Por Andrés Tovar
28/11/2016
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En los primeros días de la Cuba de Fidel Castro, ser un revolucionario significaba tener un compromiso con la filosofía revolucionaria de la visión de que «un hombre nuevo» no podría ser gay. Por eso llama la atención el estreno de La marcha de Mariela Castro: La revolución LGBT de Cuba, el nuevo documental del director Jon Alpert que produce HBO y que se entrena mundialmente a pocos días de la muerte de Castro, puntualmente este lunes.
El documental da una proporción considerable de sus créditos a la mujer mencionada el título: Mariela Castro, quien es nada menos que la hija de Raúl Castro, sobrina de Fidel y miembro del Parlamento cubano (y el único voto en contra en esa cámara a una ley laboral que no proteja a los enfermo por VIH o la identidad de género).
Mariela Castro es una de las figuras claves en la política desarrollada en el Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (CENESEX) por proteger e incorporar de manera plena a la sociedad a las personas transexuales. También se ha manifestado a favor de los derechos de la mujer a decidir abortar.
Mariela hace varias apariciones en esta película: encabezando una marcha con la comunidad LGBT, hablando en un mitin y en sus labores como directora del CENESEX.
Puntos de vista
Mariela ha manifestado en diversas entrevistas su total adhesión al gobierno cubano, además de considerar públicamente que lo más conveniente para Cuba es el partido único.
Obviamente, el culto a la personalidad de los Castro se ve reflejado en el docuental (la lucha tiene un precio, por supuesto); probablemente no podría haber sido de otro modo en un país gobernado por su tío y luego por su padre. Mariela canta la música de la revolución atando los derechos LGBT a una construcción más amplia, más moderna del socialismo que su padre ha estado vendiendo en los últimos tiempos, desfilando por las calles con una enorme séquito de activistas cantando: «El socialismo Sí! La homofobia no!»
La sobrina de Castro también ayuda un poco a cambiar la visión de su tío, asegurando que, hacia el final de su vida, Fidel Castro expresó su pesar por los campos de trabajo forzado y que los calificó de «una gran injusticia», aceptando la culpa por sus terribles condiciones. El socialista, que pensaba que la homosexualidad era una creación de la burguesía, experimentó una suerte de conversión en los últimos días de su vida.
El documental entrega testimonios del trabajo en las «unidades militares de ayuda a la producción«, donde hombres homosexuales fueron enviados como castigo para «reinsertarse» y como una especie de disuasión. También cuenta la historia de una mujer identificada como Trans que usa gafas de sol para proteger un ojo blanqueado por el ácido que fue arrojado a la cara y la de Margarita Díaz, campeona de tenis de Cuba, que cuenta con tristeza su experiencia de haber sido expulsada del equipo nacional en 1988 a causa de sus formas no femeninas.
Pero también está el testimonio de Yanet, quien se describe como «campesina» de la Sierra Maestra. Ella y Mailin están en una relación y se ven bastante felices. Todos conocen a la pareja de lesbianas y la respeta. Sin embargo, Yanet afirma que sigue sufriendo de discriminación en el trabajo, a pesar de que no puede probarlo.
En la actualidad, Cuba ha tenido relaciones mucho más amistosas con la comunidad LGBT (incluso, más que países como EEUU). Desde 2008. el Sistema Nacional de Salud de Cuba ha ofrecido cirugía y cambios de sexo totalmente gratuitos. Asimismo, ha promovido la distribución de condones y el apoyo en educación y salud a los trabajadores sexuales, asegurando de que todos tengan acceso a los medicamentos antirretrovirales. (No es de extrañar que Cuba reporta tasas ridículamente bajas de infecciones y muertes por VIH).
Como documento, el audiovisual explora el cambio de mentalidad en una sociedad que hasta hace muy poco tenía un gran rechazo hacia el tema.