Por Iñigo Aduriz
16/11/2016
Entrevista | José Manuel García-Margallo. Exministro de Asuntos Exteriores y diputado del PP por Alicante.
El mismo 4 de noviembre en el que Mariano Rajoy comunicó los nombres de su nuevo Gobierno, el hasta entonces ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944), supo que el presidente no iba a contar con él. El diplomático sigue como diputado y como presidente de la Comisión de Seguridad del Congreso. Además, acaba de presentar Europa y el porvenir (Península, 2016), un libro sobre el futuro de la UE que ha escrito junto al secretario de Estado para la Unión Europea, Fernando Eguidazu. Margallo recibió a Cambio16 este martes, en un céntrico edificio de Madrid.
Tras el triunfo de Trump, ¿Europa tiene mejor o peor porvenir?
El factor decisivo no es tanto el triunfo de Trump sino la salida del Reino Unido de la Unión Europea, que probablemente responda a las mismas causas que el triunfo de Trump. Lo que se ha producido en el mundo después de la globalización y, sobre todo, después de la crisis financiera de Lehman Brothers, que es la primera gran crisis de la globalización, es que han aflorado unos miedos a dos factores: a la pérdida de nivel adquisitivo y a la pérdida de identidad cultural. La ciudadanía ha identificado que esos riesgos derivaban de las políticas de aceptación de los emigrantes y de las políticas de libre cambio. Obama había hecho una política de integración de los inmigrantes que se había concretado en la concesión de permisos de trabajo y residencia temporales a los inmigrantes, y Clinton quería dar un paso más, al considerar posible conceder la ciudadanía americana a los inmigrantes que cumpliesen determinados requisitos. La primera promesa de Trump es revertir esas políticas: el muro, la deportación de 11 millones –que ya ha matizado– y la prohibición a los musulmanes de entrar en territorio americano. Ese es uno de los activos que han explicado su victoria.
Pero, ¿cuál es el impacto que tendrá su victoria en Europa?
El triunfo de Trump no tiene influencia en el proceso interno de integración europea. Lo que sí creo es que se van a alterar las relaciones entre la UE y EEUU. No sé si es a eso a lo que se refiere.
Me refería a si usted cree que Europa tiene ahora más oportunidades de consolidar un liderazgo a nivel internacional, o por el contrario, se debilita aún más.
El Brexit y Trump llegan en un momento en el que la UE se está cuestionando su propia existencia. La salida del Reino Unido no es más que la manifestación de unas corrientes subterráneas que están en toda Europa. Holanda rechazó la ratificación del acuerdo UE-Ucrania, Hungría convocó un referéndum sobre los refugiados y los movimientos populistas están en auge. Lo que sí puede ser una oportunidad es que podamos avanzar en nuestra política común de Defensa. Hasta ahora Europa había delegado su defensa en la Alianza Atlántica liderada y financiada por los EEUU. Si Trump se cuestiona el papel de los EEUU en la alianza, el tipo de garantías que la alianza debe de dar a sus miembros –estoy pensando en la frontera del este– y nos exige un mayor esfuerzo económico, esas tres circunstancias lo que aconsejan es construir un pilar fuerte europeo dentro de la alianza: una política de defensa propia que no habíamos construido porque no sentíamos esa necesidad y porque el Reino Unido había sido un factor retardatario para hacer esa política. En política comercial Europa pierde una gran oportunidad. El tratado iba a crear el área económica más importante del mundo –el 50% del PIB del mundo–.
Respecto a esa culpabilización a la inmigración a la que usted se refería, ¿cree que en España existe un riesgo de contagio de esa corriente xenófoba?
La política de inmigración que hemos llevado en los últimos años es un modelo en Europa. En Malta se presentó un documento que se llama ‘el modelo español’ que llevaron los Países Bajos. Se trata de un modelo que se basó en la cooperación con los países de origen y tránsito –fundamentalmente Marruecos, Mauritania y Senegal– y en una política de integración de los inmigrantes. Esto ha determinado que en España no haya partidos antiinmigración, ni racistas o xenófobos. En los últimos tiempos se ha demostrado el éxito de ese modelo en cifras. En los últimos años en los que había cifras homogéneas, el éxodo irregular había aumentado en un 1000% en los Balcanes, casi un 400% en el Mediterráneo central y sólo un 15% en España. En España no hay riesgo de generar movimientos racistas y xenófobos.
En el libro hablan del envejecimiento de la población europea. ¿No es precisamente la inmigración una forma de solucionar ese problema?
