Por Médicos Sin Fronteras
29/10/2015
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Mohammed, un contable proveniente de Idlib, su esposa Bayan, y sus hermanos Obaida y Abdullah viajaban desde Siria con su primo Suha y sus dos hijos, Waleed y Leen, de 5 y 4 años respectivamente. El viernes 25 de septiembre llegaron a la clínica móvil de Médicos Sin Fronteras en la frontera serbo-croata. La familia había pasado la noche y gran parte de la mañana bloqueada en tierra de nadie entre ambas fronteras, junto a otras 800 personas más. Todos ellos tuvieron que pasar la noche a la intemperie bajo una fuerte tormenta. Este es su testimonio:
Mi esposa y yo nos casamos un mes antes de nuestro viaje. Queremos tener una familia algún día, pero yo sabía que no podríamos viajar con un bebé recién nacido. Salimos de nuestro país porque ya no era posible vivir allí por más tiempo; temíamos por nuestras vidas. Una vez comenzada la guerra, permanecimos allí durante varios años. Antes de que el conflicto estallara, éramos muy felices en Siria. Era un país seguro y hermoso, con clima mediterráneo. Por aquel entonces, si hablabas con los sirios que ya vivían en Europa, muchos te decían que su sueño era regresar algún día; a todo el mundo le gustaba vivir en nuestro país. Yo trabajaba como contable, al igual que mi hermano Obaida. Nuestros padres viven allí todavía. Cuando nos instalemos en Europa, esperamos poder traerlos para que nos visiten. Ellos son muy mayores para hacer un viaje así.
La parte más dura fue el cruce por mar desde Turquía a Grecia. Las olas eran muy fuertes. Tratamos de convencer a los niños de que aquello era como una aventura para así conseguir que estuvieran calmados, pero la verdad es que aquello era muy peligroso. Una ola nos impactó por la borda y mis ropas quedaron totalmente empapadas. Mi hermano me envolvió con mantas, pero estuve tiritando durante una hora.
Viajamos por Grecia y Macedonia antes de poder pasar a Serbia. Cuando llegamos a la frontera con Croacia, nos dijeron que pasaríamos dos o tres horas aquí antes de que nos trasladaran a todos hacia otro lugar. Esperamos y esperamos. Unos autobuses se llevaron a algunas personas de vuelta a Serbia, pero la mayoría de nosotros nos quedamos estancados y tuvimos que hacer noche aquí. Nunca antes habíamos dormido al raso; esta fue la primera vez para nosotros.
Desgraciadamente empezó a llover; era como una tormenta tropical. No paró de caer agua durante tres horas. Gracias a Dios teníamos lonas de plástico para cubrirnos. La mayoría de las familias recibieron lonas como las nuestras para poder dormir, pero muchas de las personas solteras, puede que unas 200, no disponían de nada en absoluto. Durmieron bajo la lluvia. Había truenos y relámpagos y los niños temblaban de frío y de miedo. Ya estaban resfriados antes, pero ahora ya han caído del todo enfermos. Nuestros problemas médicos se deben en su mayoría a la lluvia y al viento. Estamos todos muy cansados, y los niños sufren de frío y hambre.
Tienen que montar aquí un campamento o algún tipo de refugio, o al menos agilizar sus procedimientos. Tenemos que terminar nuestro viaje lo antes posible y no quedarnos atrapados en cada punto. Sufrimos en todos los países que atravesamos. Esperamos que puedan hacer que los procedimientos sean más rápidos y seguros para los refugiados que estamos llegando a Europa; especialmente para las familias. Si yo fuera joven y estuviese soltero, no me sería tan difícil, pero con una familia es diferente, y no existe ninguna ayuda específica para aquellos que viajan con niños.
Aún no hemos elegido a qué país queremos ir – quizá Alemania o Suecia – estamos tratando de decidir cuál puede ser el mejor lugar para nosotros. Lo que estamos buscando es algún lugar donde hablemos el idioma, de modo que podamos conseguir un trabajo. Pero, por encima de todo, queremos vivir en un país que esté en paz; un lugar que sea seguro para nuestra familia.
Actualmente, Mohammed y su familia ya han llegado a Suecia, donde esperan establecerse.