Por JESÚS ROCAMORA
Como un par de generales que se preocupan por conocer el territorio enemigo antes de la batalla, David Benioff y Dan Weiss, los creadores de Juego de tronos, también debían establecer una estrategia antes y después de grabar los episodios de la quinta temporada. Sobre la mesa, un mapa con un rodaje largo que se extendía por varias capitales de Europa desde julio a diciembre del año pasado. Además del habitual ejército de cámaras, directores, productores, actores y extras, esta vez han contado hasta con tres unidades grabando en localizaciones diferentes al mismo tiempo, cada una operando con un nombre inspirado en la ficción: equipo Lobo, equipo Dragón y equipo Cuervo. Un lujo propio de Hollywood que les ha permitido saltar con agilidad en el mismo día desde las callejuelas de Dubrovnik, donde tuvieron que lidiar con un gentío formado por más de un centenar de figurantes, hasta un pueblo de pescadores creado para la ocasión en Belfast y de ahí al Alcázar de Sevilla. Según contaba de forma dramática Benioff a un grupo de periodistas españoles, en la capital andaluza tendrían lugar algunas de las escenas más ambiciosas de la serie “y, con suerte, lo conseguiremos sin fracasar”.
Porque si algo hace parar la rueda o la comunicación se interrumpe, la maquinaria se colapsa. “Y da igual las cartas que tengas, tienes que ir a por todo porque el show no puede parar”, tal y como reconoce el productor Chris Newman en el documental de la HBO Juego de tronos: un día en el rodaje, un episodio especial que sigue el trabajo de grabación en las tres ciudades europeas durante una misma jornada.
Con una media de seis millones de dólares de presupuesto por capítulo, Juego de tronos es la tercera serie más cara de la historia, sólo superada por Roma y Friends. Y en términos de producción, si la cuarta temporada fue grande, este año ha alcanzado el tamaño de un mamut. Sus responsables saben lo que tienen entre manos: es el espectáculo de mayor éxito en la televisión actual. Televisión a gran escala.
Desde fuera, las cosas no parecen diferentes. La reina de Inglaterra hizo mención a Juego de tronos en su discurso navideño, en el que recordó su visita al set de rodaje en Belfast, y todos nos volvimos un poco locos, la verdad, como si aquello fuese la confirmación de que estamos ante el entretenimiento adulto definitivo. También en Londres, unos avispados productores de teatro han usado la serie para vender un montaje sobre la Guerra de las Dos Rosas, en versión de la obra de Shakespeare, y subrayan que cualquier fantasía épica que le haya podido robar el corazón en los últimos meses ya estaba presente en las obras del dramaturgo inglés.
En España, dos semanas antes de que comenzara el rodaje en Sevilla y Osuna, el embajador de EEUU en España ya hablaba de un aumento del 15% en el número de visitantes a estas localidades. La idea de que actuase como “motor indirecto para impulsar el turismo” funcionó y hoy ayuntamientos y comercios rezan para que la serie vuelva. Algunos locales sevillanos llegaron a crear tapas temáticas de jabalí y frutos rojos para aprovechar el hambre de ficción. Son ejemplos de cómo nuestra vida se empapa de Lannisters y Starks, algo que en Internet llega a ser compulsivo: es imposible no pinchar en noticias tipo 37-cosas-cotidianas-hechas-por-los-actores-de-Juego-de-Tronos y no sorprenderse viendo a Arya Stark de rave o a Jon Nieve dormido en el metro de Londres.
Y mientras Juego de tronos, considerada “la serie más descargada de 2014”, avanza a una temporada por año, su autor, el norteamericano George R. R. Martin, continúa escribiendo los dos últimos tomos de la saga Canción de hielo y fuego, alimento principal de todo este banquete. Este diálogo literatura-televisión sucede en ambas direcciones: como subraya el director Álex de la Iglesia en el prólogo del cuarto libro de la saga Festín de cuervos, el motor de esta historia no es ni Tolkien ni Shakespeare, sino la televisión por cable. Si el cine fue el gran entretenimiento del siglo XX, las series han cogido hoy el testigo ante “un espectador medio acostumbrado a un bombardeo ininterrumpido de imágenes y estímulos”. Y al escribir, Martin no hace sino “trasladar la manera de estructurar un episodio de televisión a su formato adorado: la saga de fantasía”.
