Por Iñigo Aduriz
09/05/2016
El 60,2% de los españoles se sitúan entre el centro izquierda y la izquierda, según el último Barómetro del CIS. Pero en las pasadas elecciones generales, las fuerzas políticas que podrían situarse en ese espectro ideológico (PSOE, Podemos, En Comú, En Marea, Compromís, Unidad Popular-IU, ERC y EH Bildu) apenas alcanzaron el 49,6% de los votos, si se tienen en cuenta los partidos que obtuvieron representación parlamentaria. Lograron 172 de los 350 diputados del Congreso y, por tanto, se quedaron lejos de la mayoría absoluta de 176.
La alternativa a la derecha era por tanto complicada pero no imposible. Se podía haber logrado una mayoría simple en una sesión de investidura del candidato con más apoyo, el del PSOE, –consiguiendo más síes que noes– aunque, para ello, resultaba imprescindible el acuerdo de las grandes fuerzas del centro izquierda (PSOE y Podemos) y también, al menos la abstención de la izquierda independentista.
Pedro Sánchez descartó rápidamente esta opción. A pesar de que en la noche electoral aseguró que “España quiere izquierda y quiere cambiar”, corrió a los brazos de Ciudadanos argumentando que no existía una mayoría de izquierdas en el Parlamento, y que la única opción de desbancar al PP de Mariano Rajoy de la Moncloa era a través de un acuerdo transversal que nunca consiguió. En la única sesión de investidura celebrada en los últimos cuatro meses Podemos votó en contra de hacer presidente al socialista en función de ese acuerdo con los de Albert Rivera.
A por el ‘sorpasso’
Puede que Pablo Iglesias se equivocara. Podía haber trabajado por la abstención para que Rajoy saliera del poder y desarrollar así su posición a la izquierda del PSOE en los próximos años –los socialistas llegaron a plantear que Sánchez se sometiera a una moción de confianza en 2017– para constituirse en una verdadera alternativa de poder y luchar por la posición hegemónica que ha ocupado el hasta ahora principal partido de la oposición. Es decir, en busca del famoso sorpasso.
No lo hizo. Votó en contra de investir a Sánchez como presidente y en la larga precampaña de cara al a las elecciones del 26 de junio que ya ha empezado, el PSOE está utilizando ese ‘no’ de Podemos –que, sin embargo, nunca fue su prioridad en las negociaciones– para acusar a los de Iglesias de una poco creíble alianza con el PP y presentarse como el único partido que trató de desbloquear el parón que provocó la fragmentación del voto en las elecciones de diciembre.
Esa, la de la responsabilidad, es su principal baza o la única de cara al 26J. Porque el gran error estratégico de los socialistas ha sido pactar con un partido como Ciudadanos, claramente de derechas en el aspecto económico, con dudosas propuestas sobre la igualdad de las mujeres y con un profundo arraigo antinacionalista en Cataluña, que es precisamente la comunidad clave para el PSOE. Sólo ha llegado a la Moncloa cuando ha ganado o ha obtenido una fuerza extraordinaria entre los catalanes.
Las consecuencias del acuerdo
El pacto con Ciudadanos ha alejado al PSOE de Pedro Sánchez de la izquierda, y lo sabe. Por eso lo primero que han asegurado los socialistas desde que la semana pasada se convocaron las nuevas elecciones es que ese acuerdo está roto durante la campaña.
Pero no sólo eso. El acuerdo ha ayudado a los de Albert Rivera a que la percepción ciudadana los ubique más en el centro que en la derecha. Por eso mientras muchos socialistas se avergüenzan de su acuerdo con Ciudadanos, éstos lo reivindican. Este mismo domingo lo hacía la líder del partido en Cataluña, Inés Arrimadas, apelando a esa alianza en favor de la «gobernabilidad y la estabilidad» del país.
Según el CIS, el 20D la principal duda entre los electores fue entre votar a Ciudadanos o al PP, pero lo sucedido en los últimos cuatro meses hace temer a muchos socialistas que el 26J haya quien dude entre apoyar a los de Rivera o a los de Sánchez.
La alianza entre Podemos e IU
La indefinición del PSOE podría ayudar a Podemos, sobre todo si finalmente en las próximas horas fructifica el acuerdo con IU. Es paradójico que Pablo Iglesias se acerque ahora al partido al que representa Alberto Garzón, después del rechazo que le ha provocado siempre y que no ha dudado en manifestar públicamente en numerosas ocasiones. Muchos electores de ambas fuerzas políticas no lo entendieron el 20D, pero es cierto que una de las principales estrategias del partido morado ha sido tratar de desvincularse de la izquierda para ampliar su electorado más allá.
El acercamiento a IU parece dejar claro que Podemos ha asumido que esa lucha entre los de arriba y los de abajo no es más que una repetición del esquema entre izquierda y derecha. Por eso el pacto, si llega, aunque electoralista para los intereses de los de Iglesias, resultará positivo para el avance de las posiciones centroizquierdistas e izquierdistas con las que, según el CIS, se identifican la mayoría de los ciudadanos. Eso siempre que obtengan los resultados esperados en las urnas.
La oportunidad de la izquierda no parece que vaya a producir avances en el cambio de modelo de Estado hacia una República, pero sí para luchar contra la desigualdad, garantizar derechos sociales, acabar con los desahucios, cambiar la orientación de la política europea o revertir la tendencia del austericidio.
El papel del PSOE
Pero mucho se deberían equivocar las encuestas si Podemos e IU creen que simplemente con su unión habrá un Gobierno alternativo a la derecha en España, incluso si se produce el tan esperado sorpasso al PSOE. Porque la oportunidad de la izquierda, la que se presentará en las elecciones que se celebrarán en apenas un mes y medio, está también en manos de los socialistas.
El gran dilema después del 26J estará en Ferraz, siempre que sumen los números y la anunciada abstención no suponga una clara victoria de la derecha. O el PSOE apuesta claramente por una coalición de gobierno de izquierda o la única alternativa será un nuevo acercamiento al centro derecha que podría culminar con la efectiva y tan temida pasokización del histórico partido.
La oportunidad de la izquierda también pasa por volver a reconocer la pluralidad del Estado y afrontar las tensiones territoriales, una de las principales crisis que vive el Estado y que se lleva ignorando desde el 20D. El PSOE, Podemos e IU no deberían apuntarse a la estrategia de Rajoy de ignorar los anhelos independentistas que tanto han crecido en Cataluña y que se mantienen en el País Vasco.
Los socialistas, que estando en el Gobierno han recibido el apoyo del PNV y que incluso actualmente mantienen un pacto con los nacionalistas vascos en las instituciones en Euskadi, argumentaron que preferían pactar con Ciudadanos a hacerlo con la izquierda porque para ello dependían de los nacionalistas. La oportunidad de la izquierda también es dialogar con estas fuerzas en la búsqueda de un acuerdo e integrarlas, para sumar así también a los 1.690.476 ciudadanos que las apoyaron en las generales.