Por Sonia López (EFE)
4/12/2015
La historia que conocemos de Pablo Iglesias es la de un profesor de Ciencia Política que hace dos años tras curtirse en las tertulias televisivas entró en la arena política para ‘asaltar los cielos’ y derrotar a la ‘casta’, y ahora habla de «llamar al timbre» para llegar a las instituciones.
En cierto modo puede ser una evolución lógica para alguien que aspira a la presidencia del Gobierno y quizá por ello el líder de Podemos se aleja ahora de ese perfil más radical y guerrero que ofrecía cuando en 2014 se convirtió en la gran revelación política tras las elecciones europeas.
Casi dos años después, el Pablo Iglesias que en 2001 participaba en el movimiento antiglobalización y defendía la desobediencia civil como forma de lucha, ha dejado el Europarlamento y se prepara para la que puede ser su prueba definitiva. El 20D confirmará si el tirón de Iglesias no se ha desinflado o si, pasada la novedad, resulta que no era para tanto.
Pase lo que pase, de momento sigue llevándose una espectacular atención mediática, hasta el punto de que se ha convertido en noticia si estaba o no cansado después del bajón que supuso para su partido el mal resultado de las elecciones catalanas. Pablo Iglesias Turrión (nacido en Madrid el 17 de octubre de 1978) tiene 37 años, los mismos que la Constitución que quiere reformar cuando llegue al Congreso de los Diputados.
Impartió clases de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid hasta que en julio de 2014 ocupó su escaño de eurodiputado y cuando le preguntan dice que es de izquierdas, aunque Podemos huya del eje izquierda-derecha porque busca ocupar la centralidad y unir a los ciudadanos sin pedirles ningún carné para enfrentar a los partidos viejos.
Una renuncia a la ideología exigida por la coyuntura que también se refleja en su trayectoria. Iglesias dio sus primeros pasos en la política en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), en la que militó desde la adolescencia hasta los 21 años. A partir de 2001 participó activamente en el movimiento antiglobalización, y finalmente, en 2011, el 15M le sirvió de trampolín para lanzarse a la política activa, unido a su paso por programas de debate político on line como Fort Apache y La Tuerka.
Pablo Iglesias, que reconoce entre sus errores un exceso de arrogancia, rompió con ello los moldes de un político al uso, e incluso su imagen no puede estar más alejada de la de los políticos tradicionales.
Dos años después mantiene su coleta, sus vaqueros y las mangas remangadas de la camisa y no ha caído todavía en la tentación de ponerse una corbata para las grandes ocasiones, como cuando el pasado 30 de octubre le recibió Mariano Rajoy en la Moncloa. Aficionado a series como Juego de Tronos, al ajedrez y al baloncesto, Iglesias ha logrado mantener su estilo y así entrará el próximo curso en el Parlamento desplazando a algunos a los que antes tildaba de casta y que en estos días parece que le dan la bienvenida a la «normalidad».
Lo que está por ver es si será el líder del cuarto partido de la cámara, como vaticinan muchas encuestas, o si por el contrario será capaz de esa «remontada» que augura Podemos y logrará superar a Ciudadanos, al PSOE o al PP.
Ahora ya no se trata del ensayo general en el Parlamento Europeo, sino del estreno en el Congreso de este profesor convertido en político que ha sido el principal actor en el comienzo del fin del bipartidismo.