Por Iñigo Aduriz
28/06/2016
a lucha por el derecho a la identidad de género tuvo un antes y un después a partir de agosto de 2015. La administración Obama anunciaba entonces el fichaje de Raffi Freedman-Gurspan como directora de contratación de la Oficina de Personal de la Casa Blanca. Esta activista por los derechos LGTB se convertía en la mujer transexual declarada con mayor responsabilidad en la administración más poderosa del planeta. Ya en 2011, en España el hito lo había protagonizado la histórica luchadora por la causa trans Carla Antonelli, al ser elegida como la primera diputada transexual en un parlamento autonómico, el de Madrid. El mes pasado seguía sus pasos Geraldine Roman, primera parlamentaria transexual de Filipinas.
Pero el cambio no se está dando sólo en las administraciones. La visibilización de este colectivo vive una imparable revolución especialmente en los últimos años. Hombres y mujeres transexuales han pasado de estar perseguidos socialmente e incluso por la Justicia –en España uno podía ser condenado por esta condición hasta 1985–, a protagonizar series y películas o a abanderar, como en el caso de Caitlyn Jenner, la lucha por los derechos trans a través de un reality show –I am Cait–, encabezando además portadas de revistas tan prestigiosas como Vanity Fair.
Los ejemplos de personas o personajes transexuales en el mundo del arte y el espectáculo son múltiples en el último lustro, y no sólo en EEUU: Laverne Cox en el papel que mantiene en la exitosa serie Orange is the new black, el documental Valentijn que cuenta la transformación física de la holandesa Valentijn de Hingh, el reconocimiento internacional de la serie Transparent que cuenta la historia de un padre que transita socialmente hacia su verdadera identidad de género, el éxito en la pasada edición de los Oscar de La chica danesa, película que narra la vida de la pintora transexual Lili Wegener, que fue la primera mujer transexual que, en 1931, pasó por el quirófano para someterse a una vaginoplastia, o, más recientemente, la celebración del primer certamen Miss Trans Israel en el que resultó vencedora Tailin Abu Hanna.
Antonelli celebra que la transexualidad haya trascendido incluso al show business. Asegura que con el paso que dio Caitlyn Jenner en 2015 al hacer pública su condición, la exdeportista generó efectos “más positivos que negativos” en el colectivo. “Ha tenido unas oportunidades increíbles para dar muchos discursos y defender esta situación”. La diputada madrileña también destaca que esta realidad irrumpiera en los Oscar porque “lo que tiene que haber es una concienciación de nuestra existencia, para bien o para mal, porque no somos ni más ni menos que un fiel reflejo del resto. No somos ni una especie ni un género diferente”.
La visibilización en series, películas y administraciones también la aplaude Natalia Aventín, presidenta de Chrysallis, asociación de familias de menores transexuales de ámbito estatal. “Siempre que se haga con respeto, esta realidad hay que visibilizarla. Como la propia Jenner están saliendo muchas personas adultas del armario también a nivel social. Y es que el que nació en el año 50 no pudo expresar su transexualidad en su momento. Han estado toda su vida reprimidas, con vidas muy duras, y tener referentes les ayuda”.
Mané Fernández, coordinador del Área Transexual de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) recuerda, por su parte, que “la visibilidad solamente se mejora teniendo referentes visibles positivos”. Cita al fallecido Pedro Zerolo, ejemplo para el mundo LGTB en general, y a Antonelli para el trans en particular. “La visibilidad es la única manera de mejorar y aunque estamos saliendo en series y documentales lo malo es que muchas veces se siguen manteniendo los estereotipos con respecto a una realidad que es muy amplia”. Se refiere especialmente a las mujeres transexuales, que “son estereotipadas todavía como trabajadoras sexuales o como mujeres sin ningún tipo de recursos en una exclusión social o en la cárcel…”. Por eso considera imprescindible que se mantenga “la seriedad, y se evite un show morboso”, porque “la morbosidad en torno al mundo transexual sigue existiendo y es lo que vende. Eso es lo que hay que evitar”.
Este chileno-asturiano advierte de que si actualmente “hay una mayor visibilidad del colectivo transexual” no es únicamente por su mayor presencia mediática sino “gracias al trabajo” que han llevado a cabo “los mayores” transexuales como él durante mucho tiempo. Pero esa mayor exposición pública no ha traído consigo una plena normalidad del colectivo. Fernández lo sigue atribuyendo al desconocimiento. “La población en general sigue sin saber qué es la transexualidad. La sociedad sí escucha hablar, sabe que hay niños transexuales, pero no tiene una educación al respecto. Por eso no hay una normalización”.