En el libro lo primero que se dice es que hay que mejorar la ratio demográfica de la tercera edad. Es decir, la relación entre los mayores de 64 años y los que están en la edad de trabajar. Para modificar esa relación demográfica el dato del numerador del envejecimiento es fijo. En 2016 hay nueve millones de pensionistas y 18 millones de españoles trabajando. En 2050 habrá 15 millones de pensionistas, por lo que sería necesario que tuviéramos trabajando a 27 millones. Es obvio que con la tasa de natalidad eso es imposible y hay que completarlo con emigrantes. Por eso cuando hablamos de mejorar la tasa demográfica hablamos de política familiar, ayudas familiares para aumentar el crecimiento natural, y hablamos del control de la emigración legal para compensar o complementar lo que falta. Eso es evidente. Por eso Javier Cercas decía que la emigración es un problema de plastilina: si te levantas con buen pie dices que es la solución para nuestras pensiones y si te levantas con mal pie dices que es la causa de todos los problemas que vivimos.
¿Ve un riesgo de abandono de la UE en otros países?
Depende de lo que haga la UE en estos momentos.
¿Cómo seducir a esa población de muchos países que quiere marcharse?
Hay países que dicen que hay que renacionalizar algunas competencias cedidas a la Comisión y hay un auge de los partidos que piden simplemente la voladura de la UE. La única fórmula para contrarrestar estos fenómenos es que los partidos tradicionales que vemos que el europeísmo es una seña de identidad, convenzamos a los europeos de que es un proyecto atractivo. Que sirve para mejorar sus vidas. Eso quiere decir que la política europea tiene que volcarse mucho más que hasta ahora en políticas de crecimiento y creación de empleo, y que la política europea debe incorporar unos elementos de solidaridad que hasta ahora no tiene. Lo que nosotros proponemos es que haya una mutualización de las cotizaciones y de las prestaciones de la Seguridad Social. Con lo cual los riesgos se reparten y se equilibran y sobre todo los ciudadanos recibirán un sobre con una pensión que tendrá la bandera con las estrellas europeas. ‘La UE estará haciendo algo para que yo, ciudadano concreto, tenga una vida mejor’.
¿Es realista ese planteamiento con todos los movimientos nacionalistas que han surgido en muchos de los países europeos?
Lo que es seguro es que si no se hace el planteamiento ni siquiera se discute.
En una entrevista en Cambio16, Felipe González planteaba la posibilidad de una reformulación de la UE para que hubiera un núcleo de países que llevaran la batuta.
Mucho antes que Felipe González lo planteé yo en Palma de Mallorca en 2012 junto a todos los ministros de Exteriores de la UE: La federalización de todos los países que compartimos moneda, que debe ser el núcleo federal, y el resto de los países deben tener una relación confederal con ese núcleo. Eso pasa por que la unión económica y monetaria se refuerce en los pilares que todavía no se han hecho: la unión bancaria, urgente cuando tenemos una situación de crisis en los bancos italianos y probablemente en los alemanes, y que haya un gobierno económico que sea capaz de eliminar las diferencias extremas entre los países que compartimos moneda que hace muy difícil la convivencia.
El empleo es otro de los problemas de la UE. ¿Cuáles son los sectores del futuro?
Hay que mejorar la tasa de dependencia económica, que es la relación entre las personas que cobran una pensión y las que pagan cotizaciones e impuestos. Ahí se analiza en el libro lo que se llama la debilidad estructural de los mercados de trabajo europeos en comparación con EEUU. Si la tasa de actividad de los que tienen trabajo o lo buscan activamente en Europa es del 72,3% en EEUU es del 78%. Si la tasa de ocupación en Europa es 64,9% en EEUU es 68,1%. Si la tasa de desempleo en Europa es del 10,2% en EEUU es del 4,9%. Eso quiere decir que hay debilidades estructurales que se concretan en tres grupos de población: mujeres, jóvenes y mayores de 55 años. Ahí hay que hacer un enorme esfuerzo para mejorar el nivel de ocupación y eso es hablar de formación, de desajustes entre oferta y demanda y puestos que se quedan vacantes habiendo un nivel de paro como el que hay y es hablar de todo lo que hay que hacer para llegar al pleno empleo.
¿Cómo está viendo las negociaciones que se están produciendo en Venezuela?
Mientras he sido ministro he tenido un contacto permanente con José Luis Rodríguez Zapatero que está en la misión de Unasur, con la oposición –con Voluntad Popular, con Capriles y con el partido de Henry Ramos– y he tenido contacto con personas del régimen y del Vaticano. En estos momentos el revocatorio antes del 10 de enero es imposible, el revocatorio después del 10 de enero no es solución, porque lo que produciría sería la sustitución del presidente por el vicepresidente… La única fórmula de pacificar el tema es, primero, la institucionalización del Consejo Electoral. La imparcialidad e independencia de los tribunales, el respeto a la distribución de poderes y el acortamiento del periodo presidencial que termina en 2018, yendo a unas elecciones de gobernadores y a una elección presidencial el año que viene. Esa estabilización política es clave para un programa de reconstrucción económica en un país que está sufriendo una auténtica crisis humanitaria.
