Por Cambio16
14/06/2016
Sin claros vencedores, pero con algún vencido, la resaca del primer debate a cuatro en el que participa Mariano Rajoy se alarga. Se suceden las crónicas y los análisis de lo sucedido la noche del lunes, pero no sólo en lo referente al contenido. Porque ya no es sólo lo que dices, sino cómo lo dices. La comunicación kinésica -comunicación no verbal- de los candidatos jugó un papel clave a la hora de llegar al espectador y Cambio16 desgrana en este artículo las fortalezas y debilidades de cada uno de ellos de la mano de Sergio Naves Dorado, experto en Marca, Reputación & Comunicación Corporativa y Política.
PABLO IGLESIAS
El experto. Sigue siendo el que mejor se maneja de los cuatro en este terreno, a pesar del gran avance de Albert Rivera. «Tiene un gran dominio técnico, su discurso y sus movimientos son los que están más acompasados. Se trata de una persona de temperamento frío y con un ritmo completamente acorde la estructura de su discurso. Si nos fijamos, su cuerpo baila al compás de lo que está contando y aunque es un un poco nervioso a la hora de transmitir, eso le ayuda a la hora de acompañarlo con los gestos, con movimientos de énfasis», explica Naves Dorado.
Iglesias, que no se salió de su estilo habitual en lo que ha vestuario se refiere, mantuvo una postura cómoda, relajada, durante el debate. En esta ocasión, «de forma pactada o preparada no atacó de una manera tan directa como nos tiene acostumbrados y esa voz tenue no fue la mejor de sus versiones. Pero, aún así, es el que mejor maneja la técnica de la comunicación». El único momento en el que perdió esa actitud holgada, relajada fue ante cuando Rivera sacó la relación de Podemos con Venezuela.
«Usted no pide dinero a los bancos porque se lo da el régimen de Maduro», le dijo el líder de ciudadanos. En ese momento, «Fue evidente que Rivera le sacó de quicio, pero Iglesias tenía un plan distinto para este debate y fue capaz de controlarlo». El líder de la coalición Unidos Podemos rechazó estas acusaciones, tildó lo sucedido como algo «muy grave» y lo atribuyó a «los nervios» y a la «desesperación de algunos».
Pablo Iglesias repite así como maestro de la comunicación no verbal. En el debate a cuatro del pasado diciembre -con la presencia de Soraya Sáenz de Santamaría-, fue el más sereno de todos, algo que puede ser un arma de doble filo porque le hace perder parte de su autenticidad. Conclusión: «Pablo Iglesias ha posicionado su imagen como la de un aspirante real a la presidencia».
ALBERT RIVERA
El aplicado. Ha llamado mucho la atención el gran avance que Albert Rivera ha hecho en materia de comunicación no verbal. En el debate a cuatro de diciembre dejó patente un gran problema de control emocional que tenía. Se balanceaba de un lado a otro continuamente, no paraba de mover las manos, se tocaba continuamente el botón de la camisa…. Sorprendidos han quedado los expertos ante el cambio del presidente de Ciudadanos que ha dejado a un lado los ‘tics’, los movimientos y los gestos que tanto dieron que hablar entonces. «Ha trabajado mucho la posición del cuerpo, se nota que le han entrenado. Cuando una persona es demasiado nerviosa, oscila continuamente, mueve los pies. Por ello, lo que se les pide es que junten mucho los pies. Si nos fijamos en él es el que tiene los pies más pegados», detalla Naves Dorado.
Si bien es cierto que «empezó flojo, nervioso, hasta se comió un par de palabras en el inicio; Rivera fue de menos a más. El atril le vino de maravilla y los papeles le sirvieron para relajarse. Incluso, hubo momentos en los que se echo hacia delante y mostró vehemencia, seguridad, se giraba sin persistir y dio ritmo».
Albert Rivera llegó a pedir a Rajoy que «reflexionara» para «abrir una nueva etapa», tras enseñarle los SMS de Bárcenas. El candidato de Ciudadanos optó esta vez por un atuendo más informal y prescindió de la corbata.
PEDRO SÁNCHEZ
El artificial. Naves Dorado explica que la posición de Pedro Sánchez es «muy peculiar». Subraya que ha mejorado bastante, que articula, que construye un discurso ordenado y que incluso acompasa de una forma rítmica hasta en el tono. Pero su problema no es el movimiento del cuerpo, ni cómo lo acompasa. El problema de Pedro Sánchez es la forma en la que transmite con su su cara. «Parece una persona artificial, da una sensación de impostura, no transmite y eso le hace perder credibilidad. Tiene un hándicap muy muy difícil de superar». Su sonrisa resulta «demasiado irónica» y no le ayuda.
Como ejemplo, este experto habla del minuto final del candidato socialista: «No te voy a pedir el voto, voy a pedirte que pienses en los tuyos, en las becas de tus hijos, que pienses en las mujeres que sufren la desigualdad salarial y la violencia de genero (…) que pienses sobre todo en tos hijos, tus nietos y tus nietas (…) «.
«Finalizó con un minuto de película, pero no tiene pegada. Esa expresión facial forzada, artificial. Al final es algo que se tiene o no se tiene. Y Sánchez no lo tiene. Sánchez está construyendo bien el discurso, pero no lo refuerza, lo que consigue con la palabra lo pierde con la imagen». El candidato socialista apostó por la corbata roja, una estrategia corporativa.
MARIANO RAJOY
Perfil bajo. «Con Rajoy el listón está muy bajo. Estamos muy acostumbrados a su nerviosismo, a su continuo ‘tic’ del ojo que denota la tensión. No es un rival en comunicación no verbal». Partiendo de esta base, el experto hace hincapié en que el inicio del debate lo controló bastante. «Su posición corporal era mejor, su reiteración era mejor, incluso controló un poco sus tics».
En cuanto a energía e intensidad, Rajoy «empezó fuerte, seguro de sí mismo, en un estado emocional intenso, algo que seguramente tuvo que ver con los temas que se trataban en ese momento (economía y empleo)».
El presidente del Gobierno en funciones, que también tiró de estrategia corporativa -corbata azul-, fue de más a menos. Según fue avanzando el debate «no tardaron en llegar sus continuos ‘tics’, los lapsus, las miradas a las notas, a lo que hay que sumar que se traba«. Su peor momento llegó con Rivera y la corrupción. «Se cabreó y no controló nada».
Como conclusión: «No tuvieron fallos gordos, salvo los que todos conocemos ya de Rajoy».