En España la realidad de los menores transexuales está trascendiendo principalmente gracias a los medios de comunicación y a las medidas que están poniendo en marcha distintas administraciones. El trato y la educación y sensibilización respecto a esta realidad la abordan ya prácticamente todas las comunidades autonómas en sus sistemas escolares.
También se facilitan desde la sanidad pública los bloqueadores que permiten a esos menores –especialmente en el caso de las niñas– retrasar su pubertad y, por tanto, evitar los rasgos físicos habituales de la identidad sexual con la que no se sienten identificados.
En esos cambios han jugado un papel determinante las propias familias de estos niños. “Hemos pasado de que hace años los echaran de sus casas a que ahora seamos las familias las que abanderemos esta lucha y digamos que nuestros hijos e hijas son tan normales como cualquier otro”, defiende la presidenta de Chrysallis Natalia Aventín, madre de Patrick, un niño transexual de 14 años. La organización surgió en 2013 a través de las redes sociales y hoy son ya más de 300 las familias que la componen. Todas ellas tienen en común un hijo o una hija transexual y, como explica ella, viven esa realidad “con la certeza de que hay que apoyarles y visibilizarles”.
Se han dado pasos, pero aún queda trabajo por hacer para mejorar en esa visibilización. Aventín aspira a conseguir “que la sociedad entienda que esta situación forma parte de la diversidad del ser humano y no de ninguna tragedia, ni se trata de personas marginales que tienen una patología”.
La despatologización
Como ocurría hasta hace 26 años con la homosexualidad, la Organización Mundial de Salud sí sigue considerando la transexualidad como un patología. Por eso esa despatologización, la visibilización y la lucha por el reconocimiento legal de niños y mayores transexuales centran la lucha de este colectivo. En España, la Ley 3/2007 permite el cambio de nombre y de sexo registral, pero no para los menores, sobre lo que próximamente deberá pronunciarse el Tribunal Constitucional. Pero tal y como explica el asesor legal y secretario de Chrysallis, Javier Maldonado, aunque esa normativa “supuso un avance al permitir la rectificación del sexo registral sin exigir la previa modificación de los genitales, impide el efectivo respeto a valores y derechos fundamentales, porque se basa en una concepción patologizante de la transexualidad: exige un previo diagnóstico psicológico o psiquiátrico”.
Entre otras razones, si el colectivo exige una ley integral nueva es porque la de 2007 también condiciona el cambio de nombre y de sexo registral a que la persona haya sido tratada médicamente durante al menos dos años para acomodar sus características físicas a las correspondientes al sexo reclamado, lo cual es considerado desde Chrysallis como algo “contrario a la libertad y dignidad de la persona, quien debe ser la que libremente decida a qué modificaciones corporales quiere, en su caso, someterse”.
Tratando de aclarar conceptos Mané Fernández explica que “la transexualidad no tiene nada que ver con los genitales, con lo que nos han dicho o educado durante muchos años de lo que representa un hombre y una mujer: que el hombre a nivel genital tiene que tener un pene y una mujer tiene que tener una vulva. Hay mujeres con pene y hombres con vulva. En el momento en el que nacemos nos dan una identidad en base a unos genitales, y en un alto porcentaje de la población eso es así. Pero hay otro en el que no lo es. A mí como hombre transexual cuando nací me dieron una identidad que no me correspondía”, explica.
Sucede lo mismo con los menores. “Hay niñas con pene y niños con vulva. ¿Que son minoría? Sí. También son minoría los niños pelirrojos pero por eso no les rapamos el pelo o les obligamos a cambiárselo. El conflicto es cuando el resto no te interpreta como tú te interpretas”, apunta Aventín. Tanto ella como Fernández o Antonelli comprenden, no obstante, que niños y mayores se sometan a tratamientos o incluso modifiquen quirúrgicamente sus genitales porque “viven en sociedad” y quieren que el resto también les identifique como lo que son.
Preguntada sobre el conflicto interno que pueden tener muchos padres sobre si deben facilitar el uso de bloqueadores u otros tratamientos en sus pequeños hijos transexuales, la presidenta de Chrysallis lo tiene claro: “Los padres pueden tener certezas o dudas, pero la persona que tiene que tener la certeza es el menor. Esto no es una cuestión de padres”.
