Por Cambio16
30/1/2017
El PIB de España creció un 3,2% en 2016, lo que supone mantener el ritmo del año anterior. En el cuarto trimestre, se avanzó un 0,7%, misma cifra que en el trimestre previo.
De este modo, España registra su tercer año consecutivo con crecimientos. El dato, adelantado por el INE, coincide con la previsión del Banco de España y del Gobierno, que revisaron al alza el pronóstico entrado el año. De cara a 2017, se prevé que el incremento se modere al 2,5%.
El crecimiento aguanta tras un 2016 marcado por una incertidumbre política que no se ha zanjado hasta el último trimestre del año. La economía ha resistido así al año sin Gobierno. Además, en el entorno exterior la recuperación ha sido más lenta, con una comercio mundial que apenas ha crecido.
Según avanzó el Ejecutivo en su última revisión del PIB, la economía española “mantendrá en los próximos años ritmos de crecimiento por encima de las economías más avanzadas del mundo y, en particular, de los socios de la zona euro”.
El buen dato se debe contextualizar en los vientos de cola de la economía española. El principal empuje de la economía han sido los servicios, con la hostelería y el turismo a la cabeza. Este último ha superado todas las previsiones en 2016 con un total de 75,3 millones de personas que han visitado el país, un incremento del 9,9%. El turismo español se ha ‘beneficiado’ del mal momento que viven otros destinos por las amenazas terroristas, como Turquía, Francia o el norte de África.
Por otro lado, el petróleo ha estado a la baja durante casi todo el año, lo que reduce la factura a pagar de un país altamente dependiente. Sin embargo, se espera un 2017 con el valor del crudo al alza que hará subir la inflación a consecuencia de la subida de los carburantes.
Otro sector que empujó la mejora es la exportaciones. Cierran un año histórico, con un crecimiento del 1,6% de la tasa anual hasta noviembre. Este récord viene dado por la mayor apertura al mercado exterior que en los últimos años han tenido que afrontar las empresas españolas para mantener sus ingresos, que cayeron por la depresión de la demanda interna a causa de la Gran Recesión.
Además, el Banco Central Europeo (BCE) ha mantenido una política de tipos bajos que ha permitido que España pueda colocar su deuda a mínimos históricos. No obstante, la entidad presidida por Mario Draghi ya ha comunicado que a partir de abril el volumen de compra de activos se reducirá de 80.000 millones a 60.000 millones por mes. El próximo paso podría ser una subida de tipos, sobre todo con la presión de la inflación, aunque de momentos la entidad hace oídos sordos.
Ese fin de los vientos de cola también se sentirá en las bases que han impulsado la economía, turismo y exportaciones. Para los primeros, porque los mercados a los que se les ha robado turistas van asomando la cabeza. También, porque la devaluación de la libra por el Brexit y la negociación entre Reino Unido y la UE en 2017 pueden aminorar la llegada de turistas británicos. Son el primer emisor, por lo que hay mucho en juego.
Respecto a las exportaciones, las ventas en el exterior pueden verse mermadas por el proteccionismo que proclama Donald Trump en Estados Unidos, que se podría lastrar el flujo comercial mundial.
De momento, el empleo aguanta. La EPA reveló que el año se cierra con 541.700 parados menos, por lo que la tasa de paro queda en el 18,63%, su dato más bajo desde el tercer trimestre de 2009. Eso sí, no son datos mejores a los de 2015.