Por Juan Emilio Ballesteros / Fotografía: Moeh Atitar
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Nada más acabar el curso, César Bona escribió en su muro de Facebook: “Hagamos de las escuelas un lugar donde a los niños les apetezca ir”. Desde Barcelona, Sandra le respondió que con un maestro como él su hijo, que acaba de terminar Primaria, habría sido un alumno distinto porque hasta ahora nadie ha sabido motivarlo. Aquí radica el secreto de quien es considerado el mejor maestro de España.
La clave del éxito consiste en escuchar: “Escuchemos a los niños y niñas; tengamos en cuenta el factor humano antes que la medida de los conocimientos; recordemos que cada niño es un universo y que cuanto más difícil sea el niño, mayor ha de ser nuestro reto (y en la mayoría de los casos bastará ver que lo único que necesitan es cariño). Y nunca, nunca se puede medir con la misma vara: por mucho que no lo crean algunas personas, las emociones o la felicidad no se pueden calibrar y también hemos de educar para darles las herramientas para que las encuentren por sí solos. Ésa debería ser nuestra misión como maestros”.
Una vieja canción de Patxi Andión dice que cuando el maestro llega al pueblo aparecen los problemas porque enseña a los niños a pensar. ¿Es preciso recuperar la figura del maestro capaz de revolucionar la sociedad?
Claro que hacen falta maestros con ese perfil. Los hay por todas partes. En realidad, lo que hace falta en la educación son profesionales capaces de cambiar y transformar la sociedad. Para lograr ese objetivo es preciso compartir, que aprendamos a compartir.
Imagina una escuela donde lo normal es ser distinto, en la que los alumnos toman decisiones, asumen responsabilidades, un centro donde se practica la empatía y, además, se aprende matemáticas o ciencias sociales. ¿En qué consiste?
Sí, se trata de una escuela en la que lo importante es que los alumnos desarrollen la inteligencia emocional, que sea un centro donde se gestionen las emociones, por una parte, y aprendan a comprometerse para cambiar las cosas, por otra; que se conviertan en niños comprometidos, que puedan tomar sus propias decisiones, que piensen, que sean conscientes de la realidad que les rodea, que analicen, que se comprometan con las cosas que pasan, con la situación familiar, con los problemas no resueltos, en definitiva, que se hagan preguntas y sean capaces de buscar las respuestas. Se tienen que implicar tanto dentro de clase como fuera del aula. Hay que incentivar la curiosidad y la creatividad y que ellos mismos puedan obtener sus propias conclusiones. Y para ello hay que gestionar las emociones. Debemos estimularlos para que sean seres íntegros, transformarlos en ciudadanos globales. Esto es lo más importante, que se conviertan en buenas personas.
¿Es más formativo aprender a resolver problemas reales que escribir correctamente?
Escribir correctamente es lo que siempre se ha pedido en la escuela y faltan muchas más cosas por pedir, entre ellas convivir con los demás. Además de escribir correctamente tenemos que incentivar la convivencia. La base debe ser el respeto. Si existe una prioridad es la de que aprendan a vivir respetando a los demás y también a sí mismos, desarrollando valores como la solidaridad, la tolerancia y la igualdad. Y también es necesario el esfuerzo porque sin él no se puede conseguir nada. El conocimiento se puede adquirir de muchas formas, pero no sirve si no se aprende a ser persona.
¿No está llena la educación de verdades absolutas y de muchas preguntas sin responder?
La escuela está llena de niños que quieren hablar, que necesitan respuestas y que, al mismo tiempo, plantean muchas preguntas. La clave está en escuchar, en saber escuchar. Un niño es por naturaleza un ser curioso, creativo y con imaginación. Puedes aprender mucho de los niños porque en ocasiones son capaces de invertir el sentido de la educación. Tiene que haber un flujo en la comunicación y para ello hay que saber qué es lo que motiva a los alumnos. Es preciso adquirir habilidades sociales y competencias emocionales. No basta con los contenidos, hay que saber transmitirlos. Para que haya motivación debe existir comunicación.
Entiende que las nuevas tecnologías han revolucionado la forma en que nos relacionamos, que vivimos en una sociedad interconectada y que esa sociedad es más imprevisible y menos jerárquica. ¿A qué se refiere?
Pueden ser muy buenas pero hay que saber usarlas. Es una buena herramienta para el aprendizaje. En la práctica, la tecnología está funcionando bien en este sentido, sobre todo como espacio para intercambiar ideas e iniciativas, lo cual enriquece mucho. Es una puerta para la cooperación y con niños puede ser un punto de partida para el cambio social desde la escuela.
¿Por qué la educación no ha avanzado al mismo tiempo que la sociedad?
A mí esto sí que me llama mucho la atención. Me pregunto por qué en la educación no sucede lo mismo que en las empresas, que tanto valoran la innovación y no dudan en invertir en su desarrollo.
A efectos de incentivar la creatividad y la imaginación, ¿es mejor un libro o la red social?
