Por Cambio16 | Agencias
13/05/2016
El presidente interino de Brasil, Michel Temer (75 años), asumió el jueves sus funciones en una ceremonia sin pompas, en la que pidió confianza a los mercados en la recuperación económica del país y manifestó su «respeto» por la mandataria Dilma Rousseff, suspendida durante 180 días por el Senado. Esto sucedía el 12 de mayo, pero justo un mes antes, el 12 de abril, era Rousseff la que tenía algo que decir sobre su entonces vicepresidente. Le acusó, ni más ni menos, de ser “uno de los jefes de la conspiración” que, en su opinión, se estaba gestando para intentar recortar su mandato por medio de un juicio con miras a su destitución.
“Cayeron las máscaras de los golpistas”, declaró Rousseff, quien aludió a un audio divulgado por Temer “por error” en el que su vicepresidente daba como un hecho la destitución de la mandataria y pedía construir un Gobierno de “salvación nacional”. Temer negó las acusaciones, pero lo que es una realidad es que lo que se decía en aquel audio se ha materializado y Temer sustituye desde ayer a la presidenta Dilma Rousseff, la primera mujer elegida para gobernar el país y que ha sido suspendida por la decisión del Senado de abrir un juicio político en su contra.
El presidente interino ocupará en principio el cargo de Rousseff mientras dure el proceso contra la mandataria, pero deberá completar el mandato que vence el 1 de enero de 2019 en caso de su destitución, por lo que el tiempo que permanecerá en el poder es aún incierto. Lo que sí es una certeza es que el poder ahora está en manos de Temer, que ha asumido el cargo con polémica incluida. En el nuevo gabinete, creado para calmar a los mercados, que le acompañara en su gestión, que tendrá dirigentes de nueve partidos del arco del centro y la derecha, por primera vez en décadas, no habrá ninguna mujer.
Así, su Gobierno será el primero sin ministras desde 1985, cuando cayó el dictador Joao Figueiredo, que tenía a Esther de Figueiredo Ferraz como ministra de Educación. La ausencia de mujeres en su Gobierno podría corregirse, pues todavía no se han adelantado los nombramientos de los ministros de Minas y Energía e Integración, que aún son objeto de consultas.
Dos de los nombres confirmados por la oficina de prensa de Temer son Henrique Meirelles para el Ministerio de Hacienda y el político socialdemócrata José Serra para Relaciones Exteriores.
Meirelles fue presidente del Banco Central durante la gestión de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y es un experto en asuntos financieros con experiencia en los mercados mundiales, con el que Temer intenta enviar un mensaje al mundo de los negocios.
Serra, candidato a la Presidencia en 2002 y 2010 y ministro de Salud y de Planificación con Fernando Henrique Cardoso, será el primer político que ocupe la Cancillería en catorce años y supone un brusco giro en la política exterior del país, que seguramente tomará distancia del arco «bolivariano» regional.
Con sus nombramientos, Temer parece haber dado prioridad a la relación con el Congreso, pues ha incluido a nueve partidos que le garantizarán mayoría en las cámaras. La lista incluye algunos casos curiosos, como los de Henrique Eduardo Alves (Turismo) y Gilberto Kassab (Ciencia, Tecnología y Comunicaciones), que hasta hace unas semanas eran ministros del Gobierno de Rousseff.
El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), de Temer, tendrá el mayor peso y ocupará seis de los 24 ministerios que tendrá el nuevo Gobierno, que ha fundido algunas carteras para reducir el actual número de 31.
También están incluidos los partidos de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Republicano Brasileño (PRB), Progresista (PP), Demócratas (DEM), Laborista Brasileño (PTB), Verde (PV), Social Democrático (PSD) y Popular Socialista (PPS).
Los mercados
El mercado brasileño recibió con un tímido guiño al nuevo gabinete anunciado por Temer, que sustituye desde este jueves a la mandataria Dilma Rousseff.
La bolsa de Sao Paulo subió un 0,9% al cierre de la sesión y su índice Ibovespa se situó en los 53.241 puntos, un avance significativo tras una intensa jornada de volatilidad pero comedido en relación al escenario que los analistas venían dibujando. En el mercado de cambio, el real se depreció un 0,69% frente al dólar, moneda que terminó la jornada negociada a 3,471 reales para la compra y a 3,473 para la venta.
Los inversores reaccionaron de forma positiva a la interrupción temporal del gobierno de Rousseff, que venían reclamando desde hacía tiempo con sucesivas escaladas cada vez que ésta estaba más cerca del juicio y con bajadas cuando parecía que sorteaba el proceso, y celebraron la investidura de Temer, que promete un giro de timón a la derecha.
