Por Jaime Ortega Carrascal | Efe
24/09/2016
Las FARC, la guerrilla más numerosa y mejor armada de América Latina, dio un paso que merece ser catalogado de histórico al renunciar a los fusiles y pasar a la política como resultado del acuerdo de paz con el Gobierno colombiano.
La decisión, tomada en la Décima Conferencia Nacional Guerrillera que concluyó este viernes, aunque esperada, no deja de ser trascendental porque implica el adiós a las armas de un grupo que llegó a tener más de 20.000 combatientes en su mejor momento, allá por el año 2002.
Entonces las FARC eran una fuerza temible que había aprovechado los diálogos de paz con el presidente Andrés Pastrana (1998-2002) para fortalecerse a partir de la zona desmilitarizada de 42.000 kilómetros cuadrados que el Gobierno había creado entre los departamentos del Caquetá y Meta, con la localidad de San Vicente del Caguán como sede de la negociación.
Según fuentes militares, la lucha sin cuartel de las Fuerzas Armadas contra las FARC a partir de ese año, principalmente durante los dos gobiernos de Álvaro Uribe (2002-2010) redujo a cerca de 7.000 el número de combatientes de esa guerrilla, que cuenta con un número similar de milicianos en tareas de apoyo.
Los hombres en armas de las FARC están distribuidos actualmente en siete bloques formados por 54 frentes y 12 columnas móviles, una de las cuales, la Teófilo Forero, es una especie de fuerza de elite a la que se atribuyen algunos de los más brutales ataques cometidos en el sur del país contra civiles, policías y militares.
En la misma zona de San Vicente del Caguán, que forma parte de la inmensa sabana de los Llanos del Yarí, las FARC concluyeron hoy su última conferencia como grupo armado en la cual aprobaron «en su totalidad» el acuerdo de fin del conflicto negociado en La Habana, que será firmado este lunes 26 de septiembre en Cartagena de Indias.
«Por tal razón, hemos decidido surtir todos los aprestamientos (preparativos) necesarios para el tránsito de nuestra estructura político-militar hacia un nuevo partido político cuyo congreso fundacional se llevará a cabo a más tardar en mayo de 2017, si se implementan los acuerdos, tal y como está convenido», señala la declaración final de la conferencia.
El analista Rafael Silva, profesor de la Universidad Icesi de Cali, dijo a Efe que el acuerdo para que las FARC dejen las armas «no es el mejor en términos de los estándares que algunos desearían, por ejemplo la oposición, pero en términos realistas es el que mejor cabe dentro de las condiciones actuales del país, fundamentalmente para terminar un conflicto armado de más de 50 años».
Tras la euforia por la firma de la paz vendrá la aplicación del acuerdo de cinco puntos, comenzando por el de «Fin del conflicto», que supone el tránsito de las FARC a la vida civil.
El paso de la lucha armada a la política será un proceso largo porque al día siguiente de la firma de la paz, es decir el 27 de septiembre, comenzará a contar el periodo de 180 días para la dejación de armas y el desplazamiento de los guerrilleros a las zonas de reunión acordadas con el Gobierno.
La ONU liderará la Misión de Verificación de la comunidad internacional que se encargará de recolectar y almacenar las armas y municiones entregadas que, una vez destruidas, serán fundidas para la construcción de tres monumentos a la paz en Colombia, Cuba y la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
El desarme es el punto de partida de todo el proceso porque el Gobierno ha sido enfático en señalar que no habrá «política con armas» ni «una paz armada», lo que implica que las FARC tendrán que conformar un nuevo partido político cuyo nombre aún no han divulgado.
«El acuerdo entre el Estado colombiano y las FARC es apenas un primer paso para un camino muy largo de construcción de paz para que un país que ha estado atravesado por tantas décadas de conflicto pueda consolidar una vida más sosegada y con mayor bienestar para la mayoría de la población», resumió Silva.