A la hora de fomentar la creatividad y la imaginación cualquier herramienta encaminada a conseguir avanzar en estos objetivos es buena. El maestro tiene que saber utilizarlas para poder sacarle el mayor rendimiento en cada situación, para incentivar la curiosidad, para que sean una ventana al mundo. El aula debe ser un espacio de imaginación. Yo invito a mis alumnos a que participen y que expresen abiertamente sus opiniones, lo que piensan, que interactúen con el maestro, que se sientan bien y estén a gusto participando. Jamás puedes obligar a leer a una persona. Hay que estimularla.
¿No cree que en muchos centros en lugar de existir empatía y sinergia entre profesores, alumnos y padres, la comunidad educativa se pierde en grupos de whatsapp que se dedican a cualquier cosa menos a la educación?
¿Grupos de whatsapp?… Bueno, pueden utilizarse de forma adecuada o, por el contrario, de una manera muy negativa. Deben tener siempre un enfoque positivo. Las redes sociales tienen que allanarnos el camino y no convertirse en un obstáculo. Hay que supervisar de alguna manera la utilización que se hace de ellas, pero siempre hemos de estar abiertos a su uso. De otro modo estamos poniendo vendas en nuestros ojos.
¿Cuáles son las características de la escuela del futuro y cómo se ponen en práctica?
La escuela del futuro debe facilitar el proceso educativo, tiene que dar facilidades. Estamos hablando de que cumpla un estándar mínimo que garantice el modelo. Se nos tienen que poner las cosas más fáciles y, sobre todo, la educación de calidad es un derecho de todos los niños.
¿El fracaso escolar viene precedido por la falta de motivación y el aburrimiento?
El aburrimiento y la falta de motivación están causados por el hecho de que no se escucha. Si, en clase, las materias se imparten de forma unidireccional, es decir, vamos a dar el tema uno, y después el dos y el tres, etc., no existe comunicación y, al final, acabas por no saber nada de tu interlocutor: no conoces al alumno, no sabes cómo es, qué necesidades tiene, qué le gusta, cuáles son sus dudas. En la dirección contraria ocurre lo mismo. El profesor acaba siendo un perfecto desconocido. La llave para el éxito: escuchar.
¿Por qué en España se entiende la educación como una carrera de obstáculos?
Desde el punto de vista de los obstáculos a los que nos enfrentamos cotidianamente en clase, ante la falta de medios, siempre he dicho que se nos puede aplicar el calificativo de maestros salmones, porque para conseguir nuestro objetivo debemos superar muchos obstáculos y nadar contracorriente. Si pretendemos una sociedad mejor debemos aspirar igualmente a una educación mejor. Todo empieza en la escuela.
¿Cuáles son las carencias en educación en España?
Por una parte, la inteligencia emocional, una cuestión que entiendo que es básica. Y también acabar con un síndrome que se observa asimismo en la universidad, donde no existe inteligencia emocional. La apuesta debería ser formar a buenos profesionales que además sean buenas personas, gente bien preparada para la vida. En la base de la educación yo pondría el respeto, la curiosidad, la creatividad y la educación emocional.
Ha comentado que en casa se educa y en la escuela se enseña. ¿A qué se refiere?
No es exactamente así. Lo que sí he dicho es que hay una frase que está anclada en el pensamiento social y que dice que en casa se educa y en clase se enseña. A mí me parece que no tiene ningún sentido, que es un error. ¿Cómo voy a educar a los niños sin tener en cuenta a sus padres y al revés? Los maestros tenemos el privilegio de poder enseñar y educar en manada. Un padre puede decirle a su hijo que sea una persona tolerante y respetuosa, pero una vez en clase ese niño entra en una microsociedad que no se parece a lo que tiene en casa.
Usted asegura que todos los niños son capaces de hacer realidad sus ideas, de crear lo que no existe, de cambiar lo que no funciona, que deben tener un hábito y organizarse. ¿Cómo compaginar la creatividad con la rutina de estudiar?
Un niño por regla general es curioso e imaginativo. Es su esencia. En la escuela debemos fomentar esa curiosidad e implementar su creatividad. Hay que conocer cómo responden ante determinadas situaciones, cómo respetan a los demás para que se sientan a gusto, cómo quieren cambiar el mundo. Deben aprender a relacionarse. Tienen que participar y dar muestra de su capacidad. Aquí es donde encaja precisamente la motivación para que puedan desarrollar sus aptitudes y la imaginación y la creatividad.
Asegura que recibe cientos de mensajes de compañeros maestros. ¿Qué le dicen? ¿De qué se quejan?
No, en absoluto, no es queja lo que expresan. Son, por regla general, mensajes muy positivos en los que muestran sus esperanzas, que confirman que es preciso buscar en los alumnos al ser humano más allá de una simple calificación académica. Tenemos excelentes maestros que se preocupan por formar a los niños como personas íntegras.
A tenor de los últimos casos de acoso escolar, ¿cómo se puede luchar contra el ‘bullying’?
El acoso no es más que un reflejo de la sociedad en que vivimos y de la educación que tenemos. Habría que incidir en lo que ya se ha dicho, en lo que es básico en la educación. Tenemos que ver qué sociedad queremos crear y cómo hay que plantearles a los niños la relación con los demás. La sociedad será el reflejo de lo que hagamos en la escuela. De ahí la importancia de darle a la educación el valor que merece.