Por J. P. Velázquez-Gaztelu | Ilustraciones: Luis moreno
Te proponemos transportarte a principios de 2018 tras un hipotético triunfo del magnate republicano en las elecciones presidenciales estadounidenses. Una ficción basada en las promesas de campaña y el impredecible comportamiento del aspirante a la Casa Blanca.
EUU vive momentos críticos al comenzar el año 2018. La prohibición de entrada a los musulmanes, la expulsión de millones de inmigrantes indocumentados y los tropiezos del presidente Donald Trump en el terreno económico han creado un clima de inestabilidad, división e incertidumbre sin precedentes en la historia del país.
En el Congreso, la minoría demócrata ha fracasado en su intento de frenar las medidas más radicales del presidente, a pesar de que un puñado de republicanos se ha puesto en su contra. Las principales capitales mundiales observan con inquietud los acontecimientos en la gran potencia.
Los agentes de inmigración, encargados de rechazar a los inmigrantes y turistas musulmanes que llegan a EEUU, están en huelga para protestar por una medida que consideran racista y contraria a la Constitución. Las colas en los aeropuertos internacionales y en los pasos fronterizos de México y Canadá son cada vez más largas. Algunos pasajeros han tardado hasta 12 horas en entrar en el país. Las líneas aéreas han comenzado a suspender vuelos hacia EEUU desde todos los lugares del planeta. En un intento de hacerse con el control de la situación, el presidente ha advertido que no descarta recurrir al Ejército, como ya hizo Ronald Reagan durante la huelga de controladores aéreos de 1981. Los militares han tomado ya posiciones en torno al aeropuerto JFK, de Nueva York, y O’Hare, de Chicago.
La prohibición ha despertado la indignación de la comunidad musulmana de EEUU, que empieza a notar en su vida cotidiana el rechazo de sectores ultraconservadores de la población. Una mezquita de Chicago fue incendiada durante las pasadas navidades y tres alumnas musulmanas de un colegio público de Filadelfia se niegan a ir a clase tras ser víctimas de insultos por parte de un grupo de compañeros. Entre los musulmanes estadounidenses ha sentado especialmente mal que el Gobierno de Washington haya hecho una excepción con miembros de las élites gobernantes de Arabia Saudí, Qatar y otros países del Golfo, que sí han sido autorizados a entrar en el país en jets privados para pasar sus vacaciones, hacer negocios o recibir tratamiento médico en hospitales estadounidenses.
La situación en Oriente Medio se ha deteriorado desde la llegada al poder del multimillonario. A los bombardeos aéreos efectuados por la aviación estadounidense contra posiciones del Estado Islámico en Siria e Irak se ha sumado la amenaza de enviar tropas sobre el terreno para “borrar a los yihadistas de la faz de la Tierra”, en palabras del presidente. La posibilidad de que soldados estadounidenses invadan territorio sirio ha hecho sonar las alarmas en Moscú y Teherán, principales aliados del régimen de Bashar al-Ásad. El presidente ruso, Vladímir Putin, sospecha que el objetivo final de Trump es forzar un cambio de régimen en Damasco para colocar en el poder a líderes opositores cercanos a EEUU. En Arabia Saudí e Israel preocupan las posibles repercusiones de una nueva intervención estadounidense en la zona. El Consejo de Seguridad de la ONU tiene previsto reunirse a petición de Rusia y China para analizar las operaciones estadounidenses.
El rechazo a los musulmanes en EEUU y el recrudecimiento de las operaciones militares contra el Estado Islámico han traído consigo un aumento del reclutamiento de jóvenes dispuestos a atentar contra intereses occidentales. En las últimas semanas se han desmantelado grupos yihadistas en Barcelona, Hamburgo, Lyon y Milán. La policía detuvo a un hombre y a una mujer cuando se disponían a entrar en una discoteca de Manchester cargados de explosivos durante la noche de fin de año. La mayoría de los países de la Unión Europea ha decretado el estado de alerta máxima ante la posibilidad de atentados.
La tensión también ha aumentado en la frontera entre EEUU y México. El presidente ha enviado al ejército a vigilar la línea divisoria entre ambos países y ha intensificado la construcción de un muro que impida la entrada de inmigrantes procedentes del sur. En las últimas semanas se han producido incidentes graves en varios pasos fronterizos, entre ellos los de Ciudad Juárez y Tijuana, con varios ciudadanos mexicanos muertos. Trump está empeñado en expulsar de su país a 11 millones de personas sin documentos a pesar del enorme coste que la medida tendría para la economía estadounidense. Presionado por la oposición y la opinión pública, el Gobierno mexicano amenaza con romper relaciones diplomáticas con su vecino del norte.
La Hispanic National Bar Association (HNBA), que aglutina a cientos de profesionales hispanos del derecho, ha presentado un recurso de inconstitucionalidad contra la expulsión de inmigrantes, apoyada por decenas de organizaciones de defensa de los derechos civiles. Una decisión contraria a la expulsión por parte del Tribunal Supremo asestaría un golpe durísimo al presidente, que ha hecho del control de la inmigración una de las banderas de su mandato.
