Por Iñigo Aduriz | Ilustración: Luis Moreno
08/10/2016
«Recuerda cuando insultó a nuestros veteranos”; “recuerda cuando se negó a rechazar al Ku Klux Klan”; o “no dejes que te engañe”. Todas estas frases, acompañadas de unas imágenes caricaturizadas del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, fueron difundidas por su rival demócrata Hillary Clinton a través de Snapchat. También se escenificó en esta red social la unidad de los demócratas: Tanto la candidata a la Presidencia como quien fue su contrincante en las primarias, Bernie Sanders, publicaron sendas fotografías de su acercamiento en sus perfiles. Y el presidente argentino, Mauricio Macri, utiliza Snapchat para publicar imágenes o pequeños vídeos mostrando sus visitas institucionales, lanzar mensajes o enseñar su vida familiar.
Como ya ocurrió con el surgimiento de Twitter o Facebook el mensaje político está volviendo a adaptarse a un nuevo formato con unas características muy específicas: permite intercalar texto, imágenes, vídeos e ilustraciones; la visualización se limita a 10 segundos y en 24 horas el mensaje desaparece. “Estamos ante una red totalmente diferente a lo que conocíamos hasta ahora como red social”, añade Ana Bernal, doctora en periodismo y docente de la Universitat Oberta de Catalunya. “No tiene nada que ver con otras en cuanto a narrativa porque Snapchat crea su propio lenguaje primando la innovación y es un cóctel donde entra el vídeo, el audio en todo su potencial, fotografías, textos y la capacidad de añadir filtros que fomentan un estilo más desenfadado”. Esta red tiene un especial valor para la inmediatez y la actualidad, porque “es el ‘hoy’, su mensaje se centra en el momento y luego desaparece”, recalca Bernal.
Permite, asimismo, enfocar la idea o el contenido a un público muy específico. Antoni Gutiérrez Rubí, asesor de comunicación y junto con Xavier Peityby autor del libro Snapchat en política (We Observatorio de Comunicación Social, 2016), apunta que esta red “es usada casi en su totalidad por jóvenes de entre 13 y 34 años”. En EEUU el 60% de los ciudadanos que se sitúan en esa franja de edad tienen un perfil de Snapchat, y es la primera aplicación en número de usuarios más jóvenes, los que tienen entre 14 y 24 años. Gutiérrez Rubí recuerda que “un estudio de Nielsen mostró que la aplicación llega al 41% de la población de entre 18 y 34 años de edad en EEUU, mientras que las 15 principales cadenas de televisión del país alcanzan sólo al 6% de las personas en el mismo grupo de edad”. En España cerca del 25% de los adolescentes de entre 16 y 19 años tiene una cuenta y alcanza ya los 11 millones de usuarios. En el mundo son más de 300 millones.
LOS JÓVENES, SU PÚBLICO
Que esté enfocada a un público tan juvenil facilita “la segmentación” y ayuda a “dar el mensaje al nicho idóneo” porque “ninguna relación política es tan buena como la que se consigue cuando sabes qué le importa a tu interlocutor”, explica el también consultor político. Snapchat es la aplicación por excelencia de las generaciones millennial (nacidos entre 1980 y 1995) y Z (nacidos a partir de 1995), que son precisamente los ciudadanos más desapegados de la política y los más indecisos a la hora de acudir a las urnas. Pero como apuntan en su libro Gutiérrez Rubí y Peityby estos jóvenes “usan internet para informarse políticamente, para vigilar y monitorizar la actividad de sus representantes, para denunciar, para debatir y para todo”. Esto implica que las generaciones mencionadas vayan a establecer “una relación muy diferente con la política, mucho más contractual, promiscua, exigente y volátil”, en la cual Snapchat, por sus características, puede resultar determinante.
Bernal argumenta que una de sus principales ventajas es que “es una herramienta eficaz que, a diferencia de Twitter, da sólo información del usuario, del político en este caso”. A su juicio “tiene el plus de que acerca la figura del representante, contribuye a una cercanía, a humanizarlo e incluso deriva en un toque de humor”. Gutiérrez Rubí comparte esta visión y explica que, “por su tipología de contenidos”, Snapchat “es una excelente herramienta de humanización del candidato, como lo está siendo, a menudo, Instagram”. Los políticos pueden, así, “mostrarse más divertidos, enseñar el backstage de su vida, en ocasiones a su familia, con quién se encuentran y con quién hablan y presentarse como gente normal”. Los que se difunden son, esencialmente, “vídeos informales y espontáneos” y tienen la ventaja de que “también se pueden usar en otras redes sociales”.
La capacidad de que el usuario valore y elija lo que ve o escucha es también uno de los puntos fuertes. Como señala Bernal “es una herramienta que se integra en la micropolítica –que nació con esos mensajes en 140 caracteres de Twitter– y que permite al usuario tener el control absoluto sobre la narrativa: si no le agrada lo que ve, con un toque puede saltar al siguiente vídeo”. Respecto a su uso en campañas electorales o las estrategias políticas Gutiérrez Rubí y Peityby apuntan a que los contenidos que se pueden subir “son innumerables”, a lo que ayuda que “nadie espera una gran calidad” en sus contenidos. Plantean así la posibilidad de que se puedan difundir los viajes, la preparación de los discursos y debates, o los paseos por las calles de los candidatos o dirigentes. El éxito radicará, en todo caso, en que esos contenidos que se difundan a través de esta red social sean “interesantes y variados”.
El carácter efímero de la aplicación y la brevedad a la hora de difundir los mensajes son algunas de las características que pueden, no obstante, suscitar críticas y limitar su uso en política. Ana Bernal señala que el contenido no trasciende “de lo anecdótico y de su fin casi evasivo”. “Son historias muy visuales pero, ¿qué contenido ofrecen? La política es convencer de tus ideas pero, ¿Snapchat distribuye mensajes cargados de ideas?”, se pregunta. En su opinión, el hecho de que los contenidos que se difundan a través de esta red social sean “historias que duran muy poco, que fomentan un infoentretenimiento y el fast news” implica que aportan “muy poquito” al debate político.
“Ayuda como herramienta de apoyo en actividades de campaña, para mostrar el backstage o potenciar declaraciones, pero no tiene espacio para articular un discurso”, añade la doctora e investigadora. Eso no significa, añade, que sea una aplicación más débil, sino que hay que comprenderla dentro de su contexto”. Así, “acerca la política a los jóvenes, pero tal vez lo que les transmite es la parte más espectacular de la misma por encima del contenido”. Por todo ello, “está por ver si estas generaciones que ahora se sienten atraídas por Snapchat lo perciben como un primer paso o como el primer escalón del que partir y que les derive o fomente su curiosidad por conocer más sobre las propuestas o el programa” de un candidato o de un partido político.
Precisamente uno de los retos de Snapchat en España es que los políticos se sumen a la tendencia internacional e incluyan esta herramienta en sus estrategias. Todavía ninguno de los principales líderes se ha atrevido a seguir los pasos de Clinton, Sanders o Macri, aunque sí se han unido algunos dirigentes como el diputado de ERC en el Congreso Gabriel Rufián. Ana Bernal cree que la aplicación llegará a la política española de forma masiva en próximas citas electorales. “Tuvimos las elecciones de Youtube o las de Twitter, y las últimas, las del 26 de junio, fueron las de Periscope y Facebook Live como herramientas dominantes. Ahora tocarían las de Snapchat”, señala. Ella considera “increíble” que en un país en el que las cifras de paro juvenil están entre las más altas del mundo “ningún equipo haya reparado en Snapchat para acercar la política a los jóvenes”. El uso de la aplicación podría ser el primer paso para fomentar su interés.