Por Iñigo Aduriz
En los primeros seis meses del año, sólo en Madrid se han producido 109 agresiones a personas LGTB (lesbianas, gays transexuales o bisexuales) por su opción o identidad sexual.
«Los perfiles tanto de la víctima como del atacante son muy claros. Ambos suelen ser varones españoles muy jóvenes y las agresiones suelen producirse en el perímetro exterior de Chueca, un barrio ‘seguro’, cuando las víctimas regresan de fiesta y siguen comportándose con sus parejas o por su apariencia y actitud, en plena libertad», explica Rubén López, vocal de Delitos de Odio de la organización Arcópoli.
Fue esta asociación que lucha por la igualdad del colectivo LGTB la que en febrero puso en marcha el Observatorio Madrileño contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia al constatar que cada vez más personas se ponían en contacto con ellos asegurando haber sufrido este tipo de agresiones.
«Ahora somos más visibles y a raíz de los avances sociales que ha habido en los últimos años la gente se siente más segura, más cómoda, y se sigue comportando con libertad fuera de los considerados como barrios ‘gays’. Es entonces cuando se producen las agresiones», explica López. Suceden, principalmente, en grandes ciudades donde «la gente es más visible».
«La igualdad legal no es la igualdad real»
Jesús Generelo, presidente de la Federación estatal de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (FELGTB), reconoce que el número de agresiones contabilizadas en lo que va de año «constatan una preocupación que existía desde hace mucho tiempo: que la igualdad legal [instaurada a través de la ley del matrimonio igualitario] no es hoy por hoy una igualdad real». Generelo lamenta que siga habiendo «mucha violencia contra el colectivo LGTB» y no sólo en las calles, «también en las escuelas».
Esta organización de referencia a nivel estatal asegura que no tiene constancia de que haya habido un aumento de las agresiones comparándolas con las de años anteriores, sino que «hay un aumento exponencial de personas que o bien denuncian o bien transmiten a las asociaciones esas agresiones». Lo importante, a juicio de Generelo, es que los ataques «afloren porque es la manera de que las administraciones que tienen que estar implicadas en la solución del problema se pongan las pilas», porque la de la discriminación y las agresiones del colectivo LGTB «es una realidad que hay que conocer y a la que hay que poner soluciones con carácter de urgencia».
«Lo normal no es que te peguen»
«Hay mucho por hacer», insiste Rubén López. «Es cierto que antes el homófobo contaba con un respaldo social. Podía hacer comentarios, bromas y todo el mundo le reía las gracias». El portavoz de Arcópoli argumenta que «las que han avanzado han sido las leyes», si bien «hay una parte de la sociedad que sigue sin avanzar y, además, se siente molesta y atacada al ver a dos chicos o a dos chicas con la misma libertad que tiene una pareja heterosexual». Generelo añade: «Sigue habiendo un sector de la población que vive la diversidad sexual y de género con mucha agresividad y rechazo».
También «hay gente que cree que si es gay siempre le han pegado y siempre le van a pegar. Y lo normal no es que te peguen. Eso es una barbaridad en un Estado democrático«, apunta López, que propone soluciones empezando por el sistema educativo. De hecho, es en el colegio y a edades muy tempranas cuando hoy en día siguen empezando las agresiones, las humillaciones y la discriminación de gays, lesbianas, bisexuales o transexuales. «En el colegio el homófobo sigue teniendo impunidad», lamenta el portavoz de Arcópoli.
El acoso, desde la escuela
El presidente de la FELGTB recuerda, por su parte, un estudio publicado por la organización COGAM con datos de 2015 «que muestra niveles de acoso totalmente intolerables y con consecuencias muy graves para los menores que los sufren». Señala, además, que las agresiones en los ámbitos escolares están «generalizadas» por todo el país y que esos «datos preocupantes» han aparecido en todas las provincias y tanto en ámbitos rurales como en grandes ciudades.
López y Generelo critican que la supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía –en la que se abordaba la realidad de las familias homosexuales o monoparentales– por parte del Gobierno de Mariano Rajoy ha supuesto un paso atrás. «Por lo menos garantizaba que, de alguna manera, en cada centro escolar se debía hablar al menos una vez sobre este tema», apunta el presidente de la FELGTB, que cree que «la solución es atacar el problema estructuralmente; de manera longitudinal, desde la etapa infantil hasta la universitaria; y transversal, incluyendo en todos los contenidos del currículum los valores de tolerancia y de aceptación de la diversidad».
