Por Iñigo Aduriz
09/06/2017
ENTREVISTA A WERNER CORRALES | Coordinador nacional de la ‘Alianza por la Venezuela que Queremos Todos’
Asegura ser solo la voz de un proceso colectivo construido “desde las bases” de la sociedad venezolana con el objetivo de superar la polarización entre partidarios del Gobierno y de la oposición para reconstruir el país sin violencia. Werner Corrales (Caracas, 1941), que fue ministro y embajador del país ante la ONU, coordina ahora la ‘Alianza por la Venezuela que Queremos Todos’, la unión de distintas organizaciones que buscan un gran pacto nacional que supere el enfrentamiento y permita al país desarrollarse. “Si queremos un futuro en paz, tenemos que reconocernos, ser tolerantes y cooperar”, apunta.
¿Qué se está haciendo mal en Venezuela?
La violación sistemática de los derechos humanos y de la protesta pacífica por parte del Gobierno. Además, lo que está preocupando a mucha gente es la violencia y el acoso que se está haciendo, por ejemplo, a los hijos de altos cargos del Gobierno fuera de Venezuela y en el propio país contra simpatizantes del chavismo. Esto no conduce a nada constructivo. La respuesta del Ejecutivo a las protestas pacíficas ha contribuido a enardecer los ánimos, pero los liderazgos sociales deben condenar la violencia que se está ejerciendo también por la otra parte.
¿Ve algún gesto positivo en el país?
Se han formado varios grupos de personas de distintas posiciones políticas e ideológicas que estamos intentando que haya un reconocimiento a quienes están tomando posiciones institucionales aún dentro del propio Gobierno. Es el caso de la fiscal general de la República, Luisa Ortega, crítica con algunas decisiones de Maduro. A través de un documento hemos reiterado el derecho que tenemos los venezolanos a la protesta, denunciando los atropellos del Gobierno pero haciendo un reconocimiento a la conducta institucional muy proactiva que ha tenido la fiscal. Me consta que hay otros cargos afines al Ejecutivo que también mantienen una posición crítica. Y esto es parte de lo que queremos estimular. Estamos buscando que en el seno del propio Gobierno surjan conductas y voces que lleven a una posible negociación, que hace falta y de forma urgente para que esto no se convierta en un conflicto armado. Para evitar una guerra civil el chavismo también tiene que formar parte de la salida a la crisis.
¿Quiénes integran los grupos transversales que están trabajando por esa reconciliación?
Hay gente afín a la oposición y otra que hasta hace poco tiempo era parte del Gobierno, y sigue teniendo la postura del chavismo, pero está muy preocupada con lo que está sucediendo y coincide en que hay que tender puentes. Yo soy una persona de oposición, nunca he pertenecido al Gobierno aunque fui funcionario diplomático en los primeros dos años del Ejecutivo. Venezuela es un país en el que ha habido una tradición política que ha comenzado a romperse en los últimos años y que implicaba que las personas que tenían posturas políticas diferentes eran amigas. En nuestro caso, de los diez que formamos el núcleo inicial de la iniciativa ‘La Venezuela que Queremos Todos’, ocho éramos amigos.
Lo que falta es el diálogo directo entre Gobierno y oposición.
En octubre hubo unas conversaciones que terminaron en un fiasco y que incluso obligaron a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) a reorganizarse internamente. Pero no hay una confianza clara por parte de altos funcionarios del Gobierno en que la oposición vaya a permitir que la negociación termine, por ejemplo, en algún tipo de medida de justicia transicional. Es decir, que se pueda dar un salvoconducto y se establezca una vacatio legis de cinco años para que el precio de la salida de Maduro o de otros cargos se reduzca y ellos estén dispuestos a negociar. Esa conciencia no la hay porque no ha sido comunicada por la oposición.
¿En qué consiste el proyecto de construcción nacional que plantean?
