Por Iñigo Aduriz
Actualizado el 30/01/2016
Cuando en 2014 el debate interno en el PSOE estaba marcado por el grado de apertura que debían tener las primarias, o por si se debía optar por ese método para escoger al próximo secretario general, hubo quien argumentó en contra al considerar que un líder con mucho respaldo en esas votaciones podría ser víctima de un superliderazgo o «cesarismo» –como le llamó Alfonso Guerra–, que lo podría hacer incontrolable por el partido. La realidad ha demostrado que esa teoría era falaz.
Pedro Sánchez ganó las primarias con una diferencia de 13 puntos porcentuales respecto a su principal, Eduardo Madina. Y casi dos años después los acontecimientos sirven para argumentar que su debilidad interna es más que evidente. Lo confirman las sucesivas declaraciones de los barones territoriales –secretarios generales del PSOE en las distintas comunidades autónomas–, o las de los exdirigentes y miembros de la llamada vieja guardia como Felipe González, Joaquín Leguina o José Luis Corcuera, cuestionando la posición del líder socialista respecto a un posible acuerdo de gobierno con Podemos.
El Comité Federal de este sábado basculará no sólo los apoyos con los que cuenta Sánchez, sino también el grado de confianza que le dan los suyos para afrontar uno de los momentos más decisivos para el futuro del PSOE y para la gobernabilidad del país. Oficialmente, el máximo órgano de decisión entre congresos de los socialistas está convocado para fijar la fecha del próximo Congreso del partido, en el que Sánchez pretende refrendar su liderazgo. Diferentes fuentes de la formación sitúan ese cónclave entre mayo y junio, cuando ya esté despejada la incógnita sobre la formación de gobierno o la posible convocatoria de unas nuevas elecciones.
La presión sobre el líder
Pero la reunión se produce en plena polémica interna sobre un posible pacto de gobierno liderado por el PSOE. El último Comité Federal, el celebrado justo después de las elecciones, estableció que el primer responsable de tratar de lograr un Ejecutivo debía ser Mariano Rajoy, al ser el candidato de la fuerza más votada. Ante las evidentes dificultades del líder del PP la presión está sobre los hombros de los socialistas y, en concreto, sobre su líder.
El secretario general ha insistido en que si Rajoy no lo consigue él tratará de formar un gobierno «de cambio», y que para ello negociará «a izquierda y derecha», lo que en la práctica significa iniciar conversaciones tanto con Podemos como con Ciudadanos. Sólo con el apoyo de los dos tendría garantizada la investidura, pero los de Rivera ya han dicho que ellos no están dispuestos a votar ‘sí’ ni a los candidatos del PP ni a los del PSOE, aunque podrían decantarse por la abstención en función del programa y de los socios –también se niegan a apoyar un Ejecutivo en el que participe Podemos– con los que cuenten unos y otros.
Las únicas opciones de Sánchez pasarían entonces por tratar de lograr el apoyo de los de Pablo Iglesias y del PNV, y garantizarse la abstención de otros grupos más pequeños como el de los independentistas de ERC o distintos miembros del Grupo Mixto.
Las líneas rojas
En Ferraz no descartan ningún escenario, e insisten en que le corresponde a Rajoy ser el primero en tratar de lograr ser investido, aunque recalcan que está desautorizado por los casos de corrupción que siguen aflorando en el PP, como el último destapado en Valencia.
Pero algunos barones críticos con Sánchez, especialmente la andaluza Susana Díaz, y la vieja guardia, quieren limitar la capacidad de negociación de Sánchez dejando claras sus líneas rojas. Los primeros están abiertos a negociar tanto con Podemos como con Ciudadanos, pero exigen un compromiso de la Ejecutiva para que Sánchez no acepte ser investido en el caso de que necesite la abstención de fuerzas independentistas.
Díaz ya dijo el jueves que ella no aceptará una investidura en la que los «compañeros de viaje sean los separatistas o fuerzas políticas que estén planteando elementos que puedan significar la ruptura de la unidad de España». La dirigente andaluza, junto con otros barones territoriales, estaría pensando en llevar al Comité Federal una propuesta por escrito para garantizar que la Ejecutiva cumpla con esa premisa. Sánchez ya ha dejado claro que él no buscará esos apoyos pero, una vez más, la falta de confianza de la dirigente andaluza podría forzar una votación en ese sentido.
El peso de las bases
Históricos como Felipe González o José Luis Corcuera van más allá, y reniegan incluso de un pacto con Podemos, cuyo máximo líder es el único que hasta ahora ha hecho una oferta pública y concreta de gobierno. El expresidente ha tildado a los de Iglesias como el «leninismo 3.0» y el segundo, que ha mantenido este jueves una comida con otros exdirigentes socialistas como Joaquín Leguina, ha considerado ese posible pacto como «un terrible error».
En este contexto Pedro Sánchez sí cuenta con apoyos para su plan de formar un gobierno «progresista» dentro del partido. Distintas fuentes del PSOE reconocen que su principal respaldo está en la militancia de base. Por eso, tal y como adelantó el portal Infolibre a principios de semana, una de las opciones que podría plantear el secretario general es que fuera toda la militancia, y no sólo el Comité Federal, la que tendría que refrendar ese hipotético acuerdo. Ante el cuestionamiento interno, los afiliados podrían dar a Sánchez la legitimidad y la credibilidad que necesita para emprender su camino a La Moncloa.
El líder del PSOE se juega este sábado su peso interno y su futuro político. Lo que se apruebe en la reunión, la libertad que le den los suyos a la hora de nogiciar, determinará si tiene opciones de formar gobierno. En caso contrario las únicas salidas serían facilitar una investidura del PP, algo a lo que ya han dicho un no rotundo desde la Ejecutiva y todos los barones, o unas nuevas elecciones anticipadas en las que no tendría asegurada su candidatura. Díaz y los sectores más críticos con Ferraz podrían aupar a un nuevo aspirante con el que tratar de mejorar el resultado del 20D y volver a situarse en la posición hegemónica de la izquierda.