Por Iñigo Aduriz
El bipartidismo no está muerto, pero sí enfermo. En las elecciones generales de 2008 la suma de PP y PSOE supuso el 83,81% de los votos. Tres años más tarde, en las legislativas de 2011, el bipartidismo retrocedía 10 puntos y se situaba en el 73,35%. Y hace cinco meses, en los comicios municipales que se celebraron en mayo, ambas fuerzas tocaban suelo al alcanzar conjuntamente tan sólo el 52,07% de los sufragios.
Socialistas y populares tratarán en las próximas semanas de revertir esa tendencia para que en las próximas elecciones generales del 20 de diciembre puedan volver a recuperar su tradicional hegemonía.
Conscientes de la herida que les causó el reciente crecimiento de los partidos emergentes, socialistas y populares no están dispuestos a dedicar la campaña electoral que comenzará el 4 de diciembre –y en la que por su número de votos en 2011 tendrán más presencia mediática que otras fuerzas–, a desacreditar a esas nuevas organizaciones como Podemos o Ciudadanos, a las que las encuestas sitúan como agentes indispensables para que unos u otros puedan conformar mayorías en el nuevo Parlamento.
La no agresión a estas fuerzas emergentes le interesa especialmente al PSOE. Por un lado, porque unos u otros podrían ser sus futuros socios de gobierno en el caso de que las cuentas les permitan alcanzar la mayoría absoluta y superar al PP. Por otro, porque la gran fuga de votos socialistas –desde las elecciones generales de 2008 hasta las municipales de 2015 ha perdido 5.685.512 votos– ha ido en gran parte a Podemos y en menor medida a Ciudadanos. No tendría mucho sentido tratar de recuperar a esos votantes descalificando sus opciones alternativas.
O el PP, o el PSOE
El PP, tradicional recopilador del conjunto del voto de la derecha española, también se ha visto afectado por la irrupción de los nuevos partidos. Sobre todo por la llegada de Ciudadanos, fuerza a la que incluso el presidente de honor de los populares, José María Aznar, atribuye el poder de desplazar a su partido como el hegemónico del centro derecha en España.
Populares y socialistas ya han fijado por todo ello sus estrategias de cara a la campaña que comenzará en apenas mes y medio. El mensaje pasa por dejar claro que los únicos partidos con opciones de hacerse con el próximo Gobierno son los suyos. O el PP o el PSOE, vienen a dar a elegir los dirigentes y responsables de campaña de uno y de otro.
Lejos de la ‘gran coalición’
“Estas elecciones se juegan entre Rajoy y Pedro Sánchez”, aseguraba el viernes la portavoz del Comité Electoral de los socialistas, María González Veracruz. Este martes, el portavoz parlamentario del PP en el Congreso de los Diputados, Rafael Hernando, dejaba claro, a la hora de hablar de los posibles debates electorales que se vayan a producir en los próximos meses, que, en su opinión, debe haber un cara a cara entre Sánchez y Rajoy por ser los candidatos con más posibilidades y por su papel «destacado» en la última legislatura. «El enemigo es el PSOE», llegó a decir el propio Rajoy este verano, durante una reunión del PP.
La cercanía de las elecciones ha hecho que se desvanezca casi por completo esa opción de la ‘gran coalición’ de la que tanto se habló en 2014. Los resultados de los comicios determinarán si el bipartidismo se recupera o si estamos ante una nueva dinámica electoral que dé como resultado unas Cortes con tres o cuatro fuerzas predominantes.