1.- No es otra saga más de fantasía, magia, elfos y dragones
No. De hecho, El señor de los anillos, que podemos considerar el modelo de la literatura de espada y brujería, tampoco puede despacharse sólo como “una fantasía escapista”. Pero merece la pena alejar Juego de tronos del terreno de los clones de Tolkien, tan impersonales, tan previsibles: aquí no hay elfos estirados y apenas queda rastro de magia. No hay un grupo de héroes obligados a cumplir con su destino en un mundo dividido entre buenos (blancos) y malos (negros). Y no muestra en pleno siglo XXI esa nostalgia por los valores de la sociedad británica victoriana, propia de un autor como Tolkien, herido en el alma por dos guerras mundiales, una visión masculina, casta, solemne, eurocéntrica y con fe en el catolicismo romano. A Juego de tronos le gusta perderse, como indica su nombre, en la fontanería de la más alta y baja política y en el medraje para mantenerse en el poder, no cree en el Bien y el Mal como categorías absolutas y ni siquiera muestra cariño por el destino de sus personajes. Es una serie adulta, hereje y bastarda, de brutalidad medieval pero también con un excelente sentido del humor, nada moralista. Y se mueve igual de bien por los pasillos de palacio, por los despachos de reyes y consejeros –y sus camas, por extensión–, que en el campo de batalla.
2.- Parte de su mundo mágico se inspira en Andalucía
¿Por qué la nueva temporada de la serie ha sido rodada en Sevilla y Osuna? Según palabras del propio Martin, la soleada Dorne, una de las regiones que juegan a la silla alrededor del incómodo Trono de Hierro, está parcialmente inspirada en España. En concreto, su clima y sus costumbres remiten a un Al-Andalus de postal, a sus modales, a sus excelentes vinos y caballos, a sus aceitunas y sus naranjas. Dorne es también una península al sur de un continente, lo que le ha permitido fortalecer una identidad propia y sentirse históricamente maltratada por el poder central. Es dueña de una tradición cultural vastísima, fruto del mestizaje que llega desde el mar Angosto y de conquistas y reconquistas pasadas. Por su clima árido y mayoritariamente desértico, también evoca a Marruecos y Palestina, a incienso y especias. El equipo Lobo rodó, entre otros lugares, en el Alcázar, cuyas bóvedas y jardines centenarios se ajustan a la fantasía de Martin mucho mejor que cualquier escenario. Durante el tiempo que estuvieron trabajando en España, contaron con la colaboración en el atrezo de la productora malagueña Fresco Film Services encargada, entre otras cosas, de gestionar el casting de figurantes y de lidiar con una amenaza de fraude por parte de algunos listos que pretendían lucrarse con la convocatoria.
3.- No se le ocurra cogerle cariño a ninguno de los personajes
Esta es una de las claves de la serie, como bien saben los sufridos seguidores, y otra de las convenciones literarias que Martin se pasa por el forro: Juego de tronos no tiene un único protagonista, de hecho cuando parece que alguien apunta a héroe, Martin va y se lo carga. Hay en toda la serie una espectacular tipología de formas de morir, con especial predilección por las cabezas cortadas, bañadas en brea e insertadas en picas para que los cuervos rebañen las cuencas de los ojos a la vista de todos: los hay que cayeron en torneos en busca de honor o empujados a traición, otros se retorcieron envenenados, abiertos en canal por un jabalí mientras cazaban, sorprendidos e insertados por una ballesta cuando descansaban en el retrete, asesinados por esposos y amantes, quemados por herejes, ahogados como prueba de fe, devorados por bestias. Y hay una legión de lectores llorando por la sangría, un drama que se gestiona de forma especialmente eficaz en la serie de televisión: aunque todo lo que pueda contarse en pantalla ya se conoce por las novelas, el público no es necesariamente el mismo y la cadena norteamericana HBO sabe que una filtración con algún detalle crucial antes de tiempo –un spoiler, es decir, que te destripen la historia– es como pegarse un tiro en la rodilla.
4.- La serie y las novelas siguen un desarrollo similar pero no idéntico
Detrás de Canción de hielo y fuego, la saga de novelas, está George R. R. Martin, un escritor con una trayectoria sólida en la ciencia ficción, curtido como guionista en series de televisión y que conoce desde dentro el funcionamiento de Hollywood. Sin embargo, tras la serie Juego de tronos, es difícil señalar a un único cerebro: tiene dos creadores, David Benioff y Dan Weiss, y varios directores y guionistas que, junto al propio autor, deben resumir cientos de páginas en una temporada anual. Sólo en la quinta temporada participan cinco realizadores, cada uno responsable por dos capítulos. Serie y novelas partieron de un mismo punto pero estamos ante medios que hablan lenguajes diferentes y que toman caminos distintos para llegar, suponemos, al mismo punto: las dos primeras temporadas adaptaron de forma casi perfecta sendas primeras novelas, luego la cosa ha dejado de estar tan clara. Está quinta temporada coge material de Festín de cuervos y Danza de dragones, cuarto y quinto libro respectivamente de una saga de siete. La serie, encorsetada en temporadas de diez episodios de una hora cada uno, se ve obligada a sintetizar y toma atajos por exigencias del guion, decisiones que a veces no gustan a los puristas, pero que han demostrado que todavía se puede sacar más jugo de algunos personajes y situaciones.
