Por Cambio16/Efe
27/03/2016
El Papa Francisco ha pedido a la Iglesia y a los fieles católicos que difundan la esperanza ante un mundo sediento de ella, durante su homilía en la Vigilia del Sábado Santo celebrada en la basílica de San Pedro.
En la Vigilia Pascual, el rito de la Semana Santa en la que los católicos esperan la resurrección de Jesucristo, Francisco recalcó cómo hoy se necesita tanta esperanza y que es necesario difundirla y anunciar al Resucitado «con la vida y mediante el amor». «Si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo», agregó.
En una de las ceremonias más solemnes y cargadas de simbología de la Semana Santa, Francisco puso el ejemplo de Pedro que tras la muerte de Cristo no se dejó «ni dominar por sus dudas; no se dejó hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladurías que no llevan a nada».
«Sin ceder a la tristeza o a la oscuridad, se abrió a la voz de la esperanza: dejó que la luz de Dios entrara en su corazón sin apagarla», agregó Francisco, quien también citó a las mujeres que acudieron al sepulcro. E indicó a los fieles que, al igual que Pedro y las mujeres, «tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos«.
Aconsejó abrir «nuestros sepulcros sellados, para que Jesús entre y lo llene de vida» y deshacerse «del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas, de las debilidades y de las caídas».
Entre estas piedras pesadas, Francisco citó sobre todo que la primera en remover debe ser «el ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida».
Explicó que la esperanza cristiana «no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicológica o una hermosa invitación a tener ánimo» sino salir de si mismo y entregarse a Dios.
Les dijo que la resurrección de Dios les invita «a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida».
La ceremonia comenzó a las 20:30 horas (18:30 GMT) con la bendición del fuego y el encendido del cirio pascual, símbolo de Cristo, «Luz del Mundo», y posteriormente también del agua con el que se realizarán los bautismos. Después el papa Francisco realizó con un punzón una incisión sobre el cirio pascual, grabando una cruz, la primera y la última letra del alfabeto griego -alfa y omega- y la cifra de este año, 2016.
En total silencio y con una basílica de San Pedro completamente a oscuras para representar la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo, comenzó la procesión hacia el altar mayor, encabezada por el diácono que portaba el cirio y seguido por el pontífice así como por diferentes miembros del clero. Una vez en el altar mayor, y tras la bendición del papa, el diácono proclamó el llamado «Exultet», el anuncio de la Pascua y la basílica se iluminó.
En esta larga ceremonia de más de tres horas, siguiendo la tradición de los primeros años de la Iglesia cuando los catecúmenos, los adultos que aspiraban a convertirse al cristianismo eran bautizados, Francisco también bautizó y dio la comunión a doce personas. Los nuevos cristianos a los que bautizó el papa en la basílica de San Pedro fueron ocho mujeres y cuatro hombres y procedían seis de Albania, dos de Corea y los otros de India, China, Camerún e Italia.