Por Javier del Pino
Dirige y presenta A vivir que son dos días en la Cadena SER
03/03/2016
Es racista, homófobo, patriotero, arrogante, misógino, soberbio, despectivo, inculto, engreído y mentiroso. Y todo eso cuando está durmiendo: de día es aún peor. ¿Por qué gana Trump? ¿Cómo es posible que votantes de alto nivel universitario en un estado tan progresista como New Hampshire y electores de la América profunda en Carolina del Sur quieran como presidente de su país a un individuo con una larga lista de empresas en bancarrota, con asesores vinculados a la mafia, con modales de reality show, con decenas de demandas por difamación y, por encima de todo, con un desconocimiento absoluto de la realidad política y social?
Es verdad que las encuestas, especialmente las últimas en Nevada, desvelan una desafección por lo que allí llaman politics as usual, la vieja política, y que Trump aprovecha como nadie su condición de outsider. Es verdad que dice lo que piensa, lo cual es una virtud política incluso aunque en su caso sea una aberración intelectual. Es verdad que la gente sigue a Trump por la misma razón por la que decenas de millones de espectadores ven realities en televisión: por la curiosa –y apocalíptica– glorificación de la mediocridad que aporta este inicio de siglo.
Pero hay otro factor: el dinero. La pasión por conseguirlo y la admiración por quien lo tiene. En el paraíso del capitalismo, la ostentación es un término sin connotaciones negativas. No hay otro elemento que defina mejor la esencia de este país. Los peregrinos llegaron al Este buscando libertad religiosa, pero conquistaron con violencia el Oeste buscando oro: dinero. Religión, dinero, armas. Los tres pilares en los que se apoyó la fundación de EEUU son todavía los que definen su razón de ser y sus actitudes sociales e individuales.
Contemplar esto con mirada europea es un ejercicio estéril. Trump repite en público que su belleza está en su dinero, esos 10.000 millones de dólares que permiten a un rico inútil pagarse una campaña presidencial. Ha sabido venderse como experto en tomar decisiones (contratar, despedir, vender, insultar, divorciarse) y el paradigma del self-made man, el gran arquetipo del éxito que, en su caso, contó con algo de ayuda: su padre le regaló un millón de dólares para arrancar su vida empresarial. Pequeños detalles sin relevancia. Sus votantes reconocen su lenguaje porque se parece al suyo y admiran su riqueza porque se parece a la que desearían tener. ¿Importa que no sepa dónde está Siria?
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