El proyecto en el que venimos trabajando desde 2009 busca que haya nuevamente cohesión social. Venezuela tuvo los 20 años más brillantes de su historia entre 1959 y 1978. El PIB per cápita promedio fue superior a la media de la OCDE que integran los países desarrollados. Eso se fundamentó en que teníamos un proyecto de país. Al caer la dictadura de Pérez Jiménez hubo un acuerdo que se llamó el Pacto de Punto Fijo y que fue respetado por cuatro gobiernos sucesivos trayendo numerosos avances, por ejemplo en Educación. Lo que pretendemos es construir de nuevo un gran acuerdo nacional desde abajo. Ya en 2009 había una polarización muy grande porque las elites de ambos lados estaban muy radicalizadas. Por eso nos dedicamos a buscar el acuerdo en las bases de la sociedad.
¿Cuáles son los elementos comunes en los que puede coincidir una sociedad tan polarizada?
Algo en lo que coincidimos chavistas y no chavistas es en que tenemos que reconciliarnos y superar la violencia social. Somos el país con la mayor tasa de homicidios en todo el hemisferio occidental. La polarización nació de que pasamos de ser el segundo país de América Latina con menos pobres –el primero fue Uruguay–, a tener el 70% de población empobrecida en los años 90. Una sociedad que vive eso es perfectamente explicable que se polarice. Chávez aprovechó esa situación y logró sembrar odios que nos han enfrentado. En todo ese trabajo de más de seis años se ha consultado a más de 66.000 personas. También es exigible un consenso en las élites para hacer frente del rentismo: toda la conducta populista basada en el clientelismo y de la manipulación de la gente más pobre con la renta petrolera. La gran diferencia entre los veinte primeros años de la democracia (1959-1978) y lo que ha pasado después es que estos últimos gobiernos han usado la renta para comprar y mantenerse en el poder y no para educación, créditos productivos o construir infraestructuras. Venezuela está en ruinas.
La población venezolana que padece principalmente la crisis política, la polarización, la inseguridad o la escasez de alimentos podría pensar que la propuesta que ustedes realizan es utópica.
No hemos dejado de tener contacto con comunidades populares sobre todo para el consenso de la reconciliación. Siete ONG –comprometidas con el proyecto de reconstrucción nacional– nos dedicamos a hacer reuniones de 25 o 30 líderes comunitarios, de las cuales el 70% fueron en barriadas de las principales ciudades de Venezuela. En esas reuniones los asistentes hacían dibujo libre de la Venezuela que querían vivir. No íbamos con ideas para venderles. Eran ellos los que nos decían qué sociedad querían. Hubo más de 6.300 líderes participando y ellos luego replicaron lo que se habló en sus respectivas comunidades. En todo el proceso participaron, por ello, más de 60.000 personas de los barrios. Lo hicimos de esa manera para intentar llegar a acuerdos porque sabíamos que desde las elites no había manera. Solo después de lograr esos seis consensos acudimos a los simposios y, en estos momentos, se están haciendo consultas nacionales a la sociedad para saber cómo alcanzar todos los objetivos.
¿Cuál está siendo la acogida mediática de esta iniciativa? ¿Se conoce suficientemente por la sociedad venezolana?
A pesar de los disturbios, que ahora protagonizan todo, estamos estudiando la manera de que esto no se quede en un segundo plano. Básicamente queremos introducirnos en las protestas de la oposición y en las reuniones del chavismo llamando a la gente a decir cómo quiere salir de esto. Va a haber toda una campaña sobre todo a través de las redes sociales invitando a participar en la consulta o sugiriendo ideas. Por ejemplo, les preguntaremos: ‘¿Te sientes inseguro por la noche? ¿Cómo crees que se puede superar?’
¿El objetivo final es la elaboración de textos legales consensuados?
Los siete consensos se han transformado en siete proyectos que ya tienen propuestas muy claras de reforma y de políticas públicas. Por ejemplo, si nosotros no logramos recuperarnos del 82% de la pobreza en el futuro vamos a tener un Gobierno similar y no vamos a salir nunca de la crisis, que es social y económica. Hay que dar oportunidades a la gente con una solidaridad que no hubo.