En Cuba, Trump ha decidido seguir la línea de acercamiento marcada por Barack Obama. El presidente ha mostrado buena sintonía con Raúl Castro en las dos ocasiones en que ha visitado la isla. Las multinacionales estadounidenses planean invertir en los próximos cinco años 50.000 millones de dólares en hoteles, carreteras y construcción de viviendas en el país caribeño, cuya economía ha experimentado un boom con la llegada masiva de dólares. La apertura económica no tiene, por ahora, su contrapartida en el terreno político: el Gobierno sigue negándose a legalizar los partidos y a permitir la apertura de medios de comunicación privados.
Algunos líderes europeos han comenzado a expresar en privado dudas sobre la capacidad del presidente estadounidense para ejercer el cargo. Entre ellos están Angela Merkel y François Hollande.
La popularidad de Trump entre los ciudadanos estadounidenses ha caído en picado desde su victoria en las elecciones. Las encuestas le dan un índice de aprobación del 21%, el más bajo de un presidente en su primer año de mandato desde que se elabora esta estadística. El último revés para el inquilino de la Casa Blanca viene de la mano de su primera esposa, la checa Ivana Trump, que ha desvelado en un libro intimidades comprometedoras para el presidente. La prensa sensacionalista y los programas del corazón destripan sin piedad la vida privada del político.
Desde su llegada al poder, hace ahora un año, Trump se han encontrado con la firme oposición de los demócratas y los republicanos moderados del Congreso. En Washington comienza a barajarse la posibilidad de abrir un proceso de destitución o impeachment del presidente por incompetencia y riesgo para la seguridad nacional. Sería la primera vez que ello ocurre tras el escándalo de Monica Lewinsky, que a punto estuvo de acabar con la presidencia de Bill Clinton en los años 90 del siglo pasado. El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, apoya la medida, posiblemente para favorecer sus propias aspiraciones a la nominación republicana en 2020. De triunfar el impeachment, el vicepresidente Newt Gingrich juraría como presidente hasta las próximas elecciones.
Pero la cuestión que más preocupa a los estadounidenses y al resto del mundo es, sin duda, la economía. La errática política de Trump en su primer año de mandato ha sumido a los agentes económicos en la incertidumbre y ha puesto al país al borde de la quiebra. La economía estadounidense llevaba meses dando señales de debilidad debido a múltiples factores, entre ellos las turbulencias financieras en China, el agravamiento de la situación en Oriente Próximo, la reanudación de la guerra en Ucrania y el temor a nuevos atentados yihadistas. La llegada al poder de Trump no ha hecho más que empeorar las cosas.
En cumplimiento de una de sus promesas electorales, el presidente bajó los impuestos a los más ricos, a las clases medias y a las grandes empresas nada más tomar posesión de su cargo. La consiguiente reducción de los ingresos del Tesoro, agravada por la ralentización de la actividad económica y el aumento del desempleo, han inflado peligrosamente el déficit presupuestario y ha elevado la deuda pública hasta cotas desconocidas, cercanas al 110% del PIB. La Administración Trump no ha tocado las partidas de asistencia sanitaria (Medicare y Medicaid), pero sí ha reducido drásticamente el gasto en prestaciones sociales y lucha contra la pobreza, con el consiguiente aumento de las desigualdades.
Desoyendo el consejo de los expertos, el presidente ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que EEUU, por primera vez en la historia, deje de pagar una parte de su deuda. La sola mención a la idea ha desatado el pánico entre los acreedores del Tesoro estadounidense: gobiernos extranjeros, bancos, fondos de inversión y ahorradores privados de todo el mundo. The Wall Street Journal y The New York Times han advertido en sendos editoriales de las consecuencias desastrosas para la economía mundial que acarrearía un incumplimiento de los compromisos de deuda por parte del Gobierno de Washington. El miedo a un desastre financiero similar al de 2008 atenaza a los inversores. Las agencias de calificación de riesgo Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch estudian rebajar la nota Triple A a los bonos estadounidenses, considerados hasta ahora los activos financieros más seguros del mundo.
Como consecuencia de la ralentización económica, la cuenta de resultados de las grandes empresas estadounidenses ha empezado a deteriorarse. El consumo privado lleva varios meses a la baja y el paro ronda el 10% de la población activa por primera vez desde 2009. En Wall Street, el precio de las acciones ha caído más de un 25% desde que el multimillonario neoyorquino puso pie en la Casa Blanca. Y por primera vez desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, en 2007, aumentan los créditos hipotecarios fallidos.
El deterioro de la situación ha llevado al Fondo Monetario Internacional (FMI) a rebajar sus previsiones de crecimiento para EEUU y la mayoría de economías industrializadas. Los mercados dan muestra de nerviosismo en todo el mundo. Los principales indicadores de las bolsas de Tokio, Londres o Frankfurt están en negativo desde el inicio del año.
Para colmo de males, EEUU se ha enfrascado en una guerra comercial con China. Una de las primeras medidas adoptadas por Trump tras tomar posesión del cargo fue imponer durísimos aranceles a las importaciones procedentes de China y México, entre otros países, con el propósito de apoyar la industria nacional. El presidente Xi Jinping ha manifestado que su país no se quedará quieto y recuerda que China tiene 1,2 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense. En Europa crecen las protestas por la actitud proteccionista adoptada por Washington. Cada vez más gobiernos son partidarios de suspender indefinidamente las negociaciones del acuerdo transatlántico de libre comercio, conocido como TTIP, que habían entrado en la recta final en los últimos meses de la presidencia de Obama.