¿Ve riesgo de un estallido social o de un conflicto civil?
Ese es el gran miedo que todo el mundo tiene y, sobre todo, los que recordamos lo que fue el ‘caracazo’. Si la situación de desabastecimiento continúa o se agrava no es descartable que haya un riesgo de conflicto. Soltar presión de la olla en este momento es capital.
¿Qué le parece el nuevo acuerdo alcanzado entre el Gobierno colombiano y las FARC?
Nosotros hemos apoyado todos los procesos de paz de los distintos gobiernos: el de Pastrana, el de Uribe y el de Santos. Este nuevo acuerdo asume o recoge algunas de las peticiones que habían hecho Uribe y Pastrana y vamos a esperar que la sociedad colombiana acepte esto. Para nosotros esto es capital para finalizar un conflicto que ha durado 52 años, que ha producido unos sacrificios humanos inenarrables y que está drenando recursos económicos que se están dedicando a la Defensa y que podían dedicarse al bienestar de la población colombiana. Eso supondría que el continente latinoamericano estaría libre de conflictos y sería una magnífica noticia.
Antes le preguntaba por la seducción de los ciudadanos europeos para reconciliarlos con la UE. ¿Cree que en el último Gobierno ha faltado esa parte de seducción a los ciudadanos catalanes? ¿Cómo se puede seducir a los ciudadanos catalanes para que esa mitad no quiera marcharse?
En Cataluña, como el cualquier conflicto territorial, se mezclan razones y emociones. Lo primero que hay que hacer es convencerles de que una secesión unilateral se traduce en un deterioro del nivel de vida de cada uno y cada una de las catalanas. Yo he hablado mucho porque me importa Cataluña y porque el partido se juega fuera y no dentro de España. Stiglitz ha dicho que una Cataluña independiente sería viable económicamente. Eso es verdad si esa Cataluña independiente siguiese formando parte de la UE, que es exactamente lo que no puede ocurrir. Debería ponerse a la cola y pedir la adhesión, y esta, lo dice el artículo 49 del tratado, la pueden pedir los estados europeos que cumplan con los principios del artículo 2, que es el Estado de Derecho. Uno no es estado porque diga que es estado sino porque sea reconocido como estado: 9 votos de 15 en el Consejo de Seguridad, sin ningún veto, y 129 en la Asamblea General de Naciones Unidas. Es absolutamente inimaginable en estos momentos. No hay ni uno solo de los miembros del consejo de seguridad que estuviese dispuesto a hacerlo. Si no eres estado no cumples el primero de los requisitos que dice el artículo 49. Quedaría fuera de la UE y sin posibilidad alguna de regresar.
Mi pregunta era sobre si no cree que ha faltado una campaña o una mayor presencia para convencer a los catalanes que se quieren marchar.
Hay una cita de Unamuno, que cuenta que un párroco estaba predicando contra los que no iban a misa y uno de los que estaba allí se levantó y dijo: “Eso dígaselo a los de fuera que nosotros estamos aquí”. Yo desde el minuto uno no he parado de pensar en Cataluña de escribir de Cataluña, de hablar en Cataluña y de dialogar con los catalanes. No me confieso corresponsable de ese pecado. Lo que haga el siguiente gobierno es cosa del siguiente gobierno.
¿Se arrepiente de no haber hecho algo en su etapa en el ministerio?
No.
¿Y qué es lo que más le enorgullece de su paso por el Gobierno?
He creado un cuadro normativo que no existía. Se había intentado cinco veces crear una ley de Acción Exterior y ahí está. Los tratados internacionales se regulaban con un decreto franquista del 72. Se intentó reformar otras veces y ahora ahí está. El reglamento de la carrera diplomática era del 1955 y se ha cambiado. En cuadro conceptual, hay una estrategia de acción exterior a cuatro años, que fija los objetivos, las prioridades y las acciones. Ahora somos miembros del Consejo de Seguridad, las cumbres iberoamericanas se estaban muriendo y propusimos un proceso de renovación que ya ha culminado, y la que se celebró en Cartagena de Indias es la primera del nuevo ciclo. Los dos pilares de la política exterior española eran la UE y EEUU y están en mejores relaciones que nunca. Y aquellos escenarios en los que la política española tiene más valor añadido –Latinoamérica, el norte de África y Oriente Medio– formamos parte de todos los grupos de dirección. Nuestra influencia en la UE para diseñar esas políticas y nuestra complicidad con EEUU para armonizar conductas están ahí.