Por Manuel Domínguez Moreno
Fiel a su estilo, a la gallega, la cosa parece no ir con él, o será que lleva la procesión por dentro y no se escuchan sus rezos para la que se le viene encima en las inminentes elecciones generales de otoño. El Partido Popular que él preside, Mariano Rajoy, pierde votos a millones convocatoria electoral tras convocatoria electoral. Y él, mientras tanto, agarrado cual Ulises al mástil de la tibia recuperación económica después de conducir la travesía del desierto más árida que ha conocido la historia reciente de este país. Cabe preguntarse a bote pronto si este registrador de la propiedad titular de Santa Pola (Alicante) es consciente de la realidad que le gritan a la cara ya sus propios barones y demás altos cargos del partido o simplemente su visión de país no es de este mundo.
Posiblemente, algún día tendrá que pedirle cuentas a su amiga Angela Merkel, la que lo condujo por la senda de las estrecheces a toda costa. Su antecesor en el cargo, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero aún recuerda por las noches entre pesadillas ese inopinado cambio constitucional auspiciado con nocturnidad y alevosía un 10 de mayo de 2011 que sirvió para sacar la primera tijera que no ha parado de recortar derechos a la ciudadanía española desde entonces.
El pasado 24-M no solo ha servido para constatar la tendencia que apuntó la convocatoria electoral europea de 2014 y corroboró el 22-M en Andalucía, sino sobre todo para subrayar la multifragmentación del panorama político –sobre todo a la izquierda– y la caída en picado del voto fiel de la derecha y la moderada contención en la caída del PSOE, que pese a todo ha dejado por el camino entre 2011 y 2015 unos 700.000 votantes, y ya sin contar los dos millones que han perdido los del puño y la rosa si ampliamos la horquilla a las municipales de 2007.
Sin prisas, 24 horas después del crucial 24-M, el presidente Rajoy concluye que mantendrá el mismo rumbo de crucero hasta las generales, y es más, mantiene a la misma tripulación a los mandos del barco conservador. Si no ha cambiado nada hasta hoy, para que hacerlo ahora cuando las elecciones generales están ahí a la vuelta de la esquina y ya no queda capacidad de maniobra posible que sirva para salvar los muebles, piensa Rajoy en la primera rueda de prensa que da en tres años como presidente del PP. Eso sí, reconoce al menos que ha faltado “piel”, contacto directo con la ciudadanía, que no han sabido transmitir bien el mensaje.
En definitiva, que todo se debe a que no se han explicado bien, un mero problema de comunicación. Como si los españoles no supiesen sumar y saber que dos más dos nunca podrán ser cinco. Por eso son conscientes de que hay seis millones de parados aún en este país y Rajoy grita a los cuatro vientos que ya nadie habla del paro. Frase demoledora que bien vale una campaña.
“Mariano, quo vadis?”, le preguntan sus fieles militantes. A día de hoy, aún no ha sonado una voz discordante que desentone con el mensaje oficial del líder, pero ya la prensa afín empieza a cuestionar el mensaje y traslada el runrún que recogen entre los bastidores de Génova, 13. De ahí a poner en solfa la capacidad de liderazgo del actual presidente del PP va un trecho muy corto. Quizá el que lleva del 24-M a la indefinida fecha aún por concretar de las elecciones generales, a las que llegan como un rayo Ciudadanos, Podemos y otras formaciones de izquierdas como Compromís, cuya estela ha cogido soprendentemente un PSOE remozado por la bicefalia de Pedro Sánchez con Susana Díaz, que por cierto mantiene un gobierno en funciones después de recibir tres noes de la Cámara andaluza a su investidura.
El presidente en funciones de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, que ha perdido la mayoría absoluta en una tierra donde el PP gobierna de este modo desde 1991, aconseja al líder de su partido “mirarse al espejo”.
De forma más sibilina otros dirigentes como Esperanza Aguirre, Ana Botella, Riba Barberá, Alberto Fabra, José Antonio Monago o José Ramón Bauzá han hecho llegar su descontento, desconcierto y desazón a un aparentemente impertérrito Rajoy. “¡Qué hostia, qué hostia!”, le decía al oído la alcaldesa en funciones de Valencia al delegado del Gobierno, Serafín Castellano.
Pues eso, que sólo falta comunicar mejor, según Rajoy. Aunque no lo parezca, a micrófono cerrado se les entiende todo. Incluso lo bien que sabe contar billetes de una ‘mordida’ algún que otro dirigente popular hasta hace solo unos días.