Por ANA BEDIA / Fotos: REUTERS
Drones, prótesis, armas de fuego, piezas para construir robots, arte, muebles, maquetas… el potencial de la impresión 3D parece ilimitado.
Entre sus ventajas se encuentra la importante reducción de costes que supone, sobre todo en casos como las prótesis que precisan ser fabricadas a medida, ya que los costes son altísimos.
Otra cualidad es el ahorro de tiempo en algunos casos. Un arquitecto puede tener impresa la maqueta de un edificio en cuestión de horas o un investigador puede tener la pieza justa que necesita para hacer un robot en el momento, sin necesidad de encargar que se la fabriquen a medida y que se la envíen.
Pero no todo en la vida es trabajo, la parte lúdica de la impresión 3D también es muy interesante. Los niños pueden imprimir sus propios juguetes y los mayores divertirse creando figuras, llaveros o cualquier cosa que se les ocurra.
¿Cómo funciona una impresora 3D?
Lo primero es conseguir el modelo 3D que se quiere imprimir. Se crea con un software de diseño, pero el que no domine estos menesteres puede acudir a uno de los repositorios que existen en internet para bajarse las piezas ya diseñadas. Después el modelo 3D se carga en el software la impresora, que genera el fichero que se introduce en una tarjeta SD que se llevará a la impresora para que inicie su trabajo. Así de simple.
Las impresoras 3D ya están a la venta y rondan los 1.000 euros las más económicas.
Para la impresión en 3D se usa un plástico biodegradable, el PLA. La impresora lo funde y con él va creando la figura deseada. Las bobinas de colores de 1 kilo cuestan unos 25 euros cada una.
Galería con ejemplos de las posibilidades de la impresión en 3D (pulsa sobre las fotos para leer la información):