Desde el Gobierno y desde la oposición les acusan a ustedes de buscar la impunidad de los crímenes que se pudieran haber cometido por los dos lados.
Seamos muy francos. Ninguna transición puede ser pacífica a menos que se reduzca el coste de salida de quienes están en el poder. Hay que ser realista. Por eso todos los sistemas de justicia transicional tienen algunos componentes diseñados ad hoc para que en esa sociedad particular se logre salir de la crisis. Es lo que pasó en España, Argentina o Chile. Hay que dar un salvoconducto aunque sea por 5 o 10 años, pero nadie puede garantizar que, después, las propias instituciones de la sociedad no echen atrás esos acuerdos para que se castigue a los culpables.
A pesar de su simpatía con la oposición cree, por tanto, que el chavismo tiene que formar parte de la solución de la crisis en Venezuela.
Absolutamente. El año pasado hicimos un simposio sobre la reconciliación, que tiene dos componentes: la reconciliación propiamente dicha y la justicia transicional. Hay planteamientos sobre este asunto muy claros que están circulando en distintos grupos y se están discutiendo. Pero no se están haciendo públicos porque existe esa acusación de la que usted me hablaba acerca de la impunidad. Pero no se trata de la impunidad. Yo estoy convencido de que habrá algunas figuras que han cometido delitos graves y que van a salirse con la suya por algunos años. Pero también estoy convencido de que eso no será posible, por ejemplo, en el caso de gente como Diosdado Cabello, que es un traficante de drogas. O de los responsables de las listas de exclusión que hay en Venezuela. Son delitos que no se pueden dejar pasar.
A pesar de que aseguran que es una iniciativa que se está construyendo desde las bases. ¿Se han puesto en contacto con dirigentes tanto de la oposición como del Gobierno?
El proyecto de ‘La Venezuela Que Queremos Todos’, que es la formulación de una visión compartida de país y de todas las estrategias y políticas para llevarla adelante, se inició en las bases fundamentalmente populares y se ha ido difundiendo de abajo a arriba. En los simposios participaron gente del Gobierno y de la oposición. En ese momento, Víctor Álvarez, que es uno de los miembros que trabajan con nosotros, era ministro de Industrias Básicas del Gobierno. A mí me tocó discutir con él sobre la inserción económica internacional de Venezuela. Lo que le quiero decir es que ya había gente en el chavismo dispuesta a hablar, al igual que en la oposición hay quien no ha estado dispuesto a hablar jamás. Hay de los dos tipos en ambos lados. El proyecto siempre ha estado en contacto con los dos niveles. En 2015 hubo una iniciativa de la oposición que se le dio el nombre de La Transición y que la movieron fundamentalmente Voluntad Popular, el grupo de María Corina Machado y el del alcalde Ledezma. Yo dirigí durante ocho meses la preparación de los documentos económicos, políticos o incluso de carácter militar que se planteaban para la transición. Cuando se concluyó el proyecto y no pudo salir adelante porque el resto de la oposición se negó a participar, todos esos documentos los compartí con este mismo grupo con el que estamos trabajando del Gobierno.
En el Gobierno también hay quien pensará que están yendo a por ellos.
Para luchar contra esa idea llevamos a cabo una actividad de élite a través de contactos con gente del Gobierno.
¿Qué se puede hacer desde el exterior?
Deben desempeñar un rol organizaciones internacionales asociadas a Naciones Unidas y a la Unión Europea. También es necesario el papel de medios de comunicación como Cambio16 y, asimismo, son necesarias figuras como la de Felipe González –Zapatero se desprestigió mucho por algunas posturas que adoptó en su último viaje–. Es imprescindible que se haga un reconocimiento a actores como Luisa Ortega, fiscal general de la República, y a algunos diputados con espíritu crítico. Lo que hay que hacer es ablandar esta situación porque en el chavismo no se están dando los pasos necesarios solo por miedo a las represalias.