Sin embargo, tal como explicó a Efe el analista Celso Plácido, de la corredora XP Investimentos, la alegría no llevó a una gran subida bursátil porque «la expectativa era que hubiera más nombres técnicos y no tan políticos» De acuerdo con el especialista, el mercado no se entusiasmó porque ya conocía con antelación quienes serían los titulares de Hacienda y del Banco Central, los dos cargos que más atención atraían entre los inversores.
«El mercado y Temer están viviendo una luna de miel y ahora la gran expectativa es si el equipo de gobierno podrá aprobar las reformas, cuáles y cuándo», agregó el economista. En este sentido apuntó que la actitud del parqué dependerá del tipo de recortes que lleve a cabo el Ejecutivo y de si respeta el presupuesto. Por lo pronto, el primer discurso pronunciado por el presidente interino tuvo un fuerte tono económico.
Reacciones a la suspensión de Rousseff
Los gobiernos de América y los organismos internacionales presentes en el continente se mostraron temerosos por la inestabilidad que podría generar en la región la suspensión de Rousseff y alzaron sus voces frente al «debilitamiento» político del coloso suramericano.
Uno de los primeros en pronunciarse fue el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien llamó a la «calma y al diálogo». Ban dijo que confía en que las autoridades brasileñas «honrarán los procesos democráticos» y cumplirán «con el Estado de derecho y la Constitución».
En una de las reacciones más esperadas, la del Gobierno de los EEUU, el portavoz, Josh Earnest, aseguró que la Casa Blanca cree en la robustez de las instituciones brasileñas para superar la crisis y que continuará «al lado» de Brasilpese a los tiempos «complejos».
En Latinoamérica las opiniones sobre lo ocurrido se dividieron entre quienes temen un «contagio» del «desequilibrio» político, aquellos que declararon su apoyo incondicional a Rousseff y otros que prefirieron acogerse a los rigores de la diplomacia.
Así, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) se mostró preocupada por la posibilidad de que las «circunstancias de inestabilidad» puedan «trasladarse de manera peligrosa a la región». Por su parte, la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena, señaló que el juicio contra Rousseff es una decisión «dolorosa, compleja y difícil de comprender».
En Venezuela, el presidente, Nicolás Maduro, afirmó que la suspensión de Rousseff es «un golpe de Estado» y una «señal grave y muy peligrosa para el futuro de la estabilidad de todo el continente». «Ahora vienen por Venezuela», dijo Maduro, tras señalar que se trata de un supuesto plan de los que mueven «los hilos del poder» desde «el norte», en referencia a EEUU.
En una carta enviada a Rousseff, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, se declaró «indignado» con el «impresentable y antidemocrático proceso», al que calificó de «mamarracho jurídico y político».
Asimismo, Cuba achacó la crisis a una «contraofensiva reaccionaria del imperialismo contra los gobiernos revolucionarios y progresistas de América Latina y el Caribe, que amenaza la paz y la estabilidad de las naciones» y es un «paso fundamental» para los «objetivos golpistas».
El mandatario boliviano, Evo Morales, condenó el «atentado contra la democracia y la estabilidad económica de Brasil y la región».
Con «incertidumbre» se declaró la Cancillería chilena que reafirmó su «decidido» respaldo al Estado de derecho y a las «instituciones democráticas de Brasil» y se mostró deseosa de que los brasileños puedan «resolver sus desafíos internos».
A su turno, el canciller de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, manifestó que «la situación puede tener algún efecto de cambio» en la negociación que mantienen el Mercosur y la Unión Europea para un acuerdo de libre comercio, pero precisó que «la estructura de la oferta no cambia».
También, el Gobierno colombiano aseguró que «ha seguido de cerca» los acontecimientos debido a «la relevancia política y económica de Brasil«, por lo que espera que se preserve «la estabilidad» por su «influencia y liderazgo».
Ceñido a la diplomacia, el canciller paraguayo, Eladio Loizaga, sostuvo que su Gobierno respeta «las decisiones institucionales» de su vecino y prefiere «no interferir en cuestiones internas de otros Estados como no queremos y no quisimos que se metieran en un momento dado acá».
Acudió igualmente al tacto el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, que, aseveró, «continuará dialogando con las autoridades constituidas a fin de seguir avanzando con el proceso de integración bilateral y regional». Finalmente, el expresidente boliviano Jorge Quiroga puntualizó que con el cambio en la Presidencia en Brasil llegó «el principio del fin del socialismo del siglo XXI», proyecto de «una pandilla de socios listos que se apoyaban políticamente con la chequera venezolana, con el PT en Brasil y con los Kirchner en Argentina».