5.- Miedo a que George R. R. Martin no acabe las novelas
A sus 65 años, George R. R. Martin luce papada como muestra de su sobrepeso, barba blanca de sabio y se toma su tiempo para escribir. Hagan sus cuentas: el primer tomo de la serie salió al mercado en EEUU en 1996 y el último hasta la fecha, Danza de dragones, en 2011, después de seis años de elaboración. Aún le quedan dos por entregar, así que algunos fans están de los nervios. “Francamente, encuentro bastante ofensivo que la gente especule sobre mi muerte o mi salud. Por lo tanto que se jodan todas esas personas”, sentenciaba Martin el pasado verano en un diario suizo mientras mostraba el dedo corazón al periodista. Se defendía argumentando que tiene otros proyectos, compromisos de promoción y una agenda propia para la serie. Y su forma de trabajar: “Sólo puedo escribir palabra por palabra y conozco mis métodos de trabajo: no escribo cuando viajo, no escribo en hoteles, ni en aviones o trenes. Trabajo en casa”, contaba en esa misma entrevista. Y tranquilizaba a los cenizos: en el peor de los casos, David Benioff y Dan Weiss, creadores de la serie, están entre los privilegiados colaboradores que conocen detalles secretos de cómo debe desarrollarse el final de la saga. Martin también ha tenido que defenderse de la teoría de algunos lectores ‘conspiranoicos’, que afirman que todos los libros están ya escritos y que con su publicación escalonada sólo busca maximizar los beneficios.
6.- La marca Juego de tronos es la gallina de los huevos de oro
La mítica HBO, canal responsable de Juego de tronos, es una emisora de pago por cable estadounidense que no emite publicidad, por lo que sus ingresos vienen por suscripción –se calcula que tiene una audiencia de unos 30 millones de personas, dispuestas a pagar 10 dólares al mes– y por una segunda vida de sus series en DVD y en el mercado ‘online’. Su modelo, que sabe potenciar de forma inteligente el ruido mediático y el de las redes sociales, se considera un éxito, a pesar incluso de que Juegos de tronos se ha convertido en la “serie más descargada de Internet en la historia”. Y su efecto ha disparado las ventas de libros. En España, la editorial independiente Gigamesh ha invertido en su propio negocio las ganancias de publicar a Martin en castellano: una ambiciosa librería en Barcelona de 500 metros cuadrados dedicados al “vicio y la subcultura”, que también acoge presentaciones y encuentros digitales con autores extranjeros. Según contaba el año pasado su editor y responsable, Alejo Cuervo, el fenómeno no tiene previsto ningún bajón: “Esto no es un 50 sombras de Grey. Sigue muy vivo” y “las novelas nunca han bajado del ‘top’ de ventas. Eso nos ha permitido capear la crisis y con el furor, estamos en un momento muy dulce”. Hasta 2011, año en el que se estrenó la serie, se vendían 300.000 ejemplares anuales en España. Ahora, la cifra se sitúa en 1,3 millones. Y lo que aún está por llegar.
7.- La Historia es importante…
El lector de Canción de hielo y fuego debe recurrir a anexos, mapas y árboles de familia para no perderse entre apellidos y blasones. ¿De dónde saca el autor tanta inspiración? Martin es también deudor de la mejor novela histórica, en concreto de la serie de libros Los reyes malditos, del escritor francés Maurice Druon. Siete novelas publicadas entre 1955 y 1977 que recorren con tono épico la lucha por el trono francés que arrancó en el siglo XIV, con la quema en la hoguera de templarios por parte de Felipe El Hermoso y la posterior maldición sobre sus descendientes. Conspiraciones, decadencia y superstición. Juego de tronos bebe, también lo ha reconocido su autor, de la Guerra de las Dos Rosas, que enfrentó entre 1455 y 1487 a la Casa de Lancaster (Lannister) contra la Casa de York (Stark), de las intrigas maquiavélicas en la Italia del Renacimiento –algunas de sus tramas son propias de los Borgia– y de la rivalidad entre clanes y nobles de la Escocia medieval. Hay una clara correspondencia entre los duros hombres de las Islas del Hierro y los vikingos, también entre el pueblo Dothraki y los mongoles. Otros elementos de Poniente evocan hechos y épocas históricas concretas: el Muro de Adriano, el faro y la biblioteca de Alejandría, el auge del monoteísmo frente a una tradición religiosa de varios dioses. Según decía en una entrevista a Rolling Stone, Martin no está interesado lo más mínimo en ejercer de historiador, sino en contar historias.
8.- …La moralidad no lo es tanto
¿Puede un buen rey ser una buena persona? Juego de tronos no quiere que creamos en héroes perfectos ni en villanos absolutos. Hay buenos haciendo cosas repugnantes y malos comportándose de forma moralmente intachable. Hay personajes que cambian de amo cuando la soga les aprieta el cuello y señores que matan a traición a sus propios invitados en una boda. Hay eunucos y prostitutas allí donde el poder y el dinero florecen. Algunas regiones condenan la esclavitud, otras hacen de ella un negocio. Hay gente que se gana la vida con secretos de estado, virtuosos del cotilleo y la propaganda. Y luego está el Banco de Hierro de Braavos. ¿Alguien espera que un banco asuma riesgos en época de guerra? Hay escenas explícitas de incesto entre hermanos, matrimonios concertados entre primos e hijos bastardos. Sabemos que los espartanos miembros de la Guardia de la Noche, que tienen voto de castidad, hacen excursiones a prostíbulos y que, más allá del mar, alguien con suficiente dinero puede comprar un ejército de mercenarios que parecen clones, sin voluntad ni órganos sexuales, sólo carne a la venta del mejor postor. Martin se vale de la serie de televisión para ahondar también en temas que la novela sólo dejaba ver entre líneas, como la homosexualidad y su distinta percepción en las diferentes culturas y tradiciones.
9.- El futuro es algo muy incierto
Nadie, ni público, ni autor ni siquiera los jefazos de la HBO quieren que esto se acabe. Pero el material es el que es. Aunque hay que recordar que Canción de hielo y fuego estaba planeada originalmente por Martin como una trilogía y nada impide que finalmente decida ir más allá de los siete libros proyectados. Los actores de la serie han negociado dos temporadas más –hasta la séptima– y el escritor también ha expresado su deseo de que no haya más de momento. Todo llama a un parón mientras da salida a una nueva novela y vuelta a empezar. Martin ha tonteado con la idea de que el broche de la última temporada sea una película, una forma de extender sus personajes por cine y televisión, al estilo de lo que hace actualmente la factoría Marvel con sus superhéroes. Otra posibilidad: que futuras temporadas se nutran de otros libros del autor ambientados en el mismo universo de Juego de tronos, como la saga Cuentos de Dunk y Egg, que narran hechos anteriores en la historia de los Siete Reinos y que pueden verse como una precuela. Martin contribuye a la actual explotación de productos relacionados: es autor también de un buen número de libros de acompañamiento, que ponen el foco en aspectos concretos como la historia, la geografía o el arte de Poniente.
10.- ¿No hay magia ni dragones ni elfos?
El último libro sobre Juego de tronos escrito por Martin salió a la venta en otoño. La mala noticia: no era la anhelada sexta novela, Vientos de invierno, que no se espera para este año, sino un tomo independiente que funciona como prólogo o introducción, El mundo de hielo y fuego: la historia no contada de Poniente y Juego de tronos. Gracias al volumen, escrito como una recopilación de leyendas convenientemente ilustrada que se remontan a la llegada al continente de los Primeros Hombres, sabemos con certeza lo que ya se intuía: que hubo un tiempo en el que los humanos volaban sobre reptiles para ir a la guerra y que la mayoría se extinguieron junto al imperio Valyrio debido a un cataclismo. ¿Todos? Entonces sobrevivieron unos pocos y hoy sabemos que hay al menos tres vivitos y coleando, pero hay indicios de otras bestias fabulosas y rumores de huevos aún por descubrir. Ciertamente, el tono mágico de Juego de tronos ha ido aumentando progresivamente y a estas alturas hemos visto resurrecciones milagrosas, gigantes, brujas, bendiciones y maldiciones que van más allá de la superstición, magia negra y alquimia. ¿Y si la magia fuera más importante de lo que parece? ¿Y si la gran batalla que se espera al final de Juego de tronos no es entre reinos ni familias, sino entre los que queden vivos y esos muertos vivientes que se despiertan y caminan desde el norte cuando se acerca el invierno? Y no, no hay elfos. ¿A quién en su sano juicio le caen bien los elfos?