Por Ilya U. Topper | Efe
17/07/2016
La intentona de golpe militar que mantuvo en vilo Turquía ha desembocado en una manifestación de fuerza del Gobierno islamista, que se ha apresurado a realizar purgas en la Judicatura, a la vez que recibía el respaldo de todos los partidos políticos.
El fallido golpe de Estado ha causado la muerte de al menos 290 personas, según informó el Ministerio de Exteriores turco en una nota enviada a los corresponsales extranjeros acreditados en el país. «Más de 100 conspiradores golpistas murieron. Las operaciones continúan. Desafortunadamente, más de 190 de nuestros ciudadanos hallaron la muerte», señala la nota.
Hasta ahora, el balance oficial de muertos era de 161 entre civiles, policías y soldados leales al Gobierno, mientras que el número de golpistas fallecidos oscilaba entre 20 y 104, según la fuente.
El comunicado señala que hay más de 1.400 heridos y que más de 6.000 personas «han sido detenidos hasta ahora en operaciones contra el grupo terrorista», en referencia a los golpistas.
«El intento de golpe fue realizado, de manera obvia, por la Organización Terrorista Fethullah Gülen (FETÖ)», asegura la nota, utilizando el término con el que la Fiscalía describe desde el año pasado a la red de seguidores del predicador islamista Fethullah, exiliado en Estados Unidos.
Gülen, antiguo aliado del Gobierno turco convertido luego en adversario, y a cuyos seguidores no se les han conocido hasta ahora discursos ni actos violentos, ha negado toda implicación en la asonada.
«El golpe fallido es el más reciente acto criminal que revela el peligro que supone la FETÖ», señala el comunicado de Exteriores, que destaca el papel de los ciudadanos, pero también el «rol clave» de los medios de comunicación a la hora de abortar el golpe.
Detenciones
Más de 2.800 soldados fueron detenidos tras fracasar el golpe, y el Ministerio de Interior anunció la destitución de 5 generales y 29 coroneles. Entre los militares detenidos se hallan los generales Adem Huduti, comandante del 2º Ejército de Turquía, que controla la lucha contra la guerrilla kurda en el sureste del país, y Erdal Öztürk, comandante del 3º Ejército, estacionado en Anatolia oriental.
Pero además, el Gobierno inició una purga de la Judicatura, y la Junta Superior de Jueces y Fiscales ha destituido a 2.745 magistrados, al tiempo que el Ministerio de Justicia destituyera a 5 de los 22 miembros de ese mismo cuerpo.
Al mismo tiempo, la policía detuvo a 10 jueces del ‘Danistay’, la máxima autoridad jurídica para contenciosos administrativos, y tiene a otros 38 en búsqueda y captura, mientras que hay orden de arresto contra 140 jueces del Tribunal Supremo (Yargitay), y se ha detenido a Alparslan Altan, juez del Tribunal Constitucional.
A media tarde del sábado comenzó en el Parlamento una sesión especial en la que el primer ministro, Binali Yildirim, describió la jornada del viernes al sábado como «una fiesta de la democracia», resaltando que la población se había opuesto a los golpistas.
Yildirim, líder del gobernante partido AKP, obtuvo el respaldo de los tres partidos de la oposición, que condenaron el golpe de forma unánime, aunque hicieran veladas críticas a la deriva autoritaria del Gobierno.
Delante del Parlamento se reunió una muchedumbre que celebraba el fracaso del golpe pero que en sus gritos de apoyo al Gobierno del AKP llegó a pedir la pena de muerte (abolida en Turquía) para los golpistas, con gritos como «¡Dinos que matemos, y mataremos!»
Según las imágenes difundidas por las televisiones turcas, muchos militares golpistas sufrieron un violento acoso por parte de ciudadanos que habían salido a la calle de madrugada siguiendo el llamamiento del Gobierno, y algunos sólo fueron salvados del linchamiento por la intervención de la policía.
La web opositora Odatv difundió además la imagen de un soldado al que le cortan la cabeza a la manera de los yihadistas del Dáesh.
Las fotos muestran un gran número de jóvenes barbudos, algunos incluso con atuendo claramente islamista, entre los manifestantes antigolpistas de la madrugada, casi todos varones, en un llamativo contraste con las manifestaciones izquierdistas que en Turquía suelen contar con tantas mujeres como hombres.
Las protestas se convirtieron en celebraciones después de que los soldados golpistas abandonaron los tanques sobre el puente del Bósforo y se rindieron a la policía, un instante transmitido en directo por las televisiones.
Hasta ese momento habían sembrado pánico los vuelos rasantes de cazabombarderos sobre el centro de Estambul y Ankara, rompiendo la barrera del sonido con un efecto fácil de confundir con detonaciones, sin que la ciudadanía supiera si estaban pilotados por rebeldes o militares leales al Gobierno.
Según los medios turcos, dos helicópteros de los golpistas fueron abatidos por cazas, pero otros aviones bombardearon el Parlamento, dejando varios heridos y graves daños materiales.
¿Por qué?
La verdadera motivación de los conspiradores es aún oscura, pero el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha adjudicado de inmediato la responsabilidad a la red de seguidores del predicador Fethullah Gülen, hasta 2013 firme aliado del Gobierno islamista cuya ideología comparte, y desde entonces acérrimo enemigo.
Los medios afines a Gülen han negado tajantemente toda implicación y han transmitido una condena del golpe por parte del predicador, exiliado en Pensilvania.
Aunque la presencia de los gülenistas en Policía y Judicatura era conocida, hasta que estos cuerpos sufrieron amplias campañas de purgas en los últimos años, no hay constancia de que los mandos militares, de tradición firmemente laica, tengan simpatías por la cofradía religiosa.
En su primera intervención pública el sábado, Erdogan ha descrito el golpe como «un regalo de dios» que permite extender la purga de gülenistas al Ejército.