Por Iñigo Aduriz
13/05/2016
- El PSOE vuelve a los 90
- Podemos ofrece al PSOE listas conjuntas para el Senado y Sánchez responde: «No, gracias»
- PSOE, IU y Ciudadanos suben mientras PP y Podemos bajan, según el CIS
- Podemos e IU logran un preacuerdo electoral para ir juntos a las generales
Sucedió hace apenas un año. Tras las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo de 2015, PSOE y Podemos se sentaron a negociar y consiguieron llegar a distintos acuerdos que permitieron desbancar a la derecha de gobiernos autonómicos o municipales. Aunque sorprenda dada la hostil relación que mantienen hoy en día ambas formaciones, los socialistas gobiernan gracias a la formación morada en Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha, Extremadura o la Comunidad Valenciana.
Lo mismo sucede en decenas de municipios y, en otros tan importantes como Madrid, la situación se produce a la inversa, las coaliciones respaldadas por Podemos han logrado hacerse con las alcaldías gracias al respaldo o a la abstención de los socialistas.
Aunque la mayoría de esos acuerdos se mantienen, las prioridades de PSOE y Podemos cambiaron tras las elecciones generales del 20 de diciembre, hasta el punto que la falta de interés de unos por otros hicieron que la undécima se haya convertido en la primera legislatura fallida de la historia de la democracia. Los de Pablo Iglesias pusieron condiciones prácticamente inaceptables para los socialistas incluso antes de que se iniciaran las negociaciones: el propio Iglesias desveló al Rey –antes que a Pedro Sánchez– que sólo aceptaría un acuerdo que implicara que él fuera vicepresidente.
Un punto de inflexión
Muchos dirigentes socialistas reconocen que ese fue un punto de inflexión. Explican que, a partir de ese momento, supieron que se celebrarían unas nuevas elecciones porque la dirección ni debía ni podía aceptar el que consideraron como un «chantaje». Pero el equipo de Sánchez tampoco había situado a Podemos como una prioridad para su hipotético Gobierno alternativo al de Mariano Rajoy.
Presionado por la federación andaluza, la más poderosa dentro del partido, el secretario general primó el acuerdo con Ciudadanos a un pacto de izquierdas, arguyendo que este último implicaba ceder a los deseos de los independentistas por la defensa del derecho a decidir que se hace desde el partido morado, y porque la investidura hubiera requerido, en efecto, la abstención de partidos a favor de la independencia de Cataluña o el País Vasco.
Hubo un par de reuniones más simbólicas que efectivas entre los equipos negociadores de Podemos y PSOE, pero que nunca llegaron a buen puerto por el empeño de los socialistas de conformar un Ejecutivo transversal que aglutinara a la izquierda y al centro derecha, y la negativa del partido morado a suscribirlo.
Condenados a entenderse
Ahora, una vez descartado ese acuerdo de gobernabilidad entre el PSOE y Ciudadanos, ya que no consiguió los apoyos necesarios y dado que los propios socialistas lo han aparcado al menos durante la campaña electoral, la pelea con Podemos lejos de apaciguarse se ha endurecido. Sobre todo tras la alianza entre la formación morada e IU, tanto los miembros de Podemos como los del PSOE saben que pugnan por la hegemonía de la izquierda, porque así lo demuestran las encuestas.
Olvidan, sin embargo, que estos estudios demoscópicos también han dejado de manifiesto que si el objetivo de ambas fuerzas es desbancar a la derecha del Gobierno, están condenados a entenderse al igual que se entendieron hace un año para conformar los antes mencionados ejecutivos autonómicos. El último CIS demostró que sólo la suma de PSOE, Podemos, Compromís, En Comú Podem, En Marea e IU (que obtendría un 44,7% de los votos) superaría a una alianza de centro derecha de PP y Ciudadanos (43%). Por eso resulta inexplicable la polémica que unos y otros han generado a costa de la posibilidad de presentar listas conjuntas al Senado.
La iniciativa partió del PSOE y no de Podemos, a pesar de que el partido morado la hizo suya a principios de semana, cuando se vio fuerte tras llegar a su acuerdo con IU. Fueron los socialistas valencianos, con el presidente autonómico Ximo Puig a la cabeza, los que propusieron al partido de Pablo Iglesias esas listas conjuntas la pasada semana y este último dijo un ‘no’ «de momento», según informó en su día el portal Infolibre que, además, señalaba que Ferraz no rechazaba esta opción y estaba dispuesto a estudiarla.
Un nuevo cisma interno
De ese ‘no’ inicial, Podemos pasó en apenas unos días a hacer público a bombo y platillo su llamamiento a los socialistas para conformar esas listas únicas a la Cámara Alta. Se apropió de la idea que también habían estudiado en otras comunidades como Aragón o Baleares. Y la dirección del PSOE también pasó en unos pocos días a prohibir a sus federaciones cualquier acercamiento a esas candidaturas conjuntas. Ha provocado, así, un nuevo cisma interno especialmente con el presidente valenciano, Ximo Puig, que ha insistido en negociar hasta el final con el partido morado retando así Pedro Sánchez y a la dirigente territorial con más poder orgánico, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, aunque al final ha desistido.
Todas estas actitudes, propias del periodo preelectoral, deberán dejarlas de lado una vez pase el 26J si finalmente la unión de la izquierda (PSOE, Podemos y sus confluencias e IU) suma más apoyos que la derecha o el centro derecha, y los socialistas optan esta vez por alinearse con su espacio ideológico natural.
Ante este escenario resulta paradójico que uno de los pocos miembros del PSOE que reivindique el trabajo realizado hasta el momento por los gobiernos autonómicos formados gracias al acuerdo entre su partido y Podemos sea el ex secretario general de la formación Alfredo Pérez Rubalcaba. Lo hacía este viernes durante un desayuno informativo celebrado en Madrid. «Los socialistas vamos a esta campaña con un programa bueno y con una tarea de gobierno detrás porque llevamos casi un año gobernando en muchas comunidades autónomas«.