El ámbito deportivo y, especialmente, el del fútbol, sigue siendo, también, una de las grandes asignaturas pendientes para la lucha contra la homofobia. «Hay una Ley del Deporte –que prevé sanciones por delitos de odio– que se incumple sistemáticamente. En los campos de fútbol se llama maricón a un jugador y jamás se multa. Eso no pasa en Inglaterra o en Francia, donde sí se tramitan las sanciones. Aquí sigue habiendo impunidad para los homófobos y, además, se niega que existan», lamenta Rubén López.
El árbitro que dio un paso adelante
Uno de los últimos casos mediáticos de la homofobia en el deporte es el del árbitro Jesús Tomillero, primer colegiado en hacer pública su homosexualidad y pionero, también, en dejar su profesión por los constantes insultos y vejaciones. Según relató en una entrevista reciente en El Periódico, decidió abandonar su trabajo después de que en uno de sus últimos partidos un espectador le dedicara varios insultos y todo el público reaccionara riéndose. «Hay personas como Tomillero que dan un paso adelante, pero hay que recordar que se trata de un árbitro de tercera división. Todavía nadie se atreve a dar ese paso en categorías superiores», apunta López.
Tras la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo, en 2005, las asociaciones que luchan contra la discriminación y por la igualdad del colectivo LGTB reconocen que su trabajo se ha visto dificultado. «Es más difícil movilizar a la gente cuando no hay un objetivo tan definitivo como era el matrimonio igualitario», apunta Jesús Generelo. Recuerda, no obstante, que siempre se han cuestionado las reivindicaciones de este colectivo. «Siempre nos han dicho ‘¿pero qué más queréis, si ya no os pegan en las comisarías, si ya podéis casaros?'».
Generelo recalca, en todo caso, que aún hay «muchas cosas por conseguir». Cita, como ejemplo, la necesidad de que se aprueben leyes «no tan simbólicas como la del matrimonio pero que son absolutamente necesarias para atajar estos problemas de delitos de odio de una manera proactiva para conseguir que ese tipo de delitos disminuya». Básicamente, prosigue, «es necesaria una ley de igualdad LGTB contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género a nivel estatal, que unifique los trabajos a favor de los derechos y la igualdad». Y es que comunidades como Cataluña o Extremadura ya tienen normativas al respecto.
El estigma de la Policía
Las asociaciones ya colaboran con la Policía y otras fuerzas de seguridad. Rubén López asegura que Arcópoli mantiene «una relación muy fluida tanto con la Policía Nacional como con la Local» con las que se reúnen cada cinco o seis meses y con las que contactan cada vez que se produce una agresión y los agredidos desean presentar una denuncia. También han empezado a dar charlas de formación a policías locales de Madrid para que sepan cómo tratar a las víctimas.
Pero López reconoce que «hay víctimas que aún piensan que no pueden acudir a la Policía». Generelo apunta a una razón de peso: «Hace nada en este país era en las comisarías donde se reprimía y se agredía al colectivo LGTB. Y eso fue ayer mismo o antes de ayer». Por eso recalca la importancia de que todos los cuerpos dispongan de una formación específica ante este problema. «Tenemos que asegurarnos de que cuando una víctima va a una comisaría de Policía allí van a saber atenderle. Hay que conseguir que las víctimas confíen en que el Estado de derecho les protege a ellas y no a sus agresores», señala.
Además del apoyo policial, las víctimas de la homofobia también cuentan con el apoyo de las fiscalías. En la actualidad existe ya una específica dedicada a la atención de los delitos de odioen cada una de las provincias españolas.
A dónde acudir
La FELGTB tiene a disposición de las víctimas y del colectivo en general distintos medios a través de los cuales «transmitir sus angustias, su ansiedad o su preocupación», explica Generelo. Se puede hacer a través de su página web. Y Arcópoli tiene a disposición de las víctimas un teléfono activo las 24 horas del día –618 54 71 66– en el que informan y orientan en caso de agresiones. Ambas insisten en que garantizan el anonimato de las víctimas y actúan siempre según los ritmos que les marcan los agredidos, quieran denunciar o no.