Por Iñigo Aduriz | Ilustración: Mariángeles Valero
04/11/2016
Este viernes entran en vigor de los Acuerdos de París y expertos y activistas advierten de que sólo el compromiso político y ciudadano podrá evitar las consecuencias más desastrosas del cambio climático.
Países convertidos en desiertos o desaparecidos por la crecida del mar; periodos interminables de sequías con olas de calor y lluvias torrenciales o huracanes cada vez más virulentos, e incluso las calles de las grandes urbes del planeta convertidas en ríos y anegadas por desastres naturales.
Las previsiones apocalípticas de los efectos que el cambio climático tendrá para la humanidad en el corto y medio plazo proliferan a través de campañas de concienciación y sensibilización desde hace ya varios años. Pero las consecuencias más devastadoras del calentamiento global, originado principalmente por la emisión de CO2 a la atmósfera a raíz de la utilización por parte de los humanos de combustibles fósiles –petróleo, carbón o gas– desde el siglo XVII, aún se pueden evitar, según apuntan tanto expertos como activistas.
“No estamos abocados a un cambio climático catastrófico. Va a depender de lo que hagamos, pero hay que actuar rápidamente”, sostiene la responsable del Programa de Clima y Energía de WWF España, Mar Asunción. En ese camino, este mes de noviembre tiene lugar uno de los principales hitos de la lucha contra el calentamiento global de las últimas décadas: La entrada en vigor del Acuerdo de París, el más importante consenso logrado a escala mundial desde la creación de las Naciones Unidas, en 1945, que supera con creces el primer pacto climático suscrito de forma global en Kioto, en 1997, aunque para las organizaciones ecologistas sigue siendo insuficiente. Coincide, además, con una nueva conferencia climática en Marrakech (COP22).
Son dos los principales objetivos a los que se comprometieron los 195 países –también España– que asistieron a la de París (COP21) y, especialmente, los 55, incluidos grandes contaminantes como EEUU o China, que lo adoptaron en septiembre, que ya han ratificado el texto suscrito en la histórica cumbre celebrada en la capital francesa –España aún no lo ha ratificado por la falta de gobierno de los últimos meses–.
El fin fundamental es evitar que el incremento de la temperatura media global supere los dos grados centígrados en 2100 respecto a los niveles preindustriales (1880-1899), si bien los firmantes se comprometieron a realizar los esfuerzos necesarios para impedir que ese calentamiento supere 1,5ºC. Además, otro objetivo es que las emisiones de gases de efecto invernadero sean cero en 2050, de forma que ese año todas las energías sean de carácter renovable.
“París ha marcado una senda, pero tenemos que implementarla. Ha supuesto un éxito de la comunidad internacional porque ha dado un paso unánime pero tenemos que ponernos en marcha desde ya”, advertía recientemente la directora general de la Oficina Española de Cambio Climático, Valvanera Ulargui, en una conferencia en Madrid. También explicaba que ya desde la conferencia de Marrakech pero, especialmente, a partir de 2018, cuando tendrá lugar la primera reunión de evaluación de la aplicación del Acuerdo de París, será determinante el seguimiento y la evaluación que se haga del compromiso adquirido por cada uno de los países y de su aplicación…
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