Por Jesús Ossorio
Una madre desesperada que hurga a escondidas en la basura para comer y roba en una tienda para alimentar a los suyos se cruza con un empresario violento que se niega a pagar a una de sus trabajadoras. Una joven profesional que rebaja su currículum para encontrar trabajo coincide con un periodista que persigue a la mujer de un corrupto recién encarcelado. Así hasta una veintena de historias crudas y reales vividas por personajes que entrelazan sus vidas y comparten sus crisis en Lavapiés.
Podría ser un documental sobre un día cualquiera en el barrio madrileño pero es el argumento de Hablar, el regreso al cine del director y guionista Joaquín Oristrell. Un retrato sin cortes ni filtros sobre “este tiempo que nos toca vivir”, en palabras del autor barcelonés. El filme, que se estrena este viernes, pretende contar sin pretensiones un “país en ebullición” a través de unos personajes que evocan hambre, desigualdad, explotación laboral, adicciones y desengaños.
Presentada a los medios en la Sala Mirador, el mismo lugar dónde acaba el filme, Hablar es también una reflexión sobre la palabra y la comunicación y sobre todo, un homenaje callejero al teatro. Desde muy temprano, este proyecto, que sus responsables no dudan en calificar de “experimental”, tiene su origen en el mundo de las tablas. Un seminario de actores en este mismo escenario, que también es la casa de la cantera de Cristina Rota, fue el embrión de la película. “Los participantes realizaron unos monólogos sobre gente que llama a los programas radiofónicos nocturnos para contar sus problemas. Nos quedó ese material y sabíamos que en algún momento haríamos algo con él”, recuerda en plural Oristrell, que firma el libreto final junto a la conocida profesora de Arte Dramático. Una dupla también responsable de la reivindicativa Los abajo firmantes (2003).
Las tripas del guión de Hablar, con indisimulados guiños a la actualidad, son en realidad fruto de las aportaciones de todos los miembros del reparto. “Los actores vinieron con su idea y nosotros les dimos forma, por ejemplo, Mercedes Sampietro quería hablar de corrupción, Juan Diego Botto quería hacer de empresario explotador… todos aportaban”. El actor hispano-argentino recuerda el proceso de creación: “No teníamos ninguna premisa, podíamos haber acabado contando 15 historias de amor en el barrio, pero se nos pidió opinión sobre qué nos apetecía contar y de forma natural aparece todo aquello que está a tu alrededor”.
80 minutos sin cortes
Sólo había una forma de hacer coincidir a Juan Diego Botto, Marta Etura, Goya Toledo, Secun de la Rosa, Antonio de la Torre, Raúl Arévalo, María Botto, Sergio Peris-Mencheta o Melanie Olivares, entre otros muchos. “Rodarlo todo en un mismo plano en continuidad”, explica el director. “Al principio lo dije medio de broma, pero funcionó”.
El reto interpretativo y técnico atrapó a la larga lista de actores que conforma el casting. “Al vértigo de crear tu propio personaje se sumaba rodarlo todo de una vez. Fue imposible rechazar una oferta semejante”, recuerda emocionado Botto, que explica la mezcla “responsabilidad, adrenalina y magia” que se vivió en los tres días de agosto de 2014 en los que se ensayó y grabó la película. “Nadie se podía equivocar, se levantaba el telón y pasara lo que pasara había que resolver, salir adelante”. Joaquín Oristrell recuerda que, tras evaluar las dificultades técnicas de un planteamiento tan complicado, se decidió rodar cuatro planos de 80 minutos en dos días consecutivos para elegir el mejor para el montaje final.
Juan Diego Botto, que interpreta un empresario sin escrúpulos que él mismo reconoce como “un tipo despreciable”, reflexiona sobre la carga reivindicativa que desprenden los personajes que se pasean frente al espectador en Hablar. “Con este papel me apetecía jugar con esa perversión del lenguaje de un tipo que quiere justificar lo injustificable”. Y no le han faltado fuentes de inspiración.”Lamentablemente, hay muchos personajes como el mío, hoy en día”, adelanta. “Nos hemos acostumbrado a que los políticos nos digan barbaridades que presuntamente son buenas para nosotros y para España. Han creado una especie de neolengua para vender cosas que a todas luces son malas”.
En contra de lo que pudiera parecer, el filme de Oristrell no es una sucesión de historias con mensaje político. Una de las escenas desmonta especialmente cualquier sospecha de que se trate de una película pancarta. En ella, dos trabajadoras de la limpieza del barrio, Angustias y Dolores, discuten sobre si quitar o no un cartel de Podemos de las paredes. El presunto desencuentro ideológico termina siendo un problema de comunicación entre dos compañeras:
-No se trata del cartel, se trata de tí y de mí, Dolores. Que no sé si confías en mí, que eres mi amiga.
-¿Esto es por lo de mi vecino? No te he contado para no echarte mi mierda, Angustias.
– ¿Pero qué mierda, Dolores? Trabajamos en la mierda, olemos a mierda, vivimos en la mierda… ¿Qué más da que me des un poquito de la tuya y yo de la mía? Que así huele mejor.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Hablar se estrena este 12 de junio
Haz clic en las imágenes para ver la galería. (Fotografías: Quim Vives)