En el trabajo que queda por hacer en los próximos años el colectivo cita, por un lado, el ámbito legal, con la mencionada aprobación de una ley integral de transexualidad a nivel estatal. Pero apuntan a que también se debe trabajar para superar estereotipos. El principal, señala Carla Antonelli, es que “hay un prejuicio generalizado que hace a la gente pensar que por el hecho de ser una persona transexual estás menos capacitada para hacer la mayoría de las cosas. Tienes que demostrar día a día que sirves y al final terminas cambiando la opinión de personas que te prejuzgaron de una manera. Esto no deja de ser agotador”.
Pionera en España
Ella fue una de las primeras mujeres en España en reivindicar su transexualidad y eso que, según reconoce, nunca estuvo entre sus objetivos convertirse en una activista referente como lo es ahora. Argumenta que en el caso de las personas transexuales hacer pública su condición a veces no es una cuestión de elección. “No salimos del armario, nos sacan a patadas del armario. Y en un momento de transición somos visibles aunque no queramos”. Su activismo empezó por ella misma. “Luchas por defenderte y al final terminas defendiendo a los demás. Se trata de no conformarse con el ‘nada eres’, ‘nada vales’ y ‘a nada tienes derecho’. Empiezas a pelear por tener los mismos derechos que tienen los demás, y todavía en muchos países porque no te metan en la cárcel”.
Mané Fernández lamenta que en muchos ámbitos se siga reflejando “sólo una parte” de la transexualidad, que son las mujeres. “Parece que los hombres transexuales no existimos, y eso es por la misma educación heteropatriarcal que tenemos. Es cierto que nosotros como hombres transexuales en esta sociedad subimos un peldaño. Estamos mejor aceptados porque la hormonación permite un cambio físico más radical y pasamos más desapercibidos”. Antonelli concluye: “Pero ellas sufren una doble discriminación: por transexuales y por mujeres”.
EL RETO LEGAL
El derecho a la identidad sexual autopercibida, que según explica el abogado de Chrysallis, Javier Maldonado, se basa “en una concepción no patologizante de la transexualidad –no requiere de diagnóstico psiquiátrico– y respetuosa con la autonomía y libertad de cada individuo a ser él quien manifieste cuál es su sexo sentido y qué modificaciones corporales quiere realizar en su cuerpo”, apareció recogido por primera vez en la ley argentina del 23 de mayo de 2012. Esta normativa pionera estableció el derecho a la identidad de género de las personas. Le siguió la Ley de Malta de 23 de abril de 2015. Siempre según Maldonado, experto jurista en estos asuntos, es de esperar que ése sea el camino a seguir por la legislación de los países europeos, en tanto que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en su Resolución 2048 (2015) aprobada el 22 de abril de 2015 (15ª sesión), sobre la discriminación contra las personas transexuales en Europa, instó a los estados a instaurar procedimientos, rápidos, transparentes y accesibles, basados en la autodeterminación, que permitan a las personas transexuales cambiar el nombre y el sexo, y a abolir los tratamientos médicos obligatorios y el diagnóstico de salud mental como una obligación legal previa para el reconocimiento de la identidad de género.
En España ya se han dado algunos pasos al respecto. El derecho a la identidad sexual autopercibida, se expresó por primera vez en la ley andaluza aprobada en julio 2014, a la que le siguió la normativa extremeña de abril de 2015 que sirvió de modelo, a su vez, a la ley madrileña que vio la luz en marzo. También se le ha dado recientemente el visto bueno a otra norma similar en Murcia. Otras comunidades poseen disposiciones en la materia, como Navarra (2009), el País Vasco (2012) y Canarias (2014), pero tal y como denuncia Maldonado “mantienen una concepción patologizante de la transexualidad”, que implica que debe ser un psicólogo o psiquiatra quien determine si la persona es apta para el cambio de nombre y de sexo. No obstante, en 2015, la Junta de Portavoces del Parlamento de Navarra se comprometió a reformar la Ley Foral de 2009 despatologizando la transexualidad e igualmente el pasado 28 de marzo, el pleno del Cabildo de Tenerife aprobó una moción por la cual se insta al Gobierno de Canarias a que siga esos mismos pasos.