis B, el cual puede causar cáncer de hígado, y vacunas contra los virus del papiloma humano tipos 16 y 18, los cuales son responsables de 70% de los casos de cáncer de cuello de útero.
Luis Paz-Ares, jefe de Oncología Médica del Hospital Virgen del Rocío y experto en cáncer de pulmón, reconoce que, por ejemplo, y en el caso de este tipo de patología, “durante los últimos años se ha acumulado evidencia relevante acerca de las alteraciones moleculares (como las mutaciones) responsables de la génesis y progresión de los tumores de pulmón. Seguidamente, se han desarrollado terapias específicas dirigidas a estas anomalías, inicialmente en el laboratorio y posteriormente en la clínica. Tales tratamientos presentan mayor eficacia y menores efectos secundarios que la quimioterapia convencional, siempre que sean aplicados a los pacientes adecuados (los que presenten las alteraciones moleculares a las que se dirigen las terapias, como la mutación en el gen EGFR o la traslocación en el gen ALK).
Este experto asevera que “la tasa de supervivencia global en cáncer de pulmón sigue siendo baja (aproximadamente un 15% a los 5 años), dado que la mayoría de los tumores son diagnosticados en un estadio avanzado (no candidatos a cirugía potencialmente curativa). El incremento de esta esperanza de vida significativo se ha apreciado precisamente en aquellos pacientes (10%-15%) con alteraciones moleculares susceptibles de tratamientos específicos comentados previamente”.
Una buena noticia es, además, que “existen muchas otras alteraciones moleculares para las que se están probando tratamientos específicos, incluyendo nuevos moduladores de la respuesta inmune del paciente contra el tumor. El objeto es desarrollar tratamientos individualizados para todos los subgrupos de cáncer de pulmón de modo que todos se beneficien de tratamientos más efectivos y personalizados. Más recientemente, hemos comenzado a comprender los mecanismos por los que los tumores se hacen resistentes a las terapias dirigidas a dianas moleculares específicas, y nuevos medicamentos diseñados para escapar a los mecanismos de resistencia parecen tener eficacia clínica notoria”, insiste Paz-Ares.
Al hilo de las declaraciones de este experto, se suman las del Dr. Antonio Maldonado, jefe de Servicio de Medicina Nuclear e Imagen Molecular del Hospital Universitario Quirón Madrid , que reafirman lo que representan las técnicas de imagen en la detección precoz de los tumores:“La PET (Tomografía por Emisión de Positrones)-TAC (Tomografía Axial Computerizada) es la prueba de imagen diagnóstica por excelencia para el diagnóstico precoz del cáncer. En algunas patologías se puede ver complementada por la RM (Resonancia Magnética) o la ecografía pero la clave de la detección precoz es el PET”.
De hecho, como explica Maldonado, “los tumores de mayor frecuencia entre la población como el de mama, pulmón, colon o melanoma son los que más se benefician de estas exploraciones basadas en la PET-TAC. Porque es capaz, al ser una prueba de imagen corporal, de detectar en una sola exploración las posibles metástasis en la mayoría de los órganos. Por el contrario, si hay sospecha de extensión del cáncer al cerebro, la prueba reina es la RM”.
Este especialista anuncia que “la medicina nuclear es la especialidad diagnóstica que más ha avanzado en los últimos años fundamentalmente gracias al desarrollo del PET-TAC y la posibilidad de usar distintos radiofármacos según cada patología específica. Este papel se ha visto impulsado recientemente con los equipos PET-RM, que permiten aunar toda la información tanto metabólica como estructural-bioquímica de los tumores. En los próximos años, la aparición de los equipos híbridos multimodalidad PET-TAC-RM, unido a la posibilidad de usar diversos radiofármacos para cada tumor, hará que el concepto Medicina Personalizada sea una realidad aún mayor en la práctica clínica diaria”.
En sintonía se muestra el especialista del Hospital Virgen del Rocío que aventura que “dada la agresividad del cáncer de pulmón, las estrategias que pudieran ser más eficaces para disminuir su agresividad serían la prevención primaria (particularmente reduciendo el hábito de fumar) y el diagnóstico precoz. En este último sentido, datos de estudios recientes sugieren que programas de screening con TAC pulmonar de baja radiación reducen aproximadamente un 20% la mortalidad de este cáncer”.
En el campo de los cánceres hematológicos, Jesús San Miguel, director médico de la Clínica Universidad de Navarra y director de investigación del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA), señala que los “avances se han producido tanto en el campo diagnóstico como el terapéutico. Hemos pasado de la era de la morfología y la serología al diagnóstico molecular e inmunofenotípico; a la utilización de la enfermedad mínima residual para la monitorización de la eficacia de nuestros tratamientos; de la simple Radiología al PET-TAC; de enfermedades para las de disponíamos de sólo 1-2 fármaco a tener que enfrentarnos con un amplio arsenal terapeéutico donde lo díficil es hacer la elección correcta (de compar en un colmado a pasar a un supermercado de gran superficie)”.
Este experto explica que “los tratamientos hasta la década de los 90 se basaban en la quimioterapia, mientras que ahora disponemos de fármacos dirigidos contra dianas específicas de la celula tumoral o vías de señalización que son las que regulan los mecanismos de proliferación o diseminación de los tumores. Junto a estos nuevos fármacos, surge todo el campo de la inmunoterapia, pues no es que olvidar que nuestro organismo (una vez más) dispone de recursos que bien utilizados pueden ayudar a controlar los cambios célulares que pueden originar la transformación tumoral”.
Las evidencias científicas apuntan cada vez más a que la guerra contra el cáncer se está ganando cada día y con mejores resultados en menos espacio de tiempo. Sólo falta recordar que la verdadera base de esta batalla está en la prevención. Adherirse a los hábitos de vida saludables (dieta sana, ejercicio, no fumar, ni beber y ‘cumplir’ con las chequeos sistemáticos de detección precoz) es la clave fundamental de un equipaje seguro contra la enfermedad que tan sólo depende de